jueves, 15 de junio de 2023

Komboloi, el rosario griego antiestrés con 200 años de historia

 

Komboloi, el rosario griego antiestrés con 200 años de historia

Con historia

En Nauplia se encuentra el único museo acerca de este objeto, que todavía continúa siendo muy popular entre la mayoría de ciudadanos helenos

Los kolomboi más típicos son los de ámbar

Los kolomboi más típicos son los de ámbar en Nauplia (Grecia)

 C. Tallón

El Museo del Kolomboi es un lugar único en el mundo. Creado en 1998 por el explorador y aventurero Aris Evangelinos, no existe ningún otro dedicado a este histórico icono griego que ya forma parte del imaginario colectivo de todo el país. Se encuentra en Nauplia, una ciudad del este del Peloponeso que destaca por el colorido de sus calles y sus aguas cristalinas. 

Para el que entra por primera vez, la sensación de acudir a un lugar que mezcla los viajes, la historia e incluso la magia en apenas 70 metros cuadrados. “Cada persona del mundo debe escoger su propio komboloi. No hay dos iguales, y la decisión de decantarse por uno u otro debe tomarse escuchando atentamente lo que dicta nuestro corazón”, cuenta Eleni Evangelinou, hija de Aris, dueña y actual propietaria.

Transformamos un objeto religioso en un símbolo de libertad”

El komboloi es un complemento único y personal, casi legendario, que surgió hace ya más de 200 años durante la ocupación otomana de Grecia. Lo que un día apareció para pacificar los ánimos de los ciudadanos griegos, que se alzaron contra el imperio Otomano en 1821 y no ganaron la guerra hasta el 3 de febrero de 1830, hoy es un elemento que no puede faltar en ningún hogar griego. De hecho, su creación -de la que hasta ahora no se conoce ni el año ni el autor en concreto- continúa siendo un misterio, pero todo apunta a que se inspiró en el rosario musulmán. “Fue una especie de rebelión contra los invasores. Transformamos un objeto religioso en un símbolo de libertad".

Al contrario de lo que muchos turistas piensan cuando lo ven por primera vez, el komboloi no guarda relación alguna con la religión. Una de las diferencias más importantes respecto a los rosarios es el sonido. “Le dimos espacio a las bolas entre sí para que pudieran desplazarse sin problemas. Fue, probablemente, nuestra forma particular de expresar un deseo de libertad”, cuenta Evangelinou al Magazine. Un deseo que ha perdurado hasta el día de hoy.

Tienda del Museo del Komboloi

Tienda del Museo del Komboloi

C. Tallón

En las calles, no es difícil ver algún hombre o alguna mujer dándole vueltas a este rosario ateo mientras habla, conversa o incluso trabaja detrás de un mostrador. Uno de los cambios más sustanciales de los últimos años ha sido la reivindicación de su uso por parte de las mujeres. “Ha estado casi siempre asociado a los hombres. Pero está habiendo un gran cambio. Cada vez tenemos más mujeres que vienen a comprarlo, y por la calle es más habitual ver alguna mostrando el komboloi en público”.

Hasta 6.000 euros

El museo tiene, en la planta inferior, una tienda especializada en todos los kombolois que uno pueda llegar a imaginar. Los más típicos son los de ámbar, aunque también son los más caros. De hecho, existen muchas tiendas que los venden a lo largo del país, pero recientemente se creó un sello oficial para certificar aquellos cuyo ámbar es auténtico. “El ámbar es fácil de imitar, por lo que siempre hay que asegurarse que el objeto cumple con los requisitos oficiales impuestos por el gobierno”, explica Eleni.

Los precios van desde los 20 hasta los 6.000 euros

Los precios van desde los 20 hasta los 6.000 euros. De hecho, existen algunos creados con aleaciones de ámbar y otros materiales para reducir su precio. Además, también pueden verse otros hechos con semillas de árboles exóticos, piedras preciosas e incluso marfil. “Este de aquí -cuenta mientras señala uno de 50 cm de tamaño y unas perlas como pelotas de golf- cuesta 5.700 euros. Es uno de los más caros que tenemos, pero realmente su valor es incalculable”.

Los que presentan precios más elevados son los de “ámbar-faturan”. Se trata de una mezcla entre el ámbar y la baquelita -la primera sustancia plástica totalmente sintética- creada por primer vez 1907. De hecho, los pocos que todavía quedan no pueden ni siquiera tasarse, ya que poseen un valor difícil de atribuir. La fórmula para hacerlos desapareció en 1940, y desde entonces no se han creado, que se sepa, nuevas unidades.

El museo tiene, en la planta inferior, una tienda especializada en todos los kombolois

El museo tiene, en la planta inferior, una tienda especializada en todos los kombolois

C. Tallón

Eleni habla de los kombolois como si tuvieran alma. Se refiere de forma tan personal a ellos que en algunos momentos parece que, durante la entrevista -que sucede en el despacho del museo-, seamos varias decenas de personas en la sala. Las vitrinas, que relucen tanto que parece que destellen, albergan rosarios budistas de principios del siglo XVI, pasando por los hindúes, musulmanes, católicos y ortodoxos. En la última sala se exponen, como no podía ser de otra forma, una docena de kombolois que el fundador del museo y padre de Eleni, Aris Evangelinos, escogió de entre todos los que fue encontrando a lo largo de su vida.

Algunos, incluso, están hechos con materiales que destacan especialmente por su olor. “Pueden conservarla durante muchísimos años, incluso para siempre”, destaca Eleni. Para saber utilizarlos, hay que tener paciencia y ser medianamente hábiles con las manos. Eso sí, una vez se aprende, pueden convertirse en un objeto que difícilmente dejarás de lado a lo largo de todo el día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario