viernes, 18 de noviembre de 2016

SI QUIERES CAMBIAR TÚ VIDA


por Marina on noviembre 16, 2016 in AceptAmbioActuando que es gerundioMindfulness

Un amigo me dijo una vez que el peor insulto que podían dedicarle no era estúpido, ni feo, ni capullo. El peor insulto que alguien podía decirle era “infeliz”. Yo en aquel momento tenía dieciséis años y estaba medio enamorada de mi amigo, porque era la primera prueba que tenía de que existía vida inteligente en el sexo opuesto. Lo de “infeliz” me pareció profundo y acertado. Yo tampoco quería ser infeliz, y mucho menos que los demás se dieran cuenta.
En este mundo tan lleno de posibilidades, donde tantas personas están convirtiendo sus vidas en algo fabuloso, ¿cuán humillante es admitir que no eres todo lo que podrías ser? ¿Que no estás aprovechando todas tus posibilidades, exprimiendo cada minuto, disfrutando, disfrutando y disfrutando sin parar?
Supone reconocer que has fracasado. Y ese fracaso es TU culpa, de nadie más, porque mira que parece fácil. Mira que hay libros, y vídeos, y blogs, y terapeutas, y coaches, y gurús, y técnicas, y viajes, y gimnasios, y tiendas, y restaurantes y, en fin: mira en qué enorme buffet de placer se ha convertido el mundo mientras tú estás ahí, en una esquina, incapaz de avanzar.
Entonces es cuando empiezas a fingir. A lo mejor no eres feliz, pero puedes parecerlo. Así que vamos a hacernos una foto en este restaurante de moda, corre, y vamos a activar la ubicación para que se vea que estamos de vacaciones en París o en Ibiza. Vamos a explicar lo fantásticamente que nos va nuestro negocio, el éxito que hemos alcanzado en el trabajo, la de publicaciones/premios/másters/títulos/honores que acumulamos. Exhibamos nuestras familias. Fíjate en la buena pareja que hacemos, en lo mucho que resplandezco el día de mi boda, en cómo me mira mi marido mientras acaricia mi tripa embarazada, en lo graciosos y listos y buenos que son mis hijos.
Para mantener todo esto en pie hay que hacer concesiones, claro. Nada de contar la pelea horrible que tuvimos en el aeropuerto nada más bajarnos el avión, ni lo hartos que estamos de echar horas en el curro, ni que nuestros hijos nos sacan de quicio o que hace meses que no tenemos sexo. Cállate también los pequeños dramas. No cuentes, por ejemplo, que te aburres, que tienes dudas o que quieres hacer más amigos y no sabes cómo.
En lugar de eso, trata de mantener todas las bolas en el aire y no hagas caso a esa sensación molesta de echar de menos algo y no saber qué. Porque podría ser que entonces tuvieras que admitir que eres in5 alternativas a lafeliz, o podría ser que los demás se dieran cuenta.
El problema es que el precio a pagar es demasiado alto. Es frustrante pasarte la vida persiguiendo algo tan efímero y huidizo. Además, ocultar cómo te sientes de verdad, taponar todas las fisuras de tu vida con sonrisas de Instagram, acaba separándote de los demás humanos porque te hace pensar que en un nivel muy íntimo, muy privado, eres diferente (y peor). Y por último, y esto es lo más importante que quiero contarte hoy, porque la búsqueda de la felicidad podría estar ocupando el sitio de otras prácticas mucho mejores.
De todo eso vamos a hablar hoy. Para eso, tenemos que responder algunas preguntas:

¿Qué entendemos por felicidad?

¿Es esa felicidad, tal y como estamos acostumbrados a concebirla, un objetivo alcanzable y sostenible?

Si no es así, ¿existen opciones mejores?

Voy a darte mi visión del asunto en este artículo. Como siempre, jipi, que la experiencia sea tu árbitro: no te creas nada porque te lo diga yo, sino porque ves la posibilidad de que genere, en tu propia vida, cambios efectivos en la dirección que deseas.

¿Qué es la felicidad, después de todo?

La mayoría de nosotros identificamos felicidad con uno o varios de estos conceptos:

Felicidad es placer. Eres feliz cuando te sientes bien: cuando te enamoras, te diviertes, viajas, lees un buen libro o comes jamón de pata negra.

Felicidad son reforzadores externos: dinero, amor, éxito. Eres feliz cuando consigues X puesto de trabajo, Y cantidad de dinero, tu pareja ideal o los tres hijos con los que siempre soñaste.

