martes, 18 de octubre de 2022

Damanhur, la secta que inspiró la religión de "Avatar"

 

Damanhur, la secta que inspiró la religión de "Avatar"

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Los na’vi de “Avatar” profesan una religión animista y no dualista: adoran a Eywa, la Madre de Todo, y no aceptan una separación entre Dios y sus criaturas. Aunque las estribaciones de los Alpes, al norte de Turín, en nada se parecen a las selvas de Avatar, allí se erige Damanhur, una comunidad de corte new age integrada por un millar de personas cuya religión sirvió de inspiración a James Cameron para crear “Avatar”.

Igual que los na’vi viven en torno a un gran árbol-madre-espíritu, los damanhurianos tienen escondido el centro de su espiritualidad bajo tierra: en su fastuoso templo subterráneo. Además,

“tanto los Na’vi como los ciudadanos de Damanhur subrayan el valor de pertenecer a un «pueblo» que no es solo étnico sino iniciático y voluntario. Los damanhurianos se saludan, reconociendo la profunda comunión que rige entre ellos, con las palabras «Con te», (contigo) no con el habitual “buongiorno” (buenos días); lo mismo hacen los Na’vi diciendo «Ti vedo» (te veo)”, según Massimo Introvigne, director del Centro para el Estudio de Nuevas Religiones (CESNUR).

La historia de Damanhur es, cuando menos, sorprendente: en 1976 un ex vendedor de seguros, llamado Oberto Airaudi decide poner en práctica las visiones místicas que tenía desde niño.  Cuando encuentra el lugar adecuado, en Valchiusella, a unos kilómetros de Turín, compra unos terrenos y junto a un grupo de amigos con los que compartía las mismas inquietudes espirituales empieza la construcción de un templo subterráneo y secreto, que ha acabado convirtiéndose en una maravilla arquitectónica, a mitad de camino entre una recreación de la Atlántida y el decorado kitsch de una película de faraones de Hollywood.

Decía más arriba “secreto” y así estaba llamado a ser el templo pagano de Damanhur si no fuera porque un antiguo miembro del grupo (a estas alturas convertido en secta) alertó a las autoridades de su existencia en 1992. Las carabineri se plantaron en la República Damanhur –como se hace llamar la comunidad- y amenazó con hacer volar la montaña entera si no les dejaban entrar al templo. Lo que encontraron bajo tierra les dejó pasmados -incluso para los ojos de un policía, curados de todo espanto-: 91.000 metros cuadrados de estancias decoradas estilo horror vacui, con distintos templos cuya finalidad es “ilustrar, ni más ni menos, que la Historia del Mundo, de la Naturaleza y de la Humanidad”, en palabras de Wilbur Mercer, autor del notable blog La Caja Negra. El inmenso templo es sólo el 10% del plan previsto.

Los integrantes de la comunidad Damanhur adoptan nombres de animales y plantas, resultando combinaciones tan estrambóticas como “Macaco Tamarindo” o “Espéride Ananá”. El fundador se ha quitado su nombre de contable, Oberto, y se hace llamar Falco, evitando el ridículo de llamarse como un híbrido de la clasificación de Linneo. Mientras la ONU premia el modelo de autosuficiencia energética de Damanhur, antiguos miembros acusan a Falco y a los suyos de ser una secta destructiva, que ha creado un imperio financiero en torno a sí.

Los damanhurianos aceptan encantados que les comparen con el Edén de “Avatar” pero no se consideran un culto: “No somos una religión sino investigadores espirituales”, dice en una entrevista en YouTube Crotolo, presentado como “embajador” de la comunidad. Fernando Savater fue mucho más expeditivo en su descripción del grupo/secta en un artículo en El País:

(…)su doctrina incluye el pensamiento positivo, las líneas sincrónicas y los ríos de energía, todo el habitual baratillo. También reparten un amuleto llamado self, que según su color cura unos males u otros, pero siempre cura. Los fieles de la comunidad preconizan el matrimonio a un año vista, a cata y prueba, así como investigan para fabricar filetes sintéticos que acabarán con el hambre del mundo. La decoración en oros y azules de sus locales, reproducidos en la revista, son efectivamente tan kitsch como la estética de Avatar.

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