sábado, 29 de octubre de 2022

La mayoría de quienes toman antidepresivos no los necesita

 

La mayoría de quienes toman antidepresivos no los necesita

Hora de desengancharse

Muchas personas los siguen usando y renuevan recetas prescitas años o incluso décadas atrás

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Una caja de Prozac en un árbol de Navidad 

Propias

Hace casi 35 años, las autoridades estadounidenses encargadas de la regulación de medicamentos aprobaron el Prozac, el primero de una serie de antidepresivos de gran éxito conocidos como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). El Prozac y sus primos recibieron elogios de pacientes y médicos en tanto que medicamentos milagrosos. Mejoraban rápidamente el estado de ánimo y no parecían tener efectos contraproducentes. Divorcio, duelo, problemas laborales... ahí estaba la píldora diaria para echar una mano con la situación y con cualquier situación que provocara tristeza. Y muchas personas han seguido tomando de por vida esos fármacos. Hoy en día, en los países occidentales, entre una de cada siete y una de cada diez personas toma antidepresivos.

Sin embargo, el lustre de los ISRS se ha desvanecido. Un número creciente de estudios demuestra que son menos eficaces de lo que se pensaba. A menudo, las compañías farmacéuticas publican los resultados de los ensayos clínicos de forma selectiva y ocultan aquellos en los que los fármacos no funcionan bien. Un análisis llevado a cabo por científicos independientes de los resultados de todos los ensayos presentados ante las autoridades estadounidenses reguladoras de los medicamentos entre 1979 y 2016 llegó a la conclusión de que los antidepresivos sólo tenían un beneficio sustancial más allá del efecto placebo en el 15% de los pacientes.

Pautas clínicas revisadas

En los últimos años, las pautas clínicas se han revisado en consonancia con esos resultados. Los fármacos ya no son la primera opción de tratamiento recomendada para los casos menos graves de depresión. En esos casos, son preferibles las guías de autoayuda, la terapia conductual y las recomendaciones sobre aspectos como el ejercicio y el sueño. En el caso del desgaste laboral, una baja por enfermedad puede ser suficiente. Los fármacos deben reservarse para las depresiones más graves, donde pueden de verdad salvar vidas.

El problema es que muchas personas que no necesitan antidepresivos los siguen tomando, y renuevan recetas prescitas años o incluso décadas atrás. Hay que ayudarlos a dejar esos fármacos. Los efectos secundarios son a menudo limitantes y, a medida que las personas envejecen, se convierten en una amenaza para la vida. Entre esos efectos, se encuentran la disfunción sexual (que los afectados describen como "anestesia genital"), la apatía, el entumecimiento emocional, el aumento del riesgo de malformaciones congénitas cuando se toman durante el embarazo y, en las personas mayores, los accidentes cerebrovasculares, las caídas, las convulsiones, los problemas cardíacos y las hemorragias después de intervenciones quirúrgicas. Se trata de una amenaza para los sistemas sanitarios a medida que envejecen los consumidores a largo plazo.

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Muchas personas que no necesitan antidepresivos los siguen tomando 

Pexels

Los médicos rara vez hablan con los pacientes sobre la conveniencia de dejar los fármacos porque temen que eso pueda provocar un retorno de los síntomas depresivos. Sin embargo, para muchas personas puede ser seguro dejarlo. Un ensayo reciente realizado en Gran Bretaña ha demostrado que, incluso entre los consumidores a largo plazo con diversos episodios de depresión en el pasado, el 44% de los pacientes podía dejar de tomar pastillas de forma segura. En los casos más leves, el porcentaje de éxito es probablemente mayor.

Para que se produzca el cambio tienen que ocurrir varias cosas. Los médicos necesitan pautas acerca de cómo dejar de recetar los medicamentos. Las aseguradoras y los proveedores de servicios sanitarios (como los diversos servicios nacionales de salud británicos) deberían empezar a pagar por formas de administración de los fármacos que ayuden a quienes desean dejar de tomarlos, pero necesitan hacerlo de forma gradual para evitar efectos graves de abstinencia. Entre ellas, se encuentran las fórmulas líquidas, las tiras de reducción gradual que contienen píldoras con concentraciones progresivamente menores y los servicios de farmacias que preparan fórmulas magistrales y dosis a medida. En los Países Bajos, el 70% de quienes utilizan tiras de reducción ha conseguido dejar de fumar con éxito.

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Todo ello podría costar más que la actual renovación de recetas. Sin embargo, con tantas personas consumiendo esos medicamentos, los costes de los efectos secundarios no tardarán en acumularse. Y, si añadimos el sufrimiento de los millones de personas que han visto cómo las prescripciones inútiles les hurtaban las alegrías comunes de la vida, las razones a favor del cambio son irrefutables.

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Traducción: Juan Gabriel López Gui

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