domingo, 8 de febrero de 2015

LEYENDA DEL TIMBO



LEYENDA DEL TIMBO
Versión: GIRALA YAMPEY
El Timbo es un árbol de frondosa copa. Bajo su sombra puede uno refugiarse con holgura para protegerse de los rayos solares. Tiene un fruto oscuro cuya forma semeja una oreja. Por esa similitud, en guaraní se lo llama "Kamba nambi" (oreja de negro). El mismo fruto negro dio origen a la leyenda.
Un cacique guaraní tenía una hija muy hermosa. La cuidaba con mucho celo y cariño. Sucedió que cuando se puso ya "kuñatai'' (muchacha) en "edad de merecer", como dice la gente, se enamoró de un varón de otra tribu a quien conoció en oportunidad de visitar la aldea vecina con su padre. Pero, el padre, enterado de tales amoríos, se opuso rotundamente a la formación de tal pareja. Un día, ante los obstáculos que ponía el padre para concertar la unión con su amado, que ya estaba en conocimiento y de acuerdo con la proposición, la hija del cacique optó por fugarse para llegar hasta donde estaba su prometido, ya que él no podía llegar hasta ella, por la prohibición del cacique.
Al constatar la huida de su hija, el cacique, a quien apodaban "Kamba" (negro), por ser de tez más oscura que los demás, salió desesperadamente en su busca. Lo primero que hizo fue ir a la aldea vecina a inquirir sobre ella. Allí, le informaron que también estaban muy preocupados por la desaparición de quien era amado por su hija y estaban deseosos de saber de su paradero.
Contrariado, Kamba dispuso que salieran varias partidas en búsqueda de la pareja. El mismo tomó parte marchando solo por los senderos que él conocía para ver si encontraba a su amada hija. Los montes formaban islas con abras y pequeños campichuelos cubiertos de alto pajonales. Por todos lados caminó el dolido cacique y ninguna huella pudo encontrar. Tampoco se encontraba con los grupos que, al par de él, salieron con el mismo objetivo. Estaba cansado, agotadas sus fuerzas y fatigado por la ansiedad. De tanto en tanto se agachaba y aplicaba el oído sobre la tierra tratando de percibir los pasos de algún grupo de su gente, o de la pareja, pero no escuchaba nada. Pacientemente, volvía a utilizar ese método indio tratando de calmar sus ánimos, y nada.
Luego decidió internarse en el bosque en cuya espesura podría haberse ocultado la pareja. Caminando y observando, aplicaba el oído sobre el suelo tratando de escuchar algo. Estaba convencido de que los encontraría. Su corazón le decía que sí, y que los perdonaría. Todo cambiaría y reinaría la armonía y la felicidad.
Con el transcurrir de las horas había pasado el mediodía sin comer nada, el sopor de la calurosa tarde con el vaho húmedo del bosque agotaban sus fuerzas y ya el hambre comenzaba a atacar-lo, pero era la sed la que con más impiedad asediaba su garganta. El no hacía caso a su agotamiento, siguió la búsqueda desesperada. A cada rato aplicaba sus oídos al suelo. Estaba alucinado, soñaba con escuchar los pasos de la pareja. Cada vez con más frecuencia, insistiendo mil veces, hasta que el cansancio absorbió todas sus fuerzas y, en el último intento de escucharlos pasos que perseguía, quedó tendido de agotamiento. Se durmió profundamente.
Al día siguiente, la búsqueda era, a la pareja y al cacique Kambá, a quien tampoco habían vuelto a ver. La pareja retornó al hogar cuando tuvo la respuesta, que era benévola a su unión. Pero, del cacique Kambá nadie pudo dar cuenta.
Pasó bastante tiempo sin saber lo sucedido al cacique. Llegó el invierno y luego la primavera. En esa época iban varios indígenas abriendo picada por el tupido bosque cuando sorpresivamente encontraron el tumbado cuerpo del cacique. Su oreja había criado raíces que se hundían en el fértil humus. De ahí surgía la mata de un árbol que todos respetaron.
Separaron cuidadosamente el cuerpo en descomposición y dejaron el ya pequeño árbol que tuviera vida para perpetuar la memoria del querido cacique Kamba. Cuando varios veranos habían pasado, encontraron en el lugar un árbol cuya frondosidad recordaba la fortaleza del cacique, su sombra era la misma protección fraternal que él brindó a su gente, y los oscuros frutos tenían la forma de sus orejas morenas. Era el tupido ramaje del recio árbol un símbolo de aquel cacique recordando su tristeza y su empeño por recuperar a su amada hija. Es el frondoso Timbo cuyos frutos son llamados "Kamba nambi".
Fuente: MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY.

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