MANUEL E. RUBIO GAGO
FRANCISCO J. RÚA ALLER
En la esfera del mundo mágico y usados como profilácticos contra el mal de ojo producido por las brujas y, en general, contra otras enfermedades, las gentes, desde los tiempos mas remotos, han tratado de valerse de ciertos tipos de objetos de diversa índole y procedencia. El sincretismo de ciertos objetos de culto paganos con un exacerbado sentido de la religión que dirige sus pasos hacia la religiosidad popular dieron origen a la creencia en que ciertos objetos (amuletos y talismanes) pueden preservar o contrarrestar ciertos padecimientos de quien los posee: mal de ojo, hechizos, etc.
Algunos de estos amuletos tendrán, además, otras propiedades que irán mas allá de la mera profilaxis, como es el caso de los símbolos fálicos: preservativos contra el mal de ojo y a la par preciados símbolos de fertilidad con unas raíces que se hunden en el albor de la Humanidad.
Dentro ya del mundo de los cultos de fertilidad nos toparemos con ciertas piedras que las gentes afirman poseen propiedades fertilizantes para las mujeres y hembras animales estériles.
Finalmente dedicaremos un espacio al aspecto de los filtros y elixires afrodisíacos usados según la sabiduría popular berciana desde hace siglos. Hablaremos de sus variedades y de los efectos que el vulgo les atribuye, ofreciendo, naturalmente, una breve gama de recetas y sus propiedades excitantes. Algunos de estos afrodisíacos no serán sino formulas magistrales que los antiguos boticarios preparaban con sus habituales elementos que les brindaba la farmacopea de hace siglos. Otros, como veremos, pertenecen al mundo mágico y supersticioso que hallo un caldo de cultivo idóneo entre las curanderas y hechiceras medievales galaico bercianas.
amuletos y talismanes y sus virtudes frente al mal
Mientras el amuleto no deja de ser un tipo de figurilla o medalla y otro objeto portátil al que la superstición atribuye la virtud sobrenatural de alejar un daño o peligro, el talismán, del griego télesma, es el carácter, figura o imagen grabada con correspondencia a los signos celestes u otro aspectos divinos, al que se atribuyen virtudes portentosas, pudiendo, incluso, combatir el mal ya producido, diferenciándose del amuleto en su carácter meramente defensivo.
La mentalidad supersticiosa berciana, desde siempre, trato de preservarse o de combatir el mal mediante el uso de ciertos objetos religiosos y profanos. Estos objetos podemos dividirlos en dos grandes grupos, atendiendo a su origen: prehistórico y relacionados con la taumaturgia y la religiosidad popular.
LA PIEDRA DEL RAYO
Es muy fácil de encontrar en toda la provincia de León, especialmente en los lugares donde hubo asentamientos prehistóricos. Consisten estos amuletos en hachas de mano pulimentadas en piedra, que la superstición popular relaciona con los rayos de tormenta.
Ya los romanos conocían este amuleto con el nombre de fulgurita. Según la creencia, cuando había tormenta y caían los rayos a tierra su electricidad fusionaba la arena formándose el amuleto que se hundiría siete estadios bajo tierra. Cada año subiría un estadio, de forma que a los siete años podría encontrarse esta piedra en la superficie, con tendencia a volver a las nubes de las que procedía, cuando viniese la tormenta. Este era, pues, el momento de recogerlas y guardarlas en lugar seguro para poder beneficiarse de sus propiedades preservativas: protege a quien la lleva. Cuando hay tormenta basta con echarla al fuego o ponerla en lugar visible al lado de una vela encendida (suele ser la vela de Jueves Santo), a fin de que no caigan los rayos ni las centellas sobre la vivienda. También sirve para curar ciertas enfermedades del hombre y del ganado: cuando las ubres de las vacas se endurecen y enferman, los ganaderos las frotan para que curen con las piedras del rayo.
