Oluwole Omofemi, el artista africano que vendía cervezas en la calle y ahora pinta a Isabel II
Exposición en Sitges
De origen humilde, el pintor nigeriano que exhibe en OOA Sitges, se erige en uno de los artistas africanos más cotizados y admirados gracias a sus retratos que entrelazan el#MeToo y el #BlacklivesMatter
Hace unos tres años, el pintor estadounidense Kehinde Wiley, una de las superestrellas del arte actual, retratista “de cámara” de Barack Obama, estaba de visita en casa de unos amigos en Lagos, la capital de Nigeria. En una de las paredes reinaba un cuadro que le impactó. Una mujer de mirada poderosa, pintada en tonos brillantes y efectos hipnóticos. ¿Quién ha pintado eso?, inquirió Wiley.
La pregunta desvió el curso de la vida de Oluwole Omofemi (Ibadan, 1988), ahora convertido en uno de los artistas africanos más cotizados del momento. Es el mismo Oluwole, Femi para los amigos, que ahora recorre la galería Out of Africa de Sitges, que le dedica una exposición en la que todos los cuadros menos uno estaban vendidos antes de ser colgados.
“Es como ir a ver la exposición de alguien que no soy yo, pensando cuándo pinté esto o aquello y ver que es diferente de cómo lo recordaba”. Detrás de esas miradas, esos pelos afros, esas miradas orgullosas casi siempre de mujeres luchadoras en los tiempos del #BlackLivesMatters, hay un sueño que empezó hace mucho.
Era el sueño del chico que desde siempre quiso ser artista y que, a favor, tenía su talento. Y en contra, todo lo demás. Y sin embargo, poco a poco, las piezas fueron encajando hasta convertirse en una celebridad, en un artista respetado y en un referente para los jóvenes pintores del país que ven en él a un ejemplo de que todo es posible.
De pequeño ya lo sabía, quería ver mi nombre en letras de oro; la esencia de mi trabajo, la búsqueda de la felicidad pasaba por la pintura”
“De pequeño ya lo sabía, quería ver mi nombre en letras de oro. Y eso me lo dije desde el inicio, desde hace muchos años. El dinero no lo era todo, pero no quería ser pobre. Era tímido pero quería que me conocieran. La esencia de mi trabajo, la búsqueda de la felicidad pasaba por la pintura”, cuenta recién llegado desde Nigeria.
Para sufragarse sus cuadernos de dibujo, mucho antes de poder pagarse los lienzos, Femi trabajó de lo que se presentaba: “He pasado por muchas cosas y muchos oficios: vendí cualquier cosa en la calle, cerveza, comida, fui aguador, pescadero, camarero, lavé coches, lo que fuera…”.
Ahora, el artista bebe una cerveza y come pescado a la plancha a pocas horas de la inauguración de la muestra A woman’s worth (el valor de una mujer, inspitado en una canción de Alicia Keys), mientras desvela, casi sin querer, su último proyecto, hasta ahora secreto. El artista se ha embarcado en un retrato de la reina Isabel II que será subastado por Sotheby’s a finales de mayo y que, con toda probabilidad, superará los 170.000 euros que constituye su récord hasta la fecha.
“Me ha costado -reconoce- porque para mí no es fácil pintar la piel blanca”. El retrato tiene una composición clásica, de cuerpo entero, pero el estilo es Oluwole. Como sucede con Kehinde Wiley con la cultura afroamericana, Omofemi recrea la vida nigeriana a partir de su entorno más próximo, el de sus amigos.
“La historia africana ha sido fundamental para convertirme en lo que soy y ahora tengo que representar mi identidad”. Así, el pintor reclama una voz para su continente y para las mujeres africanas. Todo concuerda. En yoruba, el diminutivo del artista da mucho juego. Femi, escrito en una sola palabra, quiere decir mujer y Fe mi, separado, significa quiéreme.
¿De qué está más orgulloso? “He conseguido ser una motivación para otros artistas nigerianos, he intentado hacer cosas nuevas y ahora lo que quiero es pintar menos y dedicarle más tiempo a cada pieza, para mí –confiesa- es tan importante la motivación como el legado que pueda dejar”.
Lo dice un chaval de apenas 34 años que ha atraído la atención no sólo de críticos y coleccionistas, también de otros artistas de renombre como Amoako Boafo (1984, Osso Okra, Ghana). Por cierto, Kehinde Wiley acabó visitando al pintor en su estudio de Ibadán. Le compró dos cuadros. Se hicieron una foto que habla de una nueva historia de la Pintura.
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