Hay quienes se manejan bien en el miedo. Quienes, paradójicamente, se sienten seguros en él. Quienes creen que la vida siempre está al acecho. Quienes creen que cualquier peligro les va a elegir a la vuelta de la esquina.
Miedo a la vida. Miedo a la muerte. A la enfermedad. A la pérdida. Al dolor. ¿Miedo a qué?
¿A qué tienes miedo? ¿A qué?
Supongo que yo también tengo miedo. Está tan escondido que no le siento. Estoy acostumbrada a perder. Sea lo que sea. Nací con la marca de dos grandes pérdidas. Y mi vida transcurre de pérdida en pérdida. Como si una de mis grandes lecciones de vida fuera desapegarme. Apegarme sólo a mí misma. Y de vez en cuando, desapegarme de lo que creo que soy. Y transformarme. Confío en la vida ¿Por qué? Yo que sé. Me ha demostrado tantas veces que me cuida, después de todo, pase lo que pase me sostiene, que no he tenido más remedio que rendirme ante ella. Y entregarme. Ni siquiera tengo que hacerlo. Es ella quien me guía. He muerto tantas veces en mi vida, y tantas en estos últimos diez meses que no tengo miedo a morir. De hecho ya me he encontrado con la experiencia de la muerte. Ya he tenido mi ECM y sé lo que es morir de verdad. Sé lo que es morir sin dolor y con dolor. Sé lo que es morir sin esperarlo y sé lo que es morir esperando a la muerte. Sé lo que es morir sola. Y sé lo que es morir acompañada.
No suelo enfermar. Enfermar es tener un conflicto emocional que no atiendes. ¿Miedo a qué?
Estamos fuera de control. No controlamos nada. Absolutamente nada. Los esfínteres. El llanto. Las emociones. Poco más.
¿Miedo? El miedo nos protege. Sí. Eso dicen. También los limita. Nos avisa.
Nuestros miedos piden atención. Los custodia nuestro niño o niña interior. Así que el miedo es tu niño herido no atendido. Una experiencia real o imaginaria que te pide mirar en tu interior. Adentro. No fuera. Estás lleno de virus y bacterias. Sin ellos moriríamos ¿Entonces?
¿A qué tienes miedo?
Supongo que tengo todos esos miedos. Deben estar por ahí. Quizá tengo miedo a no vivir. No vivir es morir. Morir ya he muerto.
Cuando pierdes el miedo a morir el miedo no se va. El miedo siempre se queda. Se queda a vivir contigo.
Así con todos los miedos. Supongo que acabas haciéndoles tu amigo. Quizá por eso dejas de sentirle como un enemigo. Y puedes seguir tu camino.
Dialoga con tu miedo. Mírale a los ojos. Deja de ponerle de excusa. Permite que descanse. Y descansa tú. Con miedo o sin él. Descansa. Descansa en tu miedo porque, seguro, que tiene algo muy importante de ti, que des_cubrirte
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