Desde antiguo se creen que el cuerno de alicor lo es de un animal mitológico: el unicornio, que en ciertas ocasiones aparece también citado como monoceronte o fiera con cuerno de ciervo, cabeza de caballo, patas de elefante y cola de jabalí. El único cuerno que poseía medía dos codos de largo. Sobre este amuleto dice Alberto el Grande lo siguiente: “Los modernos aprecian mucho el cuerno de un animal que llaman licorne y dicen que es bueno contra el veneno, sea que se tome como bebida o que se aplique exteriormente. Lo recetan lo mismo contra el veneno que contra la peste por inveterada que sea; o por mejor decir, hacen de él remedio general para toda clase de males. He querido hacer experimentos por mí mismo, y no he encontrado tantas propiedades en este cuerno como en los de ciervo o cabra, que tienen la virtud de blanquear los dientes y consolidar las encías. Además, quemando los mismos cuernos y dándolos a beber, alivian mucho a los que padecen de disentería y dolores de vientre”.
Cuentan las leyendas en torno al monje eremita San Genadio, que vivió en el siglo X, que éste siempre se hacia acompañar por un unicornio. En cierta ocasión el animal se extravió y fue recogido por los vecinos de Montes de Valdueza. Sabedoras aquellas gentes del bien tan preciado que guardaban y de las virtudes innumerables que aquel poseía, cuando murió siguieron venerando su cuerpo, que utilizaban para bendecir el agua, que de esta forma se convertía en milagrosa.
Así, nos cuentan Alonso Ponga y Diéguez Ayerbe, que en la localidad berciana de Santalla el cuerno de alicor pasaba de generación en generación, de padres a hijos. En esta localidad se emplea no solo como amuleto contra el mal de ojo, sino también para sanar las picaduras de abejas y las mordeduras de animales venenosos. Tenía también la propiedad de convertir en milagrosa el agua con solo introducir el cuerno en un caldero de agua y, tras hacer tres cruces, se decia:
Con este agua “milagrosa” se humedecía un patio que se colocaría sobre la hinchazón. En la operación se usaban varios paños, pues nunca se ponía el mismo mas que una vez en el caldero, ya que de no ser así emponzoñaría todo el agua.
En Peñalba de Santiago se dice que se conserva otro pedazo de cuerno que proviene de un animal fabuloso que existió en aquellos parajes. Se trataba, cuentan, de un águila bicéfala (de un ejemplo similar nos habla el P. Feijoo en una de sus Cartas eruditas), con garras de león, que lucía un solo cuerno en cada una de sus cabezas. Tenía la virtud dicho animal de desemponzoñar el agua infectada.
En Penalba de Santiago se prepara el agua sanadora del alicornio de la siguiente forma:
“Se llena de agua un vaso o recipiente, después se introduce en ella la punta del cuerno del alicornio, trazando repetidamente la señal de la Cruz, en un número impar de veces; finalmente se remueve el agua dibujando círculos en la superficie”. Una vez terminada la operaci6n, ya estaba lista para suministrar a la persona que estuviese envenenada, quien debería ingerirla. También se podía aplicar sobre una mordedura de animal venenoso.
En realidad el cuerno de alicor no era sino cuerno de ciervo que se adquiría bajo ambas denominaciones, indistintamente.
Así, en las boticas bercianas, como es el caso de la de Ponferrada, de Antonio Blanco Varela, donde en el inventario de los elementos de dicho establecimiento, fechado el 9 de julio de 1768, su viuda, Josefa de Soto, dona al Hostal de la Reina de dicha villa todos los elementos que posee la botica. En dicho inventario aparecen citados, entre otros: aceite destilado de cuerno de ciervo, espíritu de cuerno de ciervo, cuerno de ciervo preparado, etc.
EL CUERNO DE CORAL
Otro amuleto de origen prehistórico, muy común en el Bierzo, es el cuerno de coral que, engastado en plata, se lleva colgado al cuello. Se suele utilizar el de coral rojo, tanto por su color, el de la sangre o principio vital del ser humano, como par su apariencia fálica, que representa la virilidad y la fortaleza frente al mal. A veces el cuerno de coral aparece colgado junto a otros amuletos o relicarios.
LA PIEDRA DE LA LECHE
Los amuletos de piedra, junto con los de hueso, pasan por ser los mas primitivos de todos. Así, la piedra de la leche, muy conocida en toda la provincia de León y otras partes se la ponían en el pecho, por delante, las madres que tenían bebes lactantes, colgada con una cuerdecita o cinta, a fin de que sus pechos diesen abundante leche y no la estropeasen las brujas con sus maleficios. Si se deseaba el efecto contrario, es decir, que ya no diese mas leche, se ponía la piedra hacia atrás.
