Facundo Manes
El neurocientífico y neurólogo argentino Facundo Manes ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional a descifrar los secretos del cerebro, actividad que sigue desarrollando como investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina y del departamento Cognition and Brain Sciences de Cambridge.
“A mis hijos les digo: 'Estudiá, porque además de que te va a permitir ser más libre y tener más oportunidades, cumplir tus sueños, levantar la autoestima, adaptarte a un mundo en permanente cambio... además de todo eso, va a proteger tu cerebro'”, reflexiona el neurocientífico.
La ciencia ha demostrado que la educación es un factor de protección cerebral, pero ¿cómo aprendemos, por qué olvidamos o recordamos? Fundador del Instituto de Neurología Congnitiva (INECO) y del Instituto de Neurociencias de de la Fundación Favaloro en Buenos Aires, el doctor Manes es autor de libros como ‘El cerebro del futuro’ y ‘Usar el cerebro’, donde explica el funcionamiento de nuestra materia gris.
Como presidente de la Fundación INECO, organización sin ánimo de lucro que apoya la investigación y prevención de trastornos neurológicos y psiquiátricos, Facundo Manes continúa divulgando la importancia de mantener la mente activa hasta nuestro último día. Según el investigador, para conservar una buena salud cerebral es necesario mantener vínculos humanos profundos, tener un propósito en la vida, enfocarse en el presente, disfrutar con lo que hacemos y ser altruistas.
Creando Oportunidades
TRANSCRIPCIÓN
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Facundo Manes. Muchas gracias. Mi nombre es Facundo Manes. Soy neurólogo, soy neurocientífico, estudio el cerebro, sobre todo las funciones cognitivas y conductuales, y me crie en un pueblo muy chiquito que se llama Arroyo Dulce, y luego Salto, en la provincia de Buenos Aires, en la Pampa argentina, y no pertenecía a ninguna élite ni social, ni política, ni económica. En mi casa no faltaba nada pero no sobraba nada, y el horizonte era enorme en el campo, en las Pampas. Y mi única arma para progresar, para cumplir mis sueños, fue la educación. Para mí, la educación no es una frase linda, no es un eslogan, es lo que cambió mi vida. A partir de la educación, de esforzarme, de tener una meta, yo pude tener una voz en el mundo científico, en mi área, pude conocer el mundo, pude tener la autoestima necesaria para perseguir mis sueños, pude tener una voz en mi sociedad. Y también, sin saberlo, protegía mi cerebro. La educación protege nuestro cerebro. La educación es un factor de protección cerebral. Me recibí en la Universidad de Buenos Aires, hice la residencia de Neurología y viajé a Estados Unidos, donde estudié la interacción entre la neurología y la psiquiatría, que se llama neuropsiquiatría, y también imágenes funcionales. Hoy podemos investigar el cerebro in vivo. Por mucho tiempo, los investigadores conocían sobre el cerebro humano a partir de estudios post mortem. Estudiaban lesiones y estudiaban las conductas previas de estos pacientes. Hoy tenemos la posibilidad de estudiar in vivo a las personas y ver qué pasa en el cerebro cuando imaginamos, cuando recordamos, cuando decidimos. Luego de unos años en Estados Unidos, fui a Cambridge, a Inglaterra, donde realicé mi doctorado en Ciencias y trabajé en el Departamento de Psicología Experimental, en el Departamento de Neurología y en el Cognition and Brain Science Unit, que es un lugar donde se estudia la mente humana desde el punto de vista científico.
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Y en el 2001, regresé a la Argentina. El 2001 fue un año de crisis en mi país y me pregunté cómo podía colaborar con mi país, y pensé que desde lo específico, creando una masa crítica de gente joven más inteligente que yo. Siempre me he juntado con gente más inteligente que yo. Y que yo esté acá es el producto de muchas personas que me acompañaron y me acompañan en mi vida. Yo estoy acá sentado, no por mí, sino por… Sería un error pensar que es por uno cada logro que uno tiene. Uno es producto de muchas personas que lo ayudan, que lo guían, que actúan como mentores, como tutores. Actualmente también. Y, bueno, junté gente más inteligente que yo de diferentes áreas de la física, de la matemática, de la psicología, de la neurología y de la psiquiatría. Ya en Buenos Aires, los conecté con expertos en Europa, en Estados Unidos, en diferentes temas: toma de decisiones, creatividad, emoción, memoria, en humanos, y desarrollamos en Argentina una masa crítica de neurociencias cognitivas. Luego creamos el instituto INECO de neurología cognitiva. Y luego el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro. Y hoy hay un ecosistema muy importante en nuestro país para investigar el cerebro, las funciones cognitivas y emocionales. ¿Por qué les conté esto? Porque la única arma que tuve fue la educación. Y hoy, como les dije, sabemos que la educación… Mi papá me decía: «Estudiá, estudiá», y no me decía por qué. Y yo, hoy, a mis hijos les digo: «Estudiá, porque además de que te va a permitir ser más libre y tener muchas más oportunidades, cumplir tus sueños, levantar la autoestima, adaptarte a un mundo en permanente cambio, además de todo eso, va a proteger tu cerebro». Hoy sabemos, como les dije, que la educación es un factor de protección cerebral. Y también tuve suerte en encontrar este camino del conocimiento, porque hoy la sociedad está basada en el conocimiento. Hubo varias revoluciones industriales: la agropecuaria, la industrial… Hoy vivimos una revolución del conocimiento. Lo más importante que tienen los países es el cerebro de su gente. Las economías, y la economía global, está basada en la capacidad de generar nuevas ideas y de implementar estas ideas. Así que entender el cerebro me permitió, primero, conocer algo del órgano más complejo del universo, pero también comprender que la mejor inversión de las sociedades es en el cerebro de los habitantes. Hoy, los recursos naturales no son tan importante como antes. Hoy, lo más importante de una sociedad es el cerebro de los ciudadanos.