Felicidad es estabilidad. Eres feliz cuando por fin te casas, o terminas de pagar tu piso, o sacas una oposición.

Felicidad es perfección. Eres feliz cuando comes sano, haces deporte, eres súper-productivo, tu casa es preciosa, haces manualidades con tus hijos y mandas tarjetas de navidad a todos tus amigos.

Ahora vamos a ponernos el gorro del pensamiento crítico…
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y a plantearnos si todas o alguna de estas definiciones de felicidad son alcanzables y si pueden mantenerse durante un tiempo más o menos largo.

El mito del placer, o “no todo va a ser jiji-jojo”

La frase “no todo va a ser jijij-jojo” es de mi madre, y viene a decir algo que, si ya hace tiempo que lees este blog, te sonará: no se puede experimentar placer todo el rato. No está en nuestra naturaleza. Es imposible.
La razón es que si fuera posible, la Humanidad se habría extinguido. Si lograras llegar a un estado de éxtasis total y continuado, no tendrías ninguna motivación para moverte: no trabajarías, ni comerías, ni harías pis, y morirías muy rápido, quizá de una explosión en tu vejiga.
Mini-experimento personal: piensa en una época que consideres muy feliz en tu vida (si no tienes ninguna, puedes pensar en un día muy feliz. Y si tampoco tienes ninguno, puedes pasar al segundo mini-experimento personal).
Ahora trata de recordar algún pensamiento/sensación desagradable que tuvieras durante tu época feliz o tu día feliz. Quizá sentiste ansiedad o dudas en algún momento. Seguro que al menos sentiste hambre, sed, sueño o ganas de ir al baño.
Mini-experimento personal 2: túmbate en la cama o en el sofá todo lo cómodo que puedas. Coloca tantos cojines y mantas como sea necesario, regula la temperatura de tu casa, etc. Cronometra el tiempo que tardas en sentir una incomodidad: en que te pique algo, querer cambiar de postura, aburrirte, que te entre hambre…
La vida es una sucesión de sensaciones agradables, desagradables y neutras, y tenemos mucho menos control sobre ellas del que pensamos. Lo peor del asunto es que todos hemos experimentado esto en nuestras carnes, pero el mito de la felicidad es tan poderoso, nuestro empeño en fingirla es tan intenso, que creemos que el problema es nuestro y que otros sí que lo sienten así.
Además, no solo conviene que nos preguntemos “¿es factible sentir placer todos los días, a todas horas?”, sino “¿qué otras cosas de la vida me estoy perdiendo, qué estoy dejando pasar, cuando busco ese placer ininterrumpido?”.

Pues no era para tanto”, o por qué tus objetivos no te hacen feliz

Ya te comentaba en el artículo que escribí sobre Cómo utilizar la escritura para ganar claridad, que ni siquiera lograr tus objetivos más ambiciosos te da una felicidad duradera.
En uno o más ámbitos de tu vida, estás viviendo lo que una vez soñaste para ti. En mi caso, por ejemplo, recuerdo que cuando estudiaba en Granada, vivir aquí una vez acabada la carrera me parecía imposible, algo sacado de una fantasía; y, sin embargo, aquí estoy, y sigo experimentando insatisfacción muy a menudo.
Y aquí es cuando alguien, quizá tú mismo, te dice: el problema es que no era el objetivo correcto, o que no has apuntado lo bastante alto. Dream big. Dispara a las estrellas. Etc. etc.
Y yo te pregunto: cuando una solución a la insatisfacción (lograr objetivos) no te está funcionando, ¿qué te hace pensar que aplicar más cantidad de la misma solución (lograr objetivos mayores) funcionará mejor? Es como tratar de apagar el fuego con gasolina y creer que el problema es que no has echado suficiente.
Lograr objetivos no genera una felicidad duradera a causa de la habituación, que es una manera fina de decir que a todo se acostumbra uno. Si nos exponemos al mismo estímulo el tiempo suficiente, la respuesta disminuirá y en algunos casos incluso desaparecerá. Por eso te acostumbras a la casa de tus sueños y al Maromo Definitivo.
Además, la habituación es todavía más rápida con las emociones positivas. La alegría dura menos que la tristeza. ¿Por qué? Pues qué sé yo: una de esas molestas decisiones de diseño del Rey del Cosmos (como diría el Ezcritor) que nadie entiende. Como lo de cambiar cada dos por tres el cargador del iPhone. La explicación más probable es que las emociones desagradables son mucho más eficaces para motivarnos y generar movimiento que las agradables.
Mini-experimento personal: piensa en qué objetivos tienes ahora que en el pasado te parecían inalcanzables y maravillosos. ¿Cómo valorarías, del uno al diez, la felicidad que te causaron en su momento? ¿Y la que te generan ahora? No cuando te paras a pensarlo, sino diariamente, en tu vida cotidiana.