COLMILLO DE JABALÍ
Se atribuye a este amuleto el poder de combatir el aojamiento de las personas, así como de propiciar una buena dentición a los niños. Se trata de piezas laminadas e hiladas en plata y quien los confeccionaba buscaba representar a la Luna en fase creciente, cortando parte de la pieza. Se utilizaba colgándolo de tres cadenitas de plata que se unían en un enganche a otra cadena o gargantilla.
EL COLLAR DE AJOS Y APIO
Es un collar confeccionado con ajos y apio que en pueblos como Villar de las Traviesas se colgaba a los niños de corta edad para que les preservase contra los efectos negativos de las brujas.
LA RAÍZ DE LIRIO
De origen vegetal, igual que el anterior, este amuleto era muy usado en el valle de Ancares, colgándoselo del cuello a los niños, a fin de que no les atacasen las lombrices o cocas.
LA CINTA DE LAS EMBARAZADAS
Era una cinta de seda –nos cuentan Alonso Ponga y Diéguez Ayerbe– que las mujeres que estaban de parto se ataban por detrás de la cintura, pasándola por el vientre, a fin de que se sujetase la criatura. Las propiedades como amuleto radican en preservar al niño de males extraños, así como de facilitar que hubiese un buen parto, sin complicaciones.
Otro amuleto francamente curioso que produce este felino recibe el nombre de “lincurio”. Según el P. Martín Sarmiento, la creencia popular afirma que se forma cuando la orina del lince cae sobre terreno seco, haciéndose una piedra conocida como lapis de Licurio. Se emplea contra el dolor de estomago y la ictericia. Cuando la orina del lince cae sobre terreno húmedo, nacen unos hongos o fungis edulibus que, al igual que sucede con el lincurio, sirven contra dichas enfermedades.
PIEDRAS INCULTURADAS
Se trata de piedras que presentan incisiones semejantes de huellas y se relacionan con las creencias en apariciones de la Virgen que pasó por aquel lugar. Una muy conocida es la roca fonte Lameira en Corullón. Protegen contra el mal de ojo y otras enfermedades. Son muy similares a las piedras de ferradura, muy extendidas por otros puntos de la geografía leonesa, y a las piedras de cazoleta, tan presentes en la cultura castreña gallega.
PIEDRAS DEL AZAR
Se trata de fragmentos de altares de iglesia o de monumentos antiguos que las gentes creen impregnadas de una energía mágica especial que es capaz de combatir todo mal. Las hay en Corullón, Castrillo de Cabrera y otros lugares.
LA UÑA DEL LOBO CERVAL
En un discurso manuscrito por el P. Martin Sarmiento, fechado en Madrid el 25 de junio de 1760, que habla de “La especie de un animal feroz y desconocido que a la vista del Monasterio benedictino de San Pedro de Montes, en el Bierzo, se vió, se mató, se cogió y se desolló, y cuya piel se conserva en el dicho Monasterio”, nos refiere las propiedades que posee, coma amuleto, la una del pulgar del pie derecho del lobo cerval que no es sino el lince ibérico, la cual, engastada en plata y traída consigo, es un excelente preservativo contra la epilepsia o “gota coral” y se vende públicamente a tales fines. También se dice que traídas consigo esas uñas son buenas contra el espasmo.
LA FIGA DE AZABACHE
Tal vez la pieza mas característica de las empleadas como defensa contra todas las artes brujeriles fuera la figa de azabache. Ello era así por tratarse de un amuleto doblemente eficaz, tanto por el material con que se confeccionaba, el azabache, coma por el símbolo que representaba.
Por su parte el azabache, mineral de carbono impurificado por diversos componentes, perteneciente al genero de los lignitos, a través de la historia fue considerado poseedor de infinitas propiedades curativas, siendo denominado por los clásicos succinum nigrum; los romanos ya lo conocían como lapis gagates. Según Carmen Baroja, “el azabache como sustancia es el magno preservativo; se enciende con aguas y se apaga con aceite; ahuyenta la mirada del basilisco y recrea las sofocaciones de la madre; en sahumerios da a conocer la gota coral y la virginidad; cocido en vino cura los males de dientes y los lamparones. Se usó para la axiomancia y no se quema si ha de suceder lo que se desea saber”.
