Ropa que ni siquiera sabes que tienes en tu armario, productos de limpieza «tripitidos» al fondo de la cocina, o incluso vergüenza al enseñar ciertas estancias de la casa a las visitas... Hay personas a las que les cuesta la vida misma mantener el orden. ¿Por qué? Según Cloti Martínez Peinado, autora del libro «Reorganizarte», «ordenar es de alguna manera enfrentarte a ti mismo y a cómo estás gestionando el día a día, y eso en general no suele gustar. Tomar la decisión de ordenar tu entorno es un primer paso para ordenar tu vida».
Pero el desorden no siempre es debido a un problema. «Es verdad -prosigue esta organizadora profesional-, que todos tenemos nuestro pequeño caos interno, que a veces nos va venciendo por el cansancio, por la falta de tiempo, de voluntad, de espacio o de gestión del mismo. Pero para que el desorden no nos venza, lo bueno sería hacer cada día un poquito». Y si piensas que no te puede pasar a ti... «abre cualquier cajón de tu cocina o de tu despacho y analiza todo lo que guardas ahí», propone Martínez.
—Hay gente que solo tira y limpia cuando hace mudanza, otros que solo encuentran pequeños ratitos... y otros que no encuentran nunca encuentra el momento y no saben por dónde empezar.
—«No sé por dónde empezar» es una frase que oigo mucho, que alude a la sensación de estar perdido y no tener discernimiento de cuál es el siguiente paso. Representa muy acertadamente el vacío ante el que nos situamos en una circunstancia en la que no estamos cómodos y que requiere un movimiento. Y no es solo una frase hecha, también contiene una de las claves a la hora de poner orden en cualquier lugar, incluyendo la propia cabeza. La palabra mágica es tirar. Tirar como sinónimo de desechar, eliminar, donar, reconvertir, rediseñar, reciclar, regalar... hacer desaparecer lo sobrante de tu vida. Para hasta para ordenar y tirar existe un método que no falla: hablamos de una especie de «entrenamiento en la toma de decisiones», y esto lleva algún tiempo. Un truco es empezar por lo que no cuesta, para acabar pasando a la acción. Lo bueno del orden es que una vez que empiezas no quieres parar.
—¿Es mejor buscar o encontrar un momento determinado?
—Lo ideal que has llegado a sentir el momento adecuado para ser capaz de eliminar parte de tus cosas, peor mi consejo es no dejarlo para cuando te venga mejor. Hazlo, y hazlo enseguida. Nunca te vendrá mejor que ahora. Busca su sitio y guárdalo, y antes pregúntate si realmente te aporta lo suficiente para guardarlo. El mejor método de trabajo es el que enfrenta a cada problema de orden según va surgiendo.
—¿Cuál sería la «señal de alarma» de que hay que tomar cartas en el asunto del orden forma urgente?
—Cuando tienes tantos objetos y el caos es tal que pierdes el tiempo buscando cosas. Eso ya sería suficiente. O cuando va alguien a verte a casa y te da apuro enseñar ciertas habitaciones. El desorden no tiene que ver exactamente con la suciedad, aunque esa es la sensación que provoca. Otra señal indicativa sería ir a comprar un producto de limpieza y encontrarte en casa con tres iguales, que no habías visto. Los problemas serios, de expansión o acumulación compulsiva, y de Diógenes, ya se tratarían de consulta psicológica.
—¿Es bueno que alguien te ayude?
—Contar con la ayuda de alguien puede resultar útil. Pero al final es una cuestión personal. No te quedes con las cosas porque están nuevas o casi no las has usado. Hazlo solo si las vas a usar, y si te hacen sentir bien.
—El desorden físico, ¿causa los mismos efectos que el digital?
—En efecto. No ocupa lugar en el espacio, pero te ralentiza el ordenador, por lo cual tardas más en realizar determinadas acciones.
—El principio básico del orden, ¿cuál es?
—El sentido común, el de la lógica, lo que te dicta la cabeza... En lo que a nuestra profesión respecta, la lógica del cliente no es la misma que la mía. Hay que conocerle, ver qué es lo que realmente necesita desde fuera. El orden es personal, y es el que le vale a él o a ella para poder gestionar bien su tiempo y su energía. Tiene muchas ventajas: el orden da paz y deja fluir en otros aspectos.
—Vayamos a la práctica. Tenemos toda la casa manga por hombro. ¿Por dónde aconsejaría empezar?
—Sencillamente, por lo que menos te importe. Así vas creciendo en tu poder de decisión a la hora de tirar objetos, trajes... El orden empieza por un rincón, por un espacio pequeño, tal vez el escritorio, un cajón del baño, y se va haciendo grande, se apodera de ti. Al principio te causa un frenesí interior que no te deja tranquilo, pero a medida que lo vas atendiendo compruebas que te calma, que te va ofreciendo cada vez más paz. No hay que dejarlo para después. En el orden, como en la vida, todos los pequeños gestos cuentan.
—Ahora tenemos delante un armario que casi no cierra, con ropa que no nos ponemos desde hace mil años pero que guardamos por si acaso... ¿Por qué acumulamos tanta ropa?
—Porque creamos vínculos emocionales con las prendas de vestir. Es una especie de ligazón o de anclaje con el pasado. Pero si ya hemos tomado la decisión de ordenar el armario, podemos sacarlo todo y ponerlo encima de la cama. Pero como criterios principales: lo que no está a la vista, no existe. Y lo que no te has puesto hace años, tampoco. Otra buena idea es deshacerte de lo que ya no es de tu talla, y de todo lo que no te hace sentir cómodo aunque te quede bien. Por algo no te lo has puesto en años...
—¿Y en el cuarto de baño, ese lugar de disputa segura entre parejas?
—Si la pregunta es por dónde empezar, la respuesta es claramente, por el mismo sitio que el resto de la casa: por eliminar el exceso. Una buena idea es no acumular muestras. Si llevan más de un año ahí, puedes tirarlas esta misma tarde. Probablemente no las uses nunca o se hayan secado. «Pero es que me las regalan...» Ya, pero se puede decir «no, gracias». No las cojas cuando te las ofrecen. Otra opción es usarlas cuando caen en tus manos. Pero no guardarlas. Respecto a los demás productos, funciona la misma máxima. No hace falta tener mucho de todo siempre. Puedes tener un bote de recambio, un dentífrico o un cepillo de dientes, pero no es necesario que tengas más.
—El orden y los niños, ¿una ecuación posible?
—Los niños son siempre un punto y a parte en cuestiones organizativas. Además, hay niños ordenados y niños desordenados. Pero como regla general, a ellos hay que simplificarles las cosas. También tenemos que ayudarles a encontrar su fórmula personal, esa que les permite llegar a cumplir sus objetivos. Una idea sería utilizar cajas grandes y de colores. Pero cuidado: no podemos imponer un orden rígido, que les convierta en pequeños psicópatas... Debemos intentar implicar al niño en la actividad de recoger como una obligación, pero también como un juego y, sobre todo, sencillo y natural. Lo verdaderamente fundamental es enseñarles a no apegarse tanto a las cosas, aferrarse tanto a los objetos.
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