Me quiero. Y tú que estás leyendo ésto dirás que es una tontería, que te parece normal. Pues no. No te creas que es tan fácil. A ver cómo lo haces tú. Quererte.
Quererte es difícil. Mucho más de lo que te puedas imaginar. Fíjate si es difícil que ni siquiera nos lo planteamos. No lo hacemos porque lo que solemos hacer es querer que nos quieran los demás. Eso es mucho más fácil que quererse uno mismo. Porque cuando empiezas a quererte los demás dejan de hacerlo. No saben qué te ocurre. Y es normal. Tienen que empezar a quererte otra vez. Pero como eres ahora. Y les es muy difícil. Porque cuando te quieres, aprendes a decir no cuando quieres decir no. Aprendes a decir sí, cuando tú quieres, no cuando los demás quieren que lo digas. Y eso les disgusta. Porque ya no saben cómo quererte. Si es que alguna vez te han querido.
Cuando te quieres aprendes a empoderarte. El empoderamiento famoso y dichoso del que todo el mundo habla y muy pocos lo conocen de verdad. Porque no se trata de decir me quiero. O te quiero. O me empodero y ya está. Pues no hay trabajo que hacer. Tienes que deshacer toda una vida. Y no es tan fácil. No es como deshacer un jersey. Cuestión de horas. Días como mucho. No. No es tan sencillo. Por eso la mayoría de la gente prefiere que te quieran a quererse. Aunque te quieran poco. O mal. O a su manera, siempre y cuando se aseguren de que les quieras tú como ellos quieren. Así nos va.
Quererte. Quererte implica quedarte a tu lado y a veces eso significa no estar de lado de los demás. Quererte implica que los demás puedan darte de lado. Quererte significa tener valor para sostener tu verdad. La tuya nada más. Y abrirte a otras verdades. Quererte significa dejar de decirte mentiras. Quererte significa hacer un pacto contigo misma. Comprometerte contigo. No defraudarte. Perdonarte si lo hicieras. Dejarte de culpas y asumir tu propia responsabilidad.
Quererte es dejar de echar la culpa a los demás porque ya nunca más vas a permitir que te dañen. Quererte significa no hacer nada que no quieras. No traicionarte.
Quererte significa llorar aquellas cosas que aprendiste a no llorar y dejar de llorar todas esas otras por las que siempre lloras.
Quererte significa ordenar y priorizar lo superficial, lo importante y lo urgente. Y relacionarte desde ahí, contigo mismo y con tu entorno.
Quererte implica afrontar el rechazo. Te aseguro que vas a toparte con el rechazo y la soledad más absolutos. Casi despiadados. Con los murmullos. Con las miradas soslayadas. Con la incomprensión. Con la presión exterior. Y la tuya propia interna. Vas a ser una puñetera olla a presión. Y vas a tener que quedarte ahí. Contigo. Para quererte. Nadie más puede hacerlo por ti.
Quererte implica querer desertar en algún momento. Y vas a tratar de hacerlo más de una vez. Quererte significa negociar con la incertidumbre y con la duda. Y convertir tu amor hacia ti en tu mejor certeza.
Quererte es no abandonarte. Pase lo que pase. No ceder ante ningún chantaje. No permitir ninguna manipulación. Interna o externa.
Quererte es negociar con tus partes rotas. Y fulminar todo lo que no eres en un segundo que parece una eternidad.
Quererte es sentirte fuera de este mundo. Para descubrir otro mundo.
Quererte es atravesar la noche oscura del alma. Donde parezca que no hubiera ni un sólo atisbo de luz. Y tenerte que encontrar a ti misma en un rincón. Asustada. Herida. Dolida. Incomprendida. Y abrazar todo eso que se está moviendo en ti.
Quererte es mirarte al espejo y sostener esa imagen que te devuelve tu propio reflejo.
Quererte es amarte sin que sepas muy bien cómo es eso de hacerlo sin traicionarte.
Quererte es pedirte perdón. De corazón. Y darte cuenta de todas las veces que has renegado de aquello que es tu don.
Quererte es limpiar cada rincón de ti misma. Descubrir todas aquellas creencias sobre las que se asienta un personaje que has ido creando para no tener que ser tú y que te quieran. Total para nada. Porque quien te quiere por lo que no eres no te quiere a ti. Y quien no te quiere es porque no se quiere. Y quien no se quiere no sabe querer. Busca que le quieran a él. Quererte es éso. Salirte de ese círculo vicioso. Y créeme que no es tan fácil. Tienes que salirte de la rueda. Tienes que desertar. Pero no de ti. De querer que te quieran los demás.
Cuando te quieres, te quieren. Y si no lo hacen no te lo tomas a título personal. Porque ya sabes que están en el círculo. Rodando. Como lo haría un hámster tratando de perseguir el amor, sin poder encontrarlo. Hay que salirse de la rueda de querer que te quieran para empezar a quererte tú.
Me quiero. Cada día un poquito más. Y cuando te quieres. Cuando te quieres de verdad. Ya no hay vuelta atrás. No volvería a ese infierno jamás. Al de que los demás no me quieran por lo que no soy. Prefiero que no me quieran por lo que soy. Porque eso significa, al menos, que yo me quiero.
Resonando en cada palabra.
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