De otra parte, la forma de la figa o higa, consistente en una mano cerrada en forma de “puñetín”, haciendo pasar el dedo pulgar por entre el índice y el medio representando soterradamente el acto sexual masculino y femenino, al representar los aparatos genitales de ambos sexos, ha sido considerado desde antiguo como un potente preservativo contra el mal de ojo y todas las enfermedades que el mismo ocasiona.
En muchos lugares del Bierzo y Laciana se colocaba a los niños la figa de azabache sobre sus cunas, en el cuello o sobre el justiello.
Dice a este respecto Julián Sanz Martínez en 1922: “En la región berciana se usa aún la higa, la mano protectora de azabache; y en el siglo XVI, en León y su provincia debía ser costumbre muy general, pues había en dicha ciudad establecimientos que se dedicaban a la fabricación de objetos de azabache”.
amuletos y talismanes propiciados por la religiosidad popular
Además de los amuletos de origen prehistórico, existen otros, como apuntábamos en un principio, relacionados con la taumaturgia y religiosidad popular. Citaremos los mAs comunes en el Bierzo:
LA CRUZ DE CARAVACA
La Cruz, como símbolo de Cristo, ha de ser, según la mentalidad popular, uno de los talismanes de mayor peso especifico. Dentro de los muchos tipos de cruces que se emplean en el Bierzo (Cruz de San Andrés, de Santo Toribio, etc.), quizás la más extendida, no sólo contra las enfermedades “mágicas”, sino también contra todo género de desastres, incluidas las tormentas, contra los malos espíritus... es la Cruz de Caravaca. Sobre esta pieza decía Medina Bravo en un periódico leonés del ano 1927: “...existía un vecino un poco supersticioso en San Adrián de Valdueza que se veía obligado, siempre que había tormenta, a colgar en el comedor una Cruz de Caravaca que poseía, pues se pensaba que tal figura conjuraba las nubes”.
En muchos inventarios post mortem existentes en los protocolos notariales del Bierzo aparecen frecuentemente citadas cruces de Caravaca y otros amuletos que los difuntos dejaban en herencia a sus descendientes, como es el caso de un tal Tomás Cubero, de Ponferrada, que en 1730 lega a su viuda, Teresa Cobo, entre otros efectos, “una cruz de Alcarabaca”.
Estas cruces podían ser de muchos tamaños: las pequeñas se llevaban colgadas al cuello y las grandes, de cobre o de bronce, se guardaban en las casas, usándose para librar a las personas moribundas, colocárselas a los difuntos durante el velatorio o preservarse de los rayos de tormenta. Estas cruces grandes consistían en dos piezas que, cuando venía la truena, se abría en ambas piezas. Suele adornarse a cada extremo con trocitos de madera de palo santo incrustados.
Como sagrada es la palabra de Dios, los Santos Evangelios se empleaban para preservar, especialmente a los niños, de la acción dañosa de las brujas. Estos evangelios o nóminas eran hojitas de papel impreso que contenían capítulos de las Sagradas Escrituras y se introducían en unas bolsitas de seda u otras telas bordadas y ornamentadas, muchas veces, con motivos florales o religiosos que se colgaban en las cunas de los niños, o se les cosían a la ropa. Estas cédulas benditas, nóminas o escapularios llevaban un minucioso trabajo de confecci6n propio de las pacientes manos de las monjas de algunos conventos bercianos, como es el caso de La Anunciada de Villafranca.
En los pueblos de la parte Sur del Bierzo y Norte de la Cabrera a estas cédulas benditas se las conoce como “rescritos”. Así, en lugares como La Baña, las curanderas recomendaban con una fe ciega a sus pacientes:
"Llévalo puesto en el pecho y asina se vai lla malura, y on ñon lle puede entrare outra.
Véndenlos las monjas d’Arlanga, y yia cousa santa.
Tien dentro un santo vangelio pa responsaire (exorcizar) el mal.
Póngalo y verai cumo lle cura”.