La estabilidad es la mayor mentira del mundo

A medida que me hago mayor, y veo a mi alrededor bodas dudosas, convivencias horribles o trabajos frustrantes, me sorprende lo que la mayoría de nosotros hacemos por tener estabilidad. La incertidumbre es tan desagradable para nosotros que preferimos lo malo conocido y el pájaro en mano.
Eso estaría muy bien si realmente tuviéramos la expectativa de lograr estabilidad. Pero (y esto es difícil de asumir, créeme), la estabilidad no existe. Tarde o temprano, las cosas cambian. Y mientras más tardan en hacerlo, mientras más nos instalamos en nuestro falso palacio predecible, más nos sacude el cambio cuando sucede.
Vemos ejemplos de esto todo el rato. “Cómo es que se ha muerto, con lo bien que estaba”; “por qué se habían separado, si parecían la pareja perfecta”. Y pensamos que si nos esforzamos lo bastante por asegurar el andamiaje de nuestra vida, podremos protegernos del dolor y de la pérdida.
Mini-experimento personal: busca en tu propia vida ejemplos de estos cambios. ¿Ha habido alguna situación que se mantenga invariable desde que empezó? Incluso si llevas 30 años con la misma pareja, ¿habéis cambiado desde que empezásteis? ¿Qué es distinto ahora? ¿Se acabará esta pareja o esta situación en algún momento (pista: la respuesta a esta pregunta siempre es “sí”)?

La solución a la imperfección no es ser aún más perfecto

Internet nos pone fácil aprender sobre casi todo. Esto hace que nos veamos cada vez más como seres capaces de asimilar información y cambiar muy rápido. La cara oscura de esto es que la perfección absoluta se ha vuelto un mito mucho más presente que hace unas décadas.
El entorno nos bombardea constantemente con la idea de que si no lo haces bien, es porque no quieres: porque hay métodos mejores, hacks, tutoriales y todo un mundo de herramientas y gurús a tu disposición. Para colmo, puedes compararte con absolutamente todo el planeta, todo el rato. La idea que hay detrás de esto es que ser feliz es mejorar constantemente, porque además es algo que depende de ti.
El perfeccionismo es un sistema de creencias autodestructivo y adictivo que alimenta este pensamiento principal: si tengo un aspecto perfecto, vivo perfectamente y lo hago todo perfectamente, podré evitar o minimizar los sentimientos dolorosos de vergüenza, juicio y culpa.”
La trampa del perfeccionismo es la siguiente: no existe lo perfecto, pero es muy fácil creernos que la solución a lo imperfecto es, precisamente, más perfeccionismo. Como dice Brené: “cuando, invariablemente, experimentamos el juicio, la vergüenza y la culpa, a menudo creemos que no somos lo suficientemente perfectos: en lugar de cuestionar la lógica errónea del perfeccionismo, nos enredamos aún más en nuestro empeño de vivir correctamente, hacer lo correcto y tener el aspecto correcto”.
Mini-experimento personal: ¿cuáles son tus experiencias con lo perfecto? ¿Has logrado alguna vez hacer algo con tal perfección que hayas logrado escapar de los pensamientos “no soy lo suficientemente bueno” o “podría haber mejorado tal y tal cosa”?

La felicidad no existe, pero hay otras opciones

Todo esto que acabo de contarte no quiere decir que no puedas buscar el placer, conseguir objetivos, lograr una vida más o menos estable o tratar de ser mejor persona. Quiere decir que cuando lo haces para conseguir estados irreales de éxtasis, o para evitar las pérdidas y el dolor inherente a ser humano, la cosa no funciona y la insatisfacción aparece.
Además, hay alternativas a la felicidad mucho más interesantes. Si hemos llegado a la conclusión de que la felicidad tal y como la entendemos (placer, reforzadores externos, estabilidad o perfección) es o inalcanzable, o poco sostenible, sus sutitutos tendrán que:

Ser alcanzables con relativa facilidad, a ser posible en el aquí y el ahora.

