LA MANADA SOMOS NOSOTRAS por Anita Botwin
En el camino, aprovechando que estaba abierto el portal número 5 de la calle Paulino Caballero, sujetaron a la joven “por las muñecas” y la obligaron a entrar. La rodearon y, “valiéndose de su superioridad física y de la imposibilidad” de la víctima “de pedir auxilio”, realizaron varias agresiones sexuales “mientras grababan los hechos”. Luego, le quitaron el móvil de la riñonera y abandonaron el lugar. Las grabaciones muestran que las relaciones no fueron consentidas.
Así es como empieza y termina el juicio de La Manada, de los cinco agresores sexuales que aprovecharon una noche de borrachera en los Sanfermines para usar el cuerpo de una mujer indefensa y sola.
El problema más grave de la cultura de la violación es que da amparo al agresor y normaliza su comportamiento. Se le quita peso. “No es para tanto”, “ella iba provocando”, “nunca dijo que no” –aunque tampoco dijera que sí-, “lo estaba deseando, si no ¿por qué quedó conmigo?”. Hay algunos que se creen que las mujeres somos vaginas andantes que pueden penetrar cuando les interese. En esta cultura machista, de la violación, nosotras somos los objetos para satisfacer al sujeto. Sin ir más lejos, cada ocho horas violan a una mujer en España.
Lo más grave de esta realidad es que la sociedad calla y ampara al agresor. Se cree que la víctima no tiene nada mejor que hacer que inventarse que la han violado entre cinco. Tras eso, la defensa de uno de los agresores contrata a un detective privado para que siga a la víctima. Demuestran que la chica está intentando hacer su vida: ir a la universidad, quedar con amigas… Tras eso, parte de la prensa se extraña de que la chica haya sido agredida porque ahora va a la universidad. Lo normal sería estar encerrada durante un año, e incluso suicidarse.
La cultura de la violación permite que haya medios que se burlen de la vida de la víctima. Se espera que la víctima además de serlo lo aparente. Y si esa mujer no se pasa un año con las piernas cruzadas, dará que hablar, se sospechará de ella, se pensará que no está tan mal y que, por tanto, y a pesar de las pruebas, no ha habido agresión. Sólo ha sido una chiquillada. Pasemos página y hasta la próxima.
Estos individuos y tantos otros no hicieron más que ejercer el poder desde el sexo. Por eso, debe ser crucial trabajar sobre nuevos modelos de masculinidad que nos permitan construir una sociedad sana e igualitaria.
Desde las redes sociales se ha denunciado la vista bajo el hashtag la justicia es patriarcal. En este caso el juez ha rechazado como prueba los Whatsapps de La Manada, pero acepta el informe de un detective privado sobre la vida de la víctima. Se ha puesto el grito en el cielo, y no es para menos. Aunque algunos letrados aseguran que aceptar una prueba no significa aprobarla. Me pregunto si el derecho a la intimidad de la víctima no prima por el derecho de los acusados. Me pregunto también si es lícito admitir “pruebas” a posteriori de los hechos en cuestión.
La manada no son quienes depredan sexualmente y destrozan la vida de la víctima. La manada somos nosotras, las que luchamos contra la impunidad y las violencias machistas y la violencia de género. La manada somos nosotras y aullaremos bien alto para que se nos escuche. Para este viernes hay convocada una concentración frente al Ministerio de Justicia en repulsa por los acontecimientos. Si hay algo que queda claro desde el feminismo es que si nos tocan a una, nos tocan a todas y no pararemos hasta que se haga justicia, se invierta en educación y se cambie el modelo de pensamiento tradicional.
AUTOR
Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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