sábado, 24 de diciembre de 2022

EL NIETO DE P: PICASSO

 

¿Aquí pinta?

Aquí vivo y, en trance, pinto. Pintar da miedo.

¿Miedo?

Arranco con una idea y del cuadro acaba saliendo otra cosa.

¿Sin pensar?

Mientras pinto voy conversando con mi padre muerto.

¿Sobre qué conversan?

Pintura, arte, vida, museos, personas, lugares, familia, tío Picasso...

¿Tío Picasso?

Mi padre era sobrino de Pablo Picasso.

¡De casta le viene al galgo, pues!

Él fue neurocirujano, pero con sensibilidad artística y amor a la pintura: de ese amor me hablaba de niño.

¿A usted le interesaba?

Nací cuando mi padre tenía 54 años y tuvimos un vínculo intenso. A veces él desaparecía.

¿Desaparecía?

Siempre fue dócil pero de pronto se perdía dos meses por China, por África... Regresaba delgado, enfermo.

¿Y qué decía su madre?

Ella era despreocupada, no vivían enganchados.

¿Qué ha heredado de sus padres?

Desde los diez años veo a personas morir: la muerte me obsesiona.

Amistades de papá, entiendo.

Hoy me horroriza mirar atrás, si lo hago veo lo fugaz que es el tiempo.

No podemos evitar eso, me temo.

Yo hago muchas cosas por anestesiar así la sensación de paso del tiempo.

¿Su padre tuvo trato con Picasso?

Hablaron mucho. Lola, la madre de mi padre, era hermana de Pablo Picasso. Lola tuvo a Jaime (mi padre) y a mis tíos Pablín, Josefina, Juanín, Javier y la nena.

¿Y Lola y Pablo se llevaban bien?

Sí: Lola, de niña, fue modelo para su hermano Pablo en sus primeros dibujos y cuadros. Y con los años ella reunió mucha obra de Picasso: entre óleos y dibujos, en total fueron ¡mil piezas!

¿Usted llegó a verlas?

Mi padre sí, en el piso que tenía Lola en el paseo de Gràcia. Mi abuela Lola las salvó de la Guerra Civil en Barcelona.

¿Corrieron peligro esas obras?

Los milicianos saqueaban pisos, una bomba cayó al lado, salieron lienzos volando.

¿Dónde están esas piezas?

Mi abuela Lola no vendió nada y lo donó todo en el año 1970: es la base de la pinacoteca del Museo Picasso de Barcelona.

¡Gracias, Lola!

Lola fue una malagueña de fuerte carácter y muy amorosa, decía mi padre. No la conocí, ni a Picasso: nací seis años después de morir él. Pero a Picasso es como si le hubiese conocido.

¿Y eso?

Mi padre siempre me habló de Picasso, mantuvieron una relación muy próxima: hablaban del trabajo, el amor, la familia... Picasso y mi padre coincidían en que ambos amaban trabajar y en que les obsesionaba crear algo nuevo.

¿Eso influyó en usted como pintor?

Y también un sueño que tuve de niño.

¿Qué sueño?

Picasso nos visitaba en casa, jugaba conmigo, me hablaba, se quedaba a cenar. Y el arte de Picasso desde entonces es como mi hogar, mi propia casa.

¿Hasta dónde llega tanta familiaridad?

Hasta ver que Picasso realizó obras mediocres, por mucho que eso me choque.

Es usted muy atrevido...

Su último periodo, de 1967 a 1973, exhibe una libertad creativa increíble, muy inspirada, de calidad fabulosa... salvo ciertas piezas que no están a esa altura.

¿Le extraña esto?

Me alivia. Picasso era humano, al cabo.

¿Cómo tipifica su propio estilo?

Hago una pintura figurativa, sencilla, contrastada, colorida, básica, accesible, y muy personal.

¿Qué le inspira?

La gente y los museos. Visité muchos museos con mi padre. Los museos deberían cedernos obras a los artistas.

Explíquese.

Me gustaría tener cuadros interesantes un par de meses en casa, solo para mis ojos. Eso me inspiraría mucho.

Hay cuadros del revés en museos.

No pasa nada, los errores hablan.

Hay algunos activistas que atacan cuadros para visibilizarse.

¡Vándalos! ¡Dejad a los cuadros en paz!

¿Qué pretende contar al pintar?

Cada pintura es un grito, busco conectar.

¿Qué le preguntaría a su querido tío abuelo Pablo Picasso?

Tío Pablo: ¿mereció la pena tu arte? ¿Se justifica una vida por la obra de arte?

Y usted, ¿qué respondería?

Sí.

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