Sobre este particular las constituciones sinodales del obispado de Astorga, ya en 1553, ordenaban que se solicitase informaci6n sobre el use de estas cédulas o nóminas:
“(...) Y si sabeys de algunos que tengan libros de conjuros supersticiones o que estén prohibidos o reprobados en derecho por la Yglesia; o que traygan algunas nominas al cuello o en otra parte: las presenteys para que sean vistas y examinadas si son buenas o catholicas o no”.
EL PAÑO DE SANTA ESCOLÁSTICA
En la zona de Valdueza, el dia de la fiesta de Santa Escolástica, se bendice un lienzo que, inmediatamente, será guardado en un recipiente hermético y opaco, donde deberá permanecer sin que le dé la luz solar hasta el momento de ser usado. Dicen que extendiéndolo sobre la parte del cuerpo afectada por el dolor o la enfermedad de alguien, éste se cura.
cultos fálicos y piedras fertilizantes
Nos dice José M.ª Luengo y Martínez sobre los yacimientos prerromanos y celtorromanos de la provincia de León que “el culto al falo hallábase extendidísimo en la cultura céltica de los castros, en la que son frecuentes sus diversas representaciones y amuletos. Tenía no solamente carácter de DIOS DE LA FECUNDIDAD, sino que, por tratarse de un objeto “punzante” considerábasele como preservativo contra el mal de ojo, al igual que lo fuera el cuerno. Hay muchos tipos diferentes, tanto dobles como alados; pero frecuentemente va unido a una mano extendida, también amuleto profiláctico, lo que dio lugar a los “falos-mano” que tanto proliferaron en época romana”. Continúa hablando nuestro autor de la cristianización a que será sometido este símbolo priápico durante la Edad Media, al omitirse la figura del falo, dando lugar a las figas donde, como ya señalamos, el falo, identificado con el dedo pulgar, aparece encubierto entre los dedos índice y medio, que esquematizan el órgano sexual femenino.
El falo, por tanto, no solo será un amuleto mas, sino que poseerá también la propiedad de otorgar fertilidad a vegetales, animales y personas.
En los yacimientos castreños de todo el Noroeste peninsular, en los que incluimos al Bierzo, naturalmente, han aparecido ciertos símbolos fálicos como agentes protectores de la casa y del propio individuo. Una de estas piezas fue encontrada en Quintanilla de Somoza. La representación del falo alado ha aparecido también en ciertas ocasiones; un ejemplar, de procedencia desconocida, se encuentra en el Museo de León desde 1883.
Desde la mas remota antigüedad se sabe de la existencia de las corrientes telúricas que recorren el interior de la tierra. Ciertas masas de piedra, los menhires, colocados en lugares muy concretos, serían los encargados de conducir aquella energía de la vida que, en muchos casos, podía ser aprovechada para otorgar fertilidad a los campos o generar vida a las mujeres y hembras animales estériles.
En Castrohinojo, en La Cabrera, hay una piedra sagrada de la Antigüedad procedente de algún castro cercano. Se la conoce como “morrillo del extremadero”. Junto a ella se hacía concejo y se contaba el ganado. El valor legendario que las gentes conceden a esta piedra radica en sus propiedades curativas, pues las mujeres debían frotar su barriga en ella para ser fecundadas.
Otros ídolos prehistóricos relacionados con la fertilidad que resultan bastante conocidos son el de Noceda del Bierzo y el de Villafranca. Algo parecido sucede con el ídolo pétreo que pasta no hace muchos años se conservaba sobre el puente de Nogar, en la comarca cabreiresa, donde aparecía, en relieve, un hacha “bipenne”, es decir, de dos filos.
Por fin, otro tipo de piedras relacionadas con la curación de ciertas dolencias y, como no, usadas para otorgar fertilidad a las mujeres, eran las piedras furadas. Se encuentran en muchas partes del Bierzo: Corullón, San Martín de Moreda, Tremor de Arriba, etc. Las gentes creían que una piedra encontrada en el campo que jamás hubiera sido movida de sitio, ni tocada por mano alguna, tenía la propiedad de curar enfermedades y la infecundidad femenina, con sólo restregarla por la parte dañada. Esta creencia entronca directamente con las ya descritas sobre la energía que impregna las piedras, que resulta benefactora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario