lunes, 20 de abril de 2020

TENGO UN MIEDO A MORIR QUE NO ME DEJA TRANQUILO. ¿QUÉ PUEDO HACER?

TENGO UN MIEDO A MORIR QUE NO ME DEJA TRANQUILO. ¿QUÉ PUEDO HACER?


-Hasta los 50 años padecí, como tú, el miedo a morir. Cuando tenía 5 años, mi padre, ateo fanático, me dijo: “¡Dios no existe! ¡Envejecerás, morirás y te pudrirás! ¡Después no hay nada!” Sin el paraíso post- mortem que me inculcaban en la escuela, perdí toda aspirina religiosa. Aterrado, crecí sintiendo que mi cuerpo era un nido de gusanos… 

Cuando cumplí 9 años, mi madre, entre sollozos causados por los puñetazos que mi padre le había dado, me dijo: “Borracho, tu padre, me violó. Naciste a pesar de que traté de abortarte. ¡Después de parirte hice que me anudaran las trompas, para nunca más ser inseminada por ese asesino:.!” Desde entonces el miedo a morir empañó mi vida. Pese al psicoanálisis que me hizo en Cuernavaca, Méxixo, el famoso terapeuta Eric From, a causa de la maldición de mi padre y el miedo fetal a ser expulsado del vientre de mi madre, el miedo a morir persistió 50 años.


Mi encuentro con el monje Zen Ejo Takata, con quien medité durante 5 años, mitigó mi angustia. Él me pidió dar una respuesta a esta pregunta: “¿No comienza, no termina, qié es?”
No pude darle una respuesta satisfactoria.. Me gritó: “¡Intelectual, aprende a morir!”. Comprendí por fin la raíz de mi miedo. ¡Morir era natural, mi miedo era mental! “Si dejas tu mente, vacía de palabras, en silencio, tu angustia se esfumará.” Cada vez que la certeza de que un día tendría que morir me torturaba, comencé a dejar de pensar, no aferrándome a las palbras. Imaginaba a mi mente como un cielo azul, por donde desfilaban como nubes las palabras. Las dejaba venir e irse, sin atarme a ellas. Eso bastaba para calmarme, permitiendo que un sueño benéfico me embargara.


Me dijo Ejo Takata: “En la noche, cuando el deseo de dormir te embarga, por más que tratas de percibir cuándo te duermes, nunca lo logras. No puedes ser consciente de ese momento. Sin darte cuenta te duermes simplemente. Al despertar no sabes cuánto has dormido. ¿Una hora, ocho horas, un día entero? Imposible saberlo. Eso mismo te sucederá en el momento de morir. Sin darte cuenta, en un segundo perderás la conciencia. Si hay algo desùés de la muerte, tal como te sucede cada día al dormir y luego despertar, tu renacimiento te parecerá instantáneo, aunque hayas reposado en la nada mil años o más. Si no hay nada, no te darás cuenta de nada. Vacuidad sin un YO que la perciba, los muertos no sufren. “Enséñale a tu mente a morir. Suelta las amarras, vive libre. Lo que tú no puedes hacer, deja que se haga. El universo –o Dios, si así quieres llamar al Misterio Sin Nombre- sabe lo que hace. Si todos morimos es porque así es necesario.



Desde entonces, cada noche, cuando acude mi miedo fetal a la muerte, me desprendo de las palabras, dejo de pensar y me integro a mi conciencia silenciosa. Sin darme cuenta me sumerjo en un tranquilo sueño.
Amigo mío, en lugar de torturarte por la muerte, aprende a alegrarte por la vida. 

Alejandro Jodorowsky.

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