La flor de lis. Por Rebecca van Winter
¿Una flor venida de otro mundo?
¿Qué simboliza la flor de lis? ¿De donde viene la flor milenaria? ¿Es cierto que fue la flor transferida y preferida de los anunakis? ¿Es el símbolo de los descendientes de Jesús de Nazaret? ¿Por qué las casas reales la utilizan en sus escudos?
La monarquía está de moda, bueno,
siempre está de moda desde que el ser humano habita este planeta, y
necesitamos de alguien que nos lidere.
Sí, no mires este artículo con cara de alucinado, liderar significa
dirigir o estar a la cabeza de un grupo, de un partido político, de una
competición, etc.
Pero tranquil@ que no voy a hablar de la abdicación dedDon Juan Carlos I y del nuevo rey que se aproxima, don Felipe VI.
No, ya hemos sido saturados y seremos saturados con información a favor y
en contra de las virtudes y defectos de una persona que ha liderado una
nación. Solo me gustaría resaltar —por eso de la coherencia que siempre
deseo imponer a todos estos pensamientos en voz alta a los que llamo
artículos— que, antes de juzgar a un semejante, se debe de sopesar en
una balanza lo positivo y lo negativo que esa persona ha realizado en su
vida, laboral o personal y, dependiendo del lado que se incline ésta…,
ser juzgado.
Eso al menos pensaban y realizaban los egipcios cuando el alma de un
difunto pretendía pasar a la vida eterna, y creo que ahora, en estos
tiempos, en este siglo XXI, lo olvidamos con demasiada facilidad
dejándonos llevar solo por el aspecto negativo.
Bien, decía que no voy a hablar de abdicaciones o monarquías pero sí este artículo tiene algo que ver con ellas, con el emblema que las caracteriza y del que muy poco conocemos: la flor de lis.
¿De dónde viene la flor de lis?
No se sabe con exactitud cuál es la procedencia de esta esbelta y bella flor cuyos colores predominantes son el blanco, el amarillo y el rojo, pero voy a acercar una leyenda que cayó en mis manos hace relativamente poco y estoy convencida de que no te dejará indiferente, es más… te sorprenderá.
La leyenda que hoy presento en sociedad cuenta que la flor de lis es la más antigua de nuestro planeta, que fue traída a la Tierra por unos seres que vinieron del cielo, que se enamoraron y se quedarán aquí… en nuestro planeta, y así está representado en la primera cultura oficial que conocemos: la cultura sumeria.
En la cultura mesopotámica, vemos la flor de lis engalanando y
embelleciendo el entorno de sus principales dirigentes, de sus líderes o
jefes, haciendo más cómoda y bella su estancia. Un ejemplo de la
representación de la flor se puede apreciar en la puerta de Istar que mandó realizar el emperador Nabucodonosor II en el año 575 a. C., o en numerosas tablillas sumerias.
De ahí —de Mesopotamia— fue exportada hasta Egipto donde la tradición y
la cultura egipcia adoptaron la flor del lirio como símbolo
representativo de la diosa Isis, reina de todos los dioses, reina de la
sexualidad y de la fecundidad. Se cree que en Egipto comenzó el mito de
la divinidad de la flor de lis y por eso fue esculpida en los capiteles
que adornan algunos templos egipcios y fue pintada y recreada esa flor
venida del cielo.
Las culturas posteriores a la egipcia también la apadrinaron y
representaron esculpiéndola en numerosos adornos reservados para
embellecer a la alta alcurnia, que eran de los pocos que se podían
permitir poseer tiaras, collares, cetros y abalorios varios, como
diríamos ahora.
Posteriormente, la flor de lis fue adoptada y esculpida en monedas griegas, romanas y galas, y aquí, en la Galia—en Francia—, me detengo con tu permiso, para volver más tarde.
Volveré más tarde porque no quiero que pierdas la perspectiva histórica, pues la flor del lirio no solo se encuentra en este lado del mapa, su representación también se puede observar en América o Asia y además corresponde a tiempos muy, muy remotos.
En America, por ejemplo, la flor de lis, llamada flor del atardecer o estrella vespertina, siguió conservando el estatus de sagrado que confería pertenecer a la realeza, es decir, a las personas más cercanas a los dioses, a su Quetzalcoat, su deidad de la sabiduría. De ahí pasó a los mayas, a los toltecas, aztecas, etc., y mil y un ejemplos se nos muestran en forma de bajorrelieves, esculturas, objetos de decoración, etc.
En Asia también hallamos la flor de los reyes y con la misma simbología pero con una variante: transformada en forma y en nombre que también seguro te suena. La flor de loto.
¿Qué simboliza la flor de lis?
Cuando examiné la leyenda que presento en sociedad, e indagué en esta flor esbelta y elegante, encontré el mismo patrón en todas las culturas, el mismo legado dejado de unas a otras sin importar el tiempo ni el espacio, encontré la misma simbología.
La flor de lis fue adoptada como un símbolo real y traspasada de cultura a cultura.
La flor de lis fue adoptada como la unión del hombre con Dios.
La flor del lirio se convirtió por los siglos de los siglos en el
símbolo de la honorabilidad, de la generosidad, de la perfección, de la
luz, de la vida, de la bondad, de la pureza del cuerpo y del alma.
La flor de lis se convirtió en la transmisión simbólica del código genético, y simbolizaría la resurrección y la vida.
La flor de lis se convirtió, y aquí hago el segundo inciso, en el símbolo de los descendientes de los dioses.
Pero… ¿por qué?
Tú que ya me vas conociendo sabes que no me conformo con mirar la superficie y me gusta indagar, profundizar en todas las historias, las leyendas, hasta comprenderlas.
Pues bien, vamos a tirar de eso llamado imaginación para situarnos en aquella época, para trasladarnos hasta la antigua Mesopotamia, un lugar rico, un vergel, un paraíso.
Nos trasladamos a la hermosa Babilonia, la ciudad que ha perdurado a través de la literatura hasta llegar a nuestros días, pero también puede nuestra imaginación volar hacia cualquier ciudad, cualquier mega-urbe cincelada, creada y esculpida por una raza de seres que colonizaron nuestro planeta.
Sí, me estoy refiriendo a los anunakis.
“los anunakis, esos seres que vinieron del cielo del planeta Nibiru, los hijos de Anu que repoblaron nuestro planeta hace millones y millones de años creando y dando vida en “la casa de modelar” a una parte de la humanidad tal y como hoy la conocemos”. (Cita de la novela LO INESPERADO)
Esos seres que vinieron a nuestro planeta buscando nuestros recursos naturales pero decidieron permanecer más tiempo del programado en él al enamorarse del planeta Tierra, aunque para ello tuvieran que solventar el único obstáculo que los detenía.
Los anunaki eran incompatibles, genéticamente hablando, para sobrevivir en la Tierra, pero raza superior, como eran, dotados de una inteligencia superior, conocedores de botánica, genética, física, matemáticas, astronomía —entre otras muchas cosas—, crearon un entorno apropiado a las condiciones de la Tierra. Para ello tuvieron que adaptar plantas, animales, y crear una mano de obra barata ajustada genéticamente al clima del gigante azul para así convertirlo en su hogar.
Esta planta, la flor del lirio, se aclimató enseguida a su nuevo hogar y repoblaron con ella los palacios donde habitaban.
De ahí se impregnó en el imaginario colectivo el icono de esa flor, la
flor de lis, como la flor de la realeza, de la perfección, la unión de
hombre con los dioses o lo que es lo mismo… la imagen que los súbditos
veían.
Entonces, ¿de dónde viene el concepto de linaje real? ¿Por qué todas las monarquías lucen la flor de lis?
Esta pregunta me la formulé tras enterarme de la leyenda que hoy presento.
La primera referencia que se tiene de adoptar la flor de lis como emblema o estandarte real viene del día de la coronación del rey Clodoveo I en el siglo V d. C., donde luce por primera vez la flor en sus estandartes: una flor de lis en oro sobre un fondo azul que se utilizaría desde ese mismo instante como símbolo de la monarquía francesa y también como un icono de la buena suerte, la pureza, la divinidad y honorabilidad que llevarían sus ejércitos a los territorios conquistados.
