EL SECRETO TRIÁNGULO DE LA MUJER
(Tercera Parte)
LA GUERRERA EN LAS SOMBRAS
Esta es la tercera entrega de estas maravillosas conversaciones con mi maestra Tere, sobre el misterio de lo femenino. No dejen de leer y examinar estas sabias palabras de una mujer integral.
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—¿Cómo se manifiesta la guerrera en una mujer, Tere? Normalmente a través de la historia han estado excluidas casi siempre de las actividades marciales.
Me miró y sin dejar la ramita que oficiaba de batuta, tocó con ella mi pecho repetidamente.
—Los hombres suelen combatir y guerrear hacia afuera en una forma desprendida, pero curiosamente, algo egoísta.
—¿Egoísta? ¿Consideras que un hombre que lucha por su patria y entrega la vida es un acto egoísta? No pude evita deslizar una cierta molestia en mi tono.
—Sí. El hombre es capaz de sacrificarse y con ello, independiente de la gloria de su causa, lucha “contra otros”, pero no “por otros”. Puedes decirme que lo hace por su patria, su tierra, su ideología o su clan, pero esos conceptos son abstractos… no son “otros” concretos. Y si muere en combate, muere con desprendimiento, ya que su sacrificio se limita a sí mismo.
Era la idea más estrafalaria que hubiese oído del sentido de la guerra. Ante mi cara de extrañeza, la negra Tere repitió:
—El hombre guerrero lucha contra otros, pero no por otros en específico. La mujer guerrera normalmente lucha por otros, que son personas concretas.
No te entiendo muy bien esa idea, Tere.
—La mujer normal, es una luchadora implacable y de una voluntad como espada. Y eso surge cuando debe verse en la necesidad de ir a batalla de la vida por los suyos. ¿No has sabido acaso de tantas mujeres que han quedado abandonadas, ya sea, porque su marido muere, se abandona a los vicios por una depresión, la ruina o una derrota que le propinó la vida, o simplemente queda sola porque su pareja se va con otra abandonando su familia? ¿Qué hace la mujer? Sale adelante con una fortaleza imparable, oficia de lavandera, aseadora, vende alimentos en la calle, idea cualquier cosa para sobrevivir y jamás se rinde porque tiene a sus hijos en la espalda.
—Tienes razón, lo he visto —le reconocí—, incluso, en mi propia abuela. Quedó viuda con 14 hijos y nunca había trabajado ya que mi abuelo proveía.
—Y tu abuela no se rindió y los sacó a todos adelante incluido tu padre ¿O no?
—Si así fue. Era una matriarca heroica, digna de todos los elogios.
—La mujer, en términos generales, guerrea hacia adentro. Los hombres guerrean hacia afuera.
Una mujer, en plena batalla por la sobrevivencia de los suyos, es una mujer feroz, implacable que causa temor al macho más pintado. ¿Has visto a esas mujeres de ferias libres, que están voceando sus productos, ya sea, las verduras, las frutas, con sus chiquillos alrededor, dándoles de comer y atendiéndolos, mientras se desloma trabajando de sol a sol? ¿Has visto cómo reaccionan cuando alguien pretende atacarlas o perjudicarlas o atacar a su prole?
Las palabras de Teresa me hicieron recordar una vez un conflicto que me tocó ver cuando era niño en una feria libre de productos agrícolas. Un tipo trató de robar a una señora baja y regordeta normalmente muy afable y cariñosa. No le quiso pagar la compra y se iba con la mercadería. La señora sacó ese cuchillo con forma de serrucho que usan para partir zapallos o sandias. El fulano que la doblaba en peso y estatura abandonó lo robado y salió corriendo. Los garabatos e improperios que le lanzó la señora regordeta rivalizaban con los peores del hampa o los muelles.
—Si recuerdo un hecho así con una señora verdulera, lo amenazó con un cuchillo y lo “empapeló” a garabatos.
—¡Jajaja ¡—río la negra divertida por mi expresión— ¿Y cómo fue la reacción de los otros recios feriantes y el público?
—Quedaron de una pieza paralizados, incluido yo —agregué.
—Esa es una demostración de lo que es capaz de hacer una mujer guerrera, cuyo valor, voluntad y fiereza normalmente habita en las sombras de su persona.
—Las mujeres somos luchadoras terribles hijos y de una ferocidad solo igualable a una leona que defiende sus cachorros.
Me miró con una expresión sería, sus ojos brillaron súbitamente con una luminosidad profunda y cortante, que lo sentí como un palmazo en mi pecho.
Ante mi rostro algo demudado, relajo el gesto instantáneamente y se acomodó arrebujándose en su chal.
—Pero la mujer tiene un pequeño problema. Sólo surge su guerrera cuando se encuentra en estas situaciones límites, cuando esta entre la espada y la pared. La espada hostil de la vida, y la pared emocional de aquellos a los que ama. Sin esos despiadados estímulos no sabe utilizar esa fuerza.
—¿Y que podría lograra una mujer que aprende a canalizar ese poder, Tere? —dije con una cierta inquietud.
Tere me sonrió con malicia… adivinando que, como hombre, mi pregunta surgía de una difusa inquietud y una insidiosa forma de amenaza.
—Lo que quieran… Las mujeres que armonizan esa fuerza vital no solo son estupendas guerreras, sino que se vuelven unas brujas poderosas. Tienen por derecho propio el poder que emana de ser hijas de la tierra. Y con ello logran no sólo conquistar su libertad, su independencia emocional, y lo que se propongan, sino que también… tomar por asalto el paraíso...
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