miércoles, 22 de diciembre de 2021

Un relato sobre la humildad.

 

H U M I L D A D
 
Tenía 19 años cuando comencé a aprender responsablemente el oficio de curandero. La familia había estado esperado hacía tiempo que yo tomara esa responsabilidad; cuando exprese mi gana y mi compromiso, mis mayores me lo agradecieron.
Así, lo que hicieron durante los dos primeros años fue ponerme a cortar leña para las ceremonias, a recoger todas las cosas y a barrer el sitio donde se había trabajado. Yo esperaba que me pusieran a trabajar en sitios más interesantes como cuidar el fuego, o preparar la medicina , pero no.
 
Un día, después de pasar un año cortando leña y limpiando, vino un anciano muy conocido por su sabiduría. Mis mayores y mi padre pasaron el día junto a el, escucharon sus historias, comieron y rieron en su compañía.
 
Yo extrañaba esos encuentros, pues antes de comprometerme a aprender solía pasar tiempo junto a ellos, e incluso estar incluido en el circulo de los Jefes.
Así que ese día, mientras los demás se divertían, yo cortaba leña.
-Al caer la tarde yo seguía con el duro oficio y ni siquiera había comido. Molesto por la falta de atención hacia mi comencé a refunfuñar mientras usaba el hacha.
 
-Ni siquiera me dan de comer-,comentaba para mí.
-Tampoco reconocen mi trabajo, si yo no cortara la leña y limpiara, estas ceremonias no se podrían realizar. Ya ni siquiera me agradecen en la ceremonia por todo lo que hago para ellos. No me toman en cuenta para nada-.
Mi cabeza estaba nublada por aquellos pensamientos de autocompasión.
Mordía fuertemente mi mandíbula y estaba a punto de echarme a llorar como un chiquillo que no recibía un juguete en su cumpleaños. El mundo no se merecía lo que estaba haciendo por él.
 
En eso me encontraba cuando, por no poner atención, falle en el cálculo con un golpe de hacha, y un leño grueso voló por los aires y me dio un golpe seco y duro en la canilla. Enseguida se inflamo y el dolor fue tan grande que tuve que sentarme a frotar mi pantorrilla.
Las lagrimas se me salieron solas por el intenso dolor que sentía. Una vez que paso lo más doloroso, me quede reflexionando.
-¿ qué es lo que tengo que aprender de todo esto?-, me preguntaba mientras intentaba caminar. Así , cojeando y sin derecho a queja, termine de cortar la leña y apilarla cerca del templo.
La ceremonia comenzó y a mí me ubicaron lejos de los ancianos. Estaba sentado con la gente que vino desde afuera a este encuentro. Yo sentía como la hinchazón se agrandaba cada vez mas y el dolor se acentuaba con el frio de la noche.
 
 
Al tomar la medicina , me puse a rezar pidiendo entendimiento. Quería que la medicina me revelara lo que tenía que aprender o cambiar, pero el dolor en mi pantorrilla era tan grande que no pude concentrarme en nada. Hasta que al amanecer, recordé una historia.
Esta historia contaba que las partes del cuerpo tienen relación con las cuatro grandes aprendizajes que el hombre de conocimiento tiene que recorrer. La Humildad, ubicada en los pies y piernas, la Voluntad, ubicada en el vientre, la Sinceridad, ubicada en el plexo, y la Integridad ubicada en la cabeza. Entonces me quede tranquilo con mi propia explicación.
 
 
- ¡ Estoy aprendiendo Humildad ! - , me dije.
Al acabar la ceremonia, me acerque al anciano y le conté todo lo que viví. Orgulloso le conté mi conclusión.
- ¡Estoy aprendiendo Humildad! - , le dije fuertemente como si quisiera que más personas me escucharan.
El anciano me miro y con severidad me dijo.
-No hijito, no estás aprendiendo Humildad. Estas aprendiendo a cortar leña-.

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