Persistir en el tiempo o, al menos, estar a un paso de distancia cuando los necesitamos.

Las alternativas que te propongo son prácticas, es decir: en lugar de buscar un resultado, buscas una intención y la pones en marcha voluntariamente y con frecuencia. Y la intención siempre está bajo tu control.
Te voy a presentar seis de estas alternativas y a darte algunas herramientas para que puedas practicarlas a menudo y cambiar esa elusiva felicidad por una vida mucho más rica y plena.

Implicación (engagement)

Dice Leo Babauta que la mayoría de las discusiones en una pareja en realidad la pregunta que hacen es “¿te importo?”. No se trata de que dejes la tapa del váter abierta o cerrada, sino de que a mí me importa que esté cerrada, ¿y a ti? ¿Te afectan y te preocupan las mismas cosas que a mí? ¿Te importo yo?
¿Cómo cambiaría tu vida si en lugar de tratar de alcanzar la perfección en tu trabajo, pareja, aspecto, etc., simplemente te esforzaras por ser una persona involucrada, alguien a quien le importan las cosas? Te darás cuenta de lo que pueden perdonarte los demás cuando te ven realmente presente y activo en sus vidas y en sus proyectos y, sobre todo, de lo que puedes perdonarte tú.
Implicarte supone también convocar a menudo a tus valores y preguntarte para qué haces lo que haces. Mientras más sentido consigas traer a tu día a día, más fácil te será involucrarte, y viceversa.
Crea tu propia práctica:

¿Qué puedes hacer hoy para implicarte más en algo que te importa?

¿Qué puedes seguir haciendo todos los días?

¿Cómo puedes transmitir a los que te rodean que vuestra relación te importa?

Gratitud

El placer es automático, una respuesta a un estímulo que puedes sentir tú y puede sentir tu gato. La gratitud, sin embargo, solo la tenemos los humanos: es nuestra capacidad de convocar a voluntad, gracias al lenguaje y a la imaginación, lo positivo que tenemos en nuestra vida.
Algo muy importante sobre la gratitud es que no trata de eliminar todo lo oscuro y lo vulnerable de nosotros. No queremos ser como el personaje de Alec Baldwin en Friends: todo el rato como Papá Noel harto de Prozac, echando un polvo en Disneylandia.

Como te he dicho antes, tenemos mucho menos control sobre nuestras emociones del que nos gustaría, y esto también se aplica a crear sensaciones y sentimientos de gratitud. Si empiezas a agradecer cosas en tu vida y no sientes una invasión inmediata de burbujitas felices, no pasa nada.
La clave de la gratitud no es cómo te hace sentir, sino la capacidad que tiene para cambiar tu forma de actuar. Dirigir tu atención a lo que va bien es una manera de quitar atención a los pensamientos negativos y sobreponernos a ellos. Es una forma de recordar lo que de verdad importa y elegir nuestra conducta en consecuencia.
Por ejemplo: imagina que tu pareja te está sacando de quicio. En lugar de dejarte llevar por las quejas y pensamientos de cómo te gustaría que fueran las cosas, ¿qué ocurre si practicas la gratitud? Empiezas a agradecer que tienes a una persona fantástica a tu lado, que estáis bien de salud, que no os falta para comer, y esto hace que resulte más fácil traer al presente tus valores de conexión, amabilidad o cuidado.
Crea tu propia práctica:

¿En qué momento del día podrías agradecer lo que tienes?

¿De qué forma te gustaría hacerlo (mentalmente, escribiendo, hablándolo con un amigo o con tu pareja)?

Compasión

La compasión es una respuesta al sufrimiento ajeno que tiene dos componentes: sentir con el otro (compasión viene de cumpassio, sufrir con alguien) y desear aliviar su sufrimiento.
La magia de la compasión, y la razón por la que la incluyo en esta mini-caja de herramientas alternativas a la felicidad, es que pone nuestro propio sufrimiento en perspectiva. En lugar de enredarnos en nuestros pensamientos y sentimientos, de mirar solo hacia adentro y alimentar cualquier mínima incomodidad rumiándola hasta el cansancio, sales de ti y miras al mundo. Y el mundo es tan grande que cualquier sufrimiento que tengas en este momento se va a quedar pequeño si logras ponerlo en perspectiva.
Además, del deseo de ayudar es de donde nace la acción, y ya sabes que actuar de acuerdo con lo que valoras es la clave para salir de la neurosis y minimizar (que no eliminar) tu malestar cotidiano.
Crea tu propia práctica:

¿Cómo puedes redirigir tu atención hacia los que sufren en tu vida cotidiana?