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Y también, al volver a mi país y tratar de ayudar a desarrollar esta área y de repatriar argentinos que estaban en el exterior, y de generar un polo de neurociencias cognitivas, aprendí otra cosa que es importante para el bienestar: pensar en los otros. Una de las cosas que nos da bienestar a nosotros es ser altruistas. Y los seres humanos podemos ser altruistas con lo que vemos. Por ejemplo, si salimos a la calle ahora y vemos a alguien que no tiene para comer, seguramente le damos algo, o dinero, o un pedazo de pan. O si vamos a un río y vemos a alguien ahogándose, aunque no sepamos nadar, vamos a gritar o llamar a gente, o tratar de ayudarlo de alguna manera. Eso lo compartimos con otras especies. Si ustedes no me creen, pueden ir a YouTube y van a ver un video si ponen: «zoológico Chicago gorila bebé». Hace unos años se cayó un bebé humano en la jaula de los gorilas del zoológico de Chicago. Los gorilas lo iban a atacar, y una gorila, con un gorilita encima, lo protegió al bebé humano, y lo llevó a la guardia y le salvó la vida. O sea, que ser altruista con lo que uno ve lo compartimos con otras especies. Pero los seres humanos, todos nosotros, somos únicos entre las especies, en tener un altruismo por lo que no vemos. Acá, todos podemos trabajar por el hambre en América Latina, en África, en Asia… Aunque no lo veamos, podemos trabajar para las próximas generaciones. Y eso también nos da placer. Así que también tuve el enorme privilegio de poder contribuir a la ciencia, a mi país, al desarrollo de esta área, las neurociencias cognitivas humanas en mi país. Y, sobre todo, tuve el enorme privilegio de… Y tengo el enorme privilegio de juntarme con gente más inteligente que yo. Yo admiro la inteligencia, y hoy sabemos que la inteligencia colectiva es mucho más que la suma de las inteligencias individuales. Si en la primera fila hay seis o siete personas que logran trabajar con una dinámica de equipo positiva, la inteligencia colectiva va a ser mucho más que la suma de las inteligencias individuales.
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También sabemos que si ese equipo logra trabajar bien en una tarea, posiblemente sea eficaz en otra tarea. Y también sabemos las cosas que predicen el éxito de un equipo. Hay tres cosas fundamentales que predicen el éxito de un equipo. La primera es que los miembros del equipo tengan altos niveles de empatía. La empatía es un proceso cerebral que nos permite imaginar qué piensa el otro. Por ejemplo, si alguien ganó un premio, yo imagino que está contento. Es una empatía cognitiva. Pero también hay una empatía emocional, que yo puedo sentir la alegría del que ganó el premio. O compartir el dolor si alguien perdió algo. Hay una empatía cognitiva y una empatía emocional. Cuanto más empatía tengan los miembros de un equipo, más posibilidades de éxito de ese equipo. El segundo factor que predice el éxito de un equipo es que, además del líder, haya varias voces dominantes. Es importante el líder, el líder tiene que imaginar el futuro, el líder tiene que estar dispuesto a tomar riesgos, el líder tiene que representar al equipo. Pero, además del líder, tiene que haber varias voces dominantes. Eso impacta en las posibilidades de éxito del equipo. Y el tercer factor que predice el éxito del equipo es la diversidad de género en el equipo. Es muy importante que los equipos tengan diversidad de género. Así que yo les hablé de altruismo, les hablé de inteligencia colectiva y les hablé de metas, les hablé de tutores, les hablé de sueños y les hablé de educación. De todos, de eso se trata un poco mi vida. Pero entiendo que esto es un diálogo, así que también me va a encantar escucharlos a ustedes.
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Rocío. Desde la ciencia del cerebro, ¿cuáles son las claves del bienestar?
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Facundo Manes. Antes se pensaba que el 50% de si veíamos el vaso lleno o el vaso vacío dependía de la herencia, de los genes. Hoy sabemos que es un poco menos. Según algunos estudios hechos en gemelos y en poblaciones para estudiar este tema, se sabe que el 30% de nuestro bienestar, en cierta manera, está influido por la composición genética, por nuestra herencia. Pero eso también marca que hay mucho que podemos hacer para modificar nuestro bienestar, nuestra felicidad. Una de las cosas que nos da más bienestar, y que yo recomiendo, es tener vínculos humanos. Si ustedes me preguntan a mí cómo podría resumir en dos palabras el órgano más complejo del universo, que es el cerebro, yo les diría… Es una tarea difícil resumir en dos palabras el órgano más complejo del universo, y yo les diría: «Es un órgano social». Es más, muchos piensan que la capacidad de vivir en grupos complejos que adquirió nuestra especie fue clave para tener este cerebro que hoy disfrutamos. Nosotros entendemos claramente que cuando tenemos sed, hay