Para quien no esté muy puesto en
historia y haciendo un resumen muy corto, diré que Clodoveo I fue el
“primer emperador conocido de la Galia-Francia” tras la muerte de Rómulo
Augusto, el último emperador de Roma.
Él, hombre astuto, aprovechó la inestabilidad política de un coloso en
decadencia —Roma— para anexionar y extender los límites de su reino
apoderándose de los territorios galos. Unos territorios que debemos
poner en un contexto histórico y conocer que los reyes de esos
minirreinos duraban lo mismo que un pastel en la puerta de un colegio:
nada.
Cuenta la leyenda —y aquí viene lo
interesante y sorprendente, por lo menos para mí— que en estos
territorios anexionados vivía la comunidad cátara, denominados los
puros, defensores a ultranza de las verdaderas enseñanzas de Jesús de
Nazaret transmitidas de padres a hijos de manera verbal y también
narradas y escritas en legajos que custodiaban con su propia vida si era
menester.
Pero había algo más…
La comunidad cátara velaba por la seguridad de los descendientes del verdadero linaje real: los descendientes de María Magdalena y de Jesús de Nazaret instalados en tierras galas tras la muerte del Nazareno en la cruz.
Clodoveo I, casado con Clotilde, que era cristiana y cátara para más señas, habría mostrado a su esposo unos textos, unos
papiros antiquísimos donde se indicaba el verdadero significado de la
flor de lis y su procedencia no terrenal de unos seres más avanzados que
vinieron del cielo.
Él encontró interesante el dato que le facilitó su esposa y adoptó
rápidamente la flor divina como emblema en sus estandartes para atraer
suerte a sus huestes.
Pero la leyenda narra más detalles: la flor de lis habría sido utilizada por estos avanzados provenientes del cielo como una flor medicinal al poseer propiedades curativas, entre otras, la de tónico de la longevidad, fortalecedor de las defensas en las personas, favorecedor de una mayor actividad circulatoria y como regenerador. Vamos, lo que hoy conoceríamos como un vasodilatador, regenerador de células y potenciador de las defensas del ser humano.
Cuando terminé de leer esta leyenda, la verdad… respiré profundo… muy, muy profundo, y no solo por las propiedades curativas de la planta de las cuales los amantes de la información pueden recurrir a san Google y comprobarlo. Confieso que yo no tenía ni idea.
Respiré profundo por la carga histórica, porque, si bien es cierto que a Clodoveo I se le conoce como el primer emperador de la línea merovingia y el propulsor de las casas reales actuales, de las cuales todas en mayor o menor grado y medida están emparentadas entre sí y cuya flor de lis está en casi todos sus escudos —comprobar el de los Borbones por ejemplo—, no es menos cierto que en nuestro imaginario tenemos cosidas todavía las enseñanzas del “Código Da Vinci”, la novela de Dan Brown, que nos explica con pelos y señales que los merovingios eran los descendientes directos de Jesús y María Magdalena.
Entonces, ¿qué quiere esto decir, que las monarquías están emparentadas con Jesús y María Magdalena?
Comprenderás que lo que iba a ser un simple artículo sobre la flor real, la flor de lis, se ha convertido en una fuente inagotable de investigación, porque numerosas dudas y preguntas me asaltan.
Preguntas sobre los anunakis, tan de moda últimamente y de los cuales ya hablé al escribir mi novela.
Preguntas sobre los cátaros, sus verdaderas enseñanzas y los documentos que poseían y custodiaban. ¿Dónde están? ¿Qué son?
Preguntas sobre los linajes reales. ¡Interesante!
Ya me vais conociendo. Lo dejo aquí: un artículo abierto que iré desarrollando contestándome todas y cada una de las preguntas. Y, por supuesto, te animo a ti a participar, a llenar esas lagunas si te gusta como a mí conocer la verdad.
Rebecca van Winter (Junio 2014)
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