El Árbol de la Memoria
La Leyenda de la Ceiba
Existe una historia según los antiguos Mayas, quienes adoraban todo en la naturaleza, en la tierra, en los árboles, en los manantiales, etc. Cuentan que cuando los dioses hicieron el mundo, todo estaba patas pa´arriba, que había tanto bullicio, que no quedaron las cosas completas, cabales.
Sin embargo hombres y mujeres trabajaban y vivían en unión, no había quién mandara, ni quién obedeciera y todo lo sacaban por acuerdo. Pero llegó un momento en que les dijeron que iba a llegar alguien de lejos y que iba a querer conquistar las tierras y en su afán llegaría a destruirlas. Así que era necesario que estos pueblos, los originarios de estas tierras, tuvieran una memoria en común.
Fue así que los dioses les regalaron un árbol. El árbol sagrado para los mayas: la Ceiba, la que sostiene al mundo sobre su cabeza y que hace que la tierra no se caiga con sus raíces. Ese era el árbol —decían estos dioses— el árbol de la memoria.
Se dice que cuando llegaron los conquistadores —los conquistadores españoles—, se dan cuenta de que no pueden vencer a los pueblos originarios que están defendiéndose en todo el territorio. Y que la fuerza la estaban obteniendo de ese árbol, de esa Ceiba, «el árbol de la memoria».
Y quisieron destruirlo. Quisieron quemarlo. Le prendieron fuego y entonces la lluvia apagó el fuego y no pudieron destruirlo.
Entonces creyeron que para destruirlo tenían que cortarlo. Trajeron sus hachas, sus lanzas, sus espadas, y empezaron a cortar el árbol de la Ceiba, hasta que lo tiraron al suelo. Y luego lo empezaron a hacer astillas, a partir por completo para que no quedara nada.
Entonces vino un viento muy fuerte, levantó todas esas, ramas, hojas y astillas del árbol y las repartió por todo el pueblo, por todo el territorio de los pueblos originarios.
Y dicen nuestros antiguos, que de ahí, de esas astillas que llegaron otra vez en la tierra, volvieron a germinar y que eso son los pueblos originarios.
Y dicen nuestros antiguos que el trabajo de esos pueblos originarios es guardar la memoria para que este continente recuerde lo que fue, recuerde lo que crece en sus raíces.
Existe una historia según los antiguos Mayas, quienes adoraban todo en la naturaleza, en la tierra, en los árboles, en los manantiales, etc. Cuentan que cuando los dioses hicieron el mundo, todo estaba patas pa´arriba, que había tanto bullicio, que no quedaron las cosas completas, cabales.
Sin embargo hombres y mujeres trabajaban y vivían en unión, no había quién mandara, ni quién obedeciera y todo lo sacaban por acuerdo. Pero llegó un momento en que les dijeron que iba a llegar alguien de lejos y que iba a querer conquistar las tierras y en su afán llegaría a destruirlas. Así que era necesario que estos pueblos, los originarios de estas tierras, tuvieran una memoria en común.
Fue así que los dioses les regalaron un árbol. El árbol sagrado para los mayas: la Ceiba, la que sostiene al mundo sobre su cabeza y que hace que la tierra no se caiga con sus raíces. Ese era el árbol —decían estos dioses— el árbol de la memoria.
Se dice que cuando llegaron los conquistadores —los conquistadores españoles—, se dan cuenta de que no pueden vencer a los pueblos originarios que están defendiéndose en todo el territorio. Y que la fuerza la estaban obteniendo de ese árbol, de esa Ceiba, «el árbol de la memoria».
Y quisieron destruirlo. Quisieron quemarlo. Le prendieron fuego y entonces la lluvia apagó el fuego y no pudieron destruirlo.
Entonces creyeron que para destruirlo tenían que cortarlo. Trajeron sus hachas, sus lanzas, sus espadas, y empezaron a cortar el árbol de la Ceiba, hasta que lo tiraron al suelo. Y luego lo empezaron a hacer astillas, a partir por completo para que no quedara nada.
Entonces vino un viento muy fuerte, levantó todas esas, ramas, hojas y astillas del árbol y las repartió por todo el pueblo, por todo el territorio de los pueblos originarios.
Y dicen nuestros antiguos, que de ahí, de esas astillas que llegaron otra vez en la tierra, volvieron a germinar y que eso son los pueblos originarios.
Y dicen nuestros antiguos que el trabajo de esos pueblos originarios es guardar la memoria para que este continente recuerde lo que fue, recuerde lo que crece en sus raíces.
Mitología de la Ceiba
Hay que recordar que la ceiba (Ceiba Pentandra) es considerada un símbolo sagrado en la mitología maya. En el libro del Popol Vuh los dioses creadores sembraron en los cuatro rumbos del cosmos sus respectivas ceibas sagradas:
Al Este la Ceiba Roja, al Oeste la Ceiba Negra, al Sur la Ceiba Amarilla y al Norte la Ceiba Blanca, también sembraron una Quinta Ceiba al centro de todos estos rumbos; en sus raíces ubicaron el Xibalbá o Mitnal que era la morada de los muertos, en su base colocaron el Kab o la tierra que habitamos los seres vivos, y en su fuste y ramas establecieron su morada los dioses, mientras que en la cima de su copa habitaba el origen de todos los dioses en la forma de un precioso quetzal celestial. La Ceiba entre los mayas era conocida como Yax-che o «árbol verde» y aún se le puede encontrar plantada en el centro de las comunidades de su zona. En Guatemala existen ceibas importantes como la Ceiba de Palín Escuintla que cuenta con más de 400 años y la ceiba de San Francisco en El Petén que ya sobrepasa los dos siglos.
«Los mayas creen que después de morir, tu alma se embarca en un largo viaje al inframundo o al Xibalba. Durante este largo viaje tu alma limpia y se reencuentra a si misma… solo entonces tu alma está lista para viajar al cielo mediante las raíces y ramas de la poderosa Ceiba.
Hay que recordar que la ceiba (Ceiba Pentandra) es considerada un símbolo sagrado en la mitología maya. En el libro del Popol Vuh los dioses creadores sembraron en los cuatro rumbos del cosmos sus respectivas ceibas sagradas:
Al Este la Ceiba Roja, al Oeste la Ceiba Negra, al Sur la Ceiba Amarilla y al Norte la Ceiba Blanca, también sembraron una Quinta Ceiba al centro de todos estos rumbos; en sus raíces ubicaron el Xibalbá o Mitnal que era la morada de los muertos, en su base colocaron el Kab o la tierra que habitamos los seres vivos, y en su fuste y ramas establecieron su morada los dioses, mientras que en la cima de su copa habitaba el origen de todos los dioses en la forma de un precioso quetzal celestial. La Ceiba entre los mayas era conocida como Yax-che o «árbol verde» y aún se le puede encontrar plantada en el centro de las comunidades de su zona. En Guatemala existen ceibas importantes como la Ceiba de Palín Escuintla que cuenta con más de 400 años y la ceiba de San Francisco en El Petén que ya sobrepasa los dos siglos.
«Los mayas creen que después de morir, tu alma se embarca en un largo viaje al inframundo o al Xibalba. Durante este largo viaje tu alma limpia y se reencuentra a si misma… solo entonces tu alma está lista para viajar al cielo mediante las raíces y ramas de la poderosa Ceiba.
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