¿Qué puedes hacer para recordar, cuando alguien te hace daño o te molesta, que él también sufre y que merece tu compasión?

Conciencia plena (Mindfulness)

Me hace gracia la manía que le está cogiendo la gente al mindfulness, y que apostaría a que tiene que ver con que es chungo oír hablar de algo que parece ser tan bueno y que cuesta tanto practicar. Es un poco como tenerle manía a las verduras o a subir por las escaleras en vez de por el ascensor.
La conciencia plena no es más que observar las cosas tal y como son: tus pensamientos, tus sensaciones, tu respiración. Y es tan poderosa porque nuestra infelicidad no es tanto lo que nos pasa como lo que hacemos con lo que nos pasa: darle vueltas, agrandarlo, masticarlo y, sobre todo, dejar que nos paralice.
Si lograras mirar solo lo que te hace sufrir te darías cuenta de que no es para tanto. Hay pensamientos: chungos, feos, pero solo pensamientos, conjuntos de palabras. Hay emociones: desagradables, dolorosas pero, en el fondo, compuestas de sensaciones físicas, de vibraciones, presión, calor, cosquilleo. Mirarlo de esta forma abre perspectivas increíbles de libertad y espacio en medio de nuestro sufrimiento.
Crea tu propia práctica:

¿Puedes encontrar un rato al día para prestar atención a tu respiración, tus sensaciones, tus pensamientos… sin juzgarlos, sin dejarte llevar por ellos, solo observando?

¿Conoces algún recurso sobre conciencia plena o mindfulness con el que podrías empezar a aprender?

Autocuidado

La última alternativa a la felicidad que quiero proponerte (hay más pero, como siempre, este artículo ya va pasadito de extensión) es el autocuidado. Cuidarse es responder a la pregunta: ¿qué podría empezar a hacer por mí hoy mismo que significara tratarme con más amabilidad?
Un ejercicio interesante que propuso Kelly Wilson en una charla a la que asistí recientemente es la “prueba del niño pequeño”. Consiste en pensar en algunos de tus hábitos mejorables. Por ejemplo:

No hago ejercicio nunca.

Me alimento con comida basura.

No me relaciono con nadie y apenas salgo de casa.

Cuando algo sale mal, me machaco.

No duermo lo suficiente.

Ahora piensa en un niño pequeño presente en tu vida: puede ser tu hijo, tu sobrino, un alumno, un vecino… y aplícale cada uno de estos comportamientos.

No dejo que haga ejercicio nunca.

Lo alimento con comida basura.

No le permito que se relacione con nadie ni que salga de casa.

Si algo le sale mal, lo machaco.

No le dejo que duerma suficiente.

Fíjate a qué velocidad lo que en ti mismo te parece normal, quizá mejorable pero, en cualquier caso, nada del otro mundo, se convierte en maltrato cuando te lo imaginas aplicado a un niño. Y ahora pregúntate: ¿por qué para ti sí es aceptable?
Repite conmigo: si no lo haría con un niño pequeño, no voy a hacerlo conmigo mismo.
Crea tu propia práctica:

¿Qué podrías empezar a hacer hoy por ti que signifique tratarte con más amabilidad?

¿En qué personas de tu entorno repercutiría esto? ¿Cómo les afectaría?

¿Qué pensamientos y emociones se ponen en tu camino? ¿Cómo puedes sobreponerte a ellos?

¿Qué hacer con toda esta información?

Lo más importante de este artículo, querido jipi, es que aunque en la vida hay mucho sufrimiento y suceden muchas cosas terribles, también existen estados de apertura y libertad al alcance de nuestra mano, en el aquí y el ahora. Conocerlos, practicarlos y adueñarse de ellos supone reclamar para nosotros una felicidad que va más allá del sentirse “bien”, y que consiste en tener perspectiva, saber que todo pasa y que siempre, siempre podemos controlar nuestras acciones y nuestra intención.
Te deseo mucha no-felicidad en tu vida 
Si te ha gustado y no sabes por dónde empezar, te recomiendo mi ebook gratuito: “¿Por dónde empiezo? Manual de supervivencia para el náufrago cotidiano”. Puedes descargarlo gratis aquí.

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