domingo, 28 de mayo de 2017

Luca Parmitano, ha realizado una misión como astronauta de la Agencia Espacial Europea


Tengo 40 años: a los 4 años yo era un niño siciliano que quería ser astronauta... Y mire. Aún soy el cosmonauta más joven de la Agencia. Tengo dos niñas: Sara y Maya, como la estrella de las Pléyades.

Seis meses metido en una estación espacial: ¿se le hizo largo?
Al contrario, cualquier cosa que hagas allá arriba sin gravedad resulta nueva y maravillosa.
Por ejemplo.
Jugaba con una goma elástica para que me vieran mis hijas en teleconferencia y cualquier salto que daba con ella era alucinante, novedoso e imprevisible. No paraban de reírse al verme.
¿Qué otras cosas resultan diferentes?
Ir al lavabo resulta rutinario aquí abajo, pero allí es una aventura, créame.
¿Una aventura algo asquerosa?
Digamos que resulta natural, pero diferente. Divertido. Nos encerramos, claro, en la estación hay un lavabo para que sea muy privada.
Imagino que sin gravedad...
Sí, todo flota a tu alrededor.
Y habrá que ir capturándolo.
Pero no sólo eso; también las lágrimas...
¿Flotan?
En el espacio no se puede llorar. Por lo menos no como aquí abajo, por eso la primera vez que lloré, en realidad, me divertí.
¿Por qué lloró usted?
Por el wasabi que venía acompañando un sushi que me apetecía muchísimo.
¿Y el pescado estaba pasado?
No, estaba buenísimo, pero cuando abrí la caja, se desparramó por el espacio. Así que fui capturando los trocitos flotantes de salmón y atún con el arroz y, claro... los de wasabi.
Pica.
Muchísimo. Sin querer lo engullí todo de golpe y lloré; bueno, en realidad no lloré, porque allí no se llora. Se me llenaron los ojos de lágrimas que no caían; burbujas ardientes y fascinantes.
¿Qué pasa en la ingravidez con el resto de líquidos corporales excretados?
Los purificamos y los volvemos a beber y desbeber varias veces.
¿Los de todos juntos?
Claro. Y es un agua purísima. Piense que en la Tierra estamos bebiendo la misma agua que desbebieron los dinosaurios. Pues allí hacemos lo mismo, pero entre nosotros. El 95% de lo que desbebemos se vuelve a beber otra vez.
¿Mantuvo allí arriba todos sus instintos?
Como aquí.
¿También el sexual?
Mantienes todos los instintos y también el sexual, por supuesto. Allí arriba era el mismo hombre que aquí abajo. Eso no cambia.
¿Notó alguna diferencia en su conducta?
Cada día sentía más solidaridad con mis cinco compañeros de misión en la estación espacial.
¿Y compañeras?
También, la ingeniera Karen Nyberg, de la ­NASA, tenía ya experiencia de otra misión espacial y fue una hermana mayor para mí allá.
¿Y los demás?
Éramos otro ingeniero de la NASA, otros tres ingenieros rusos y yo. En seis meses llegamos a tener un ambiente de auténtica familia.
¿Bromeaban?
A los astronautas nos encantan las bromas. Pero pactamos que la mayoría las dejaríamos para nuestra intimidad, por supuesto.
¿Qué es lo que no se explica de los vuelos espaciales?
Que trabajamos doce horas al día. No tienes tiempo para nada más. Yo soy piloto de combate y ya estaba entrenado para concentrarme en cada misión. Pero la preparación para cosmonauta consiste, además, en convertirte también en ingeniero y científico; y ellos, también en pilotos. Y todos trabajamos el triple.
¿Qué hacen?
Los humanos llevamos cuatro millones de años de evolución tecnológica con la constante gravitatoria y sólo tenemos seis meses para experimentar sin ella. Es un mundo de oportunidades científicas. Y además un mundo muy rentable.
¿El espacio es rentable?
Economistas independientes han demostrado que por cada euro invertido en un programa espacial se obtiene un retorno de ocho. Piense que a cada europeo la exploración espacial sólo le cuesta un euro al mes.
¿Por qué no es tan popular como era?
Porque nos interesan las historias, no los datos: historias protagonizadas por personas. Si de la nave Rosetta cuando se posó sobre un cometa hubiera salido un astronauta, toda la humanidad hablaría de esa hazaña científica tras diez años de navegación espacial. Es un prodigio.
En cambio, hoy nos parece tan normal.
La aventura espacial parece fácil, porque nuestros ingenieros son muy buenos, pero en realidad es muy difícil. Es un reto gigante.
¿Le gusta que Musk, Bezos, Branson y otros millonarios privaticen el espacio?
Ya está privatizado. La NASA y la AEE subcontratan con empresas privadas casi todo su presupuesto, que crea empleos e innovación y mejora nuestras vidas.
¿Haría usted de piloto para un vuelo espacial de una cosmolínea privada?
Ya tengo el mejor trabajo del mundo. Soy lo primero que dije que quería ser cuando me lo preguntaron a los cuatro años, pero doy la bienvenida a todas las oportunidades.
¿Creía que podía ser astronauta habiendo nacido en Catania, en Sicilia?
Si eres capaz de convertir un sueño en un proyecto, ya lo has hecho medio realidad. Y lo hice.
¿Lo peor de su entrenamiento?
Esperar entre selección y selección: primero entre 8.000 aspirantes; luego, 2.000, 200, 45, 22, 10, y la entrevista final.

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