lunes, 12 de febrero de 2018

Los misterios de la glándula pineal







La glándula pineal: ¿nuestro tercer ojo?

elene_pinealLa glándula pineal  o epífisis se encuentra justo en el centro del cerebro, bien protegida entre ambos hemisferios. Es poco más grande que un guisante y su nombre se debe a que parece una minúscula piña. Fisiológicamente, produce la melatonia u "hormona de la eterna juventud" (los que logran activarla efectivamente parecen más jóvenes y ganan en salud) que regula nuestro reloj biológico. Aquí tendríamos el tercer ojo de los hindúes que se marcan en la frente, y una parte de nuestra anatomía que si sabemos "despertar" nos recompensará ampliamente.
La tuátara, un tipo de lagarto que vive en Nueva Zelanda y es un auténtico fósil viviente, conserva el “tercer ojo” como un vestigio evolutivo, que consta de una lente, una retina y un nervio conectado al cerebro, que se origina en la glándula pineal. También se ha comprobado que otros reptiles, ratas y algunos peces también tienen más o menos desarrollado un tercer ojo. Sin embargo estos animales no parecen realmente mirar con él.
   
En los animales superiores, aunque al principio se pensaba lo contrario, la glándula pineal está lejos de ser un anexo inútil del cerebro. La principal hormona que produce, la melatonina, está relacionada con los ciclos circadianos de sueño y vigilia, día y noche, y las fluctuaciones de la temperatura de nuestro cuerpo y nuestro metabolismo. Asimismo, es la responsable de los reajustes que tienen que llevar a cabo muchos animales con motivo de los cambios estacionales, como la hibernación, la emigración, la época de cría, etc. La mayor cantidad de melatonina se produce principalmente por la noche, por lo que la glándula “sabe” cuándo hay luz.
La glándula pineal también produce la dimetiltriptamina (DMT), un neurotransmisor sintetizado a partir de la serotonina, que se produce en grandes cantidades momentos antes de morir y es responsable de los efectos visuales del sueño. En la naturaleza también se puede encontrar en plantas como la ayahuasca y la Mimosa hostilis. Sus efectos como alucinógeno hacen que se altere dramáticamente la percepción del tiempo y se perciba como si hubieran pasado varias horas, cuando en realidad sólo han sido unos 5 ó 10 minutos.
En el ser humano, a partir de los 6 ó 7 años empieza a calcificarse y por lo tanto a mermar su actividad. Es muy sensible a ciertos tipos de sustancias, como algunos medicamentos, por ejemplo los antidepresivos contribuyen enormemente a su cristalización. Los últimos estudios han corroborado que también actúa como reguladora de la actividad reproductora y se ha incluido dentro de los órganos magnetorreceptores, es decir, que es sensible a las micropulsaciones de origen extraterrestre, al sistema cavitario ionosférico (resonancias  Schumann con frecuencias de 7,8 Hz similares a las del ritmo alfa de nuestro cerebro) y en general a fuentes de campos ELF. Se sospecha que las ondas electromagnéticas artificiales producidas por la actividad humana (líneas de alta tensión, radares, telefonía móvil, ondas wifi, etc.) pudieran afectarla negativamente.
De la página Taringa extraemos este párrafo muy ilustrativo al respecto:
Una alegoría sería: “En el gran concierto endocrino, la glándula pineal es el director de orquesta que sigue ordenadamente la partitura, constituyendo la luz su inspiración rítmica y acompasada”. En este sentido, la incidencia de otras radiaciones electromagnéticas no naturales provocaría un caos sinfónico, lo que los pinealólogos (especialistas en glándula pineal) denominan “cronopatía electromagnética interferencial” por alteración de la compatibilidad electromagnética entre el bioelectromagnetismo y la progresiva contaminación electromagnética. Como hemos mencionado la glándula pineal, a través de sus células, los pinealocitos, produce y segrega, durante la fase oscura del fotoperiodo una hormona muy importante: la melatonina. La luz continuada, y los campos ELF artificiales, por ejemplo, rompen este ritmo de secreción.
En la actualidad existen dos revistas internacionales periódicas que se dedican única y exclusivamente a publicar los avances en los estudios realizados en los laboratorios de todo el mundo: la Journal of Pineal Research y la Pineal Research Review, ambas editadas en los E.E.U.U.




Los misterios de la glándula pineal

Ya el filósofo René Descartes, en el siglo XVII, pensaba que la glándula pineal era el área donde residía el alma humana.
Dentro de las creencias o corrientes heterodoxas, se dice que las glándulas pineal y pituitaria regulan el flujo de información entre el hemisferio derecho y el izquierdo, concretamente la pineal el hemisferio derecho y la pituitaria el izquierdo.
La glándula pineal funciona como un reductor energético, convirtiendo la energía que dimana del subconsciente en otra de menor vibración que pueda ser captada por el consciente y el inconsciente. Procesos de intercambios energéticos bastante complejos pero, al mismo tiempo, rapidísimos. El punto central de recepción y distribución de energías se encuentra situado entre el tálamo y el hipotálamo, verdadero crisol alquímico en el que tienen lugar transmutaciones que convierten energías de baja vibración en otras de alta vibración.
Su función más importante es la de ser nódulo receptor de las energías mentales que provienen de dimensiones superiores, además de proporcionar conexiones telepáticas entre seres humanos de distintos o semejantes niveles. No obstante, quizá la conexión más importante que realiza sea con los archivos akáshicos. Interiormente tiene una serie de bastoncillos que se excitan de forma similar a los del ojo, aunque por su posición en el cerebro no le llega luz exterior. La excitación se produce por la energía mental que recibe.
Esta glándula también es nódulo emisor cuando el cerebro no consigue hallar una respuesta después de manejar los parámetros de que dispone, es decir, cuando el cerebro dice “no sé”. Entonces es cuando busca las respuestas fuera y se dirige al archivo akáshico; luego, una vez recibida la información, pasa por los circuitos cerebrales hasta el consciente, aunque unida ya a los procesos generados por el propio cerebro (voz de la experiencia).
Cada vez que estamos percibiendo una corazonada o una intuición, la glándula pineal está vibrando, con más fuerza cuanto más fuerte sea la sensación.
Las culturas ancestrales, siempre más adelantadas de lo que pensamos, ya sabían o intuían que esta glándula encerraba un enorme potencial, y no son pocas las referencias a ella que podemos encontrar en los más variados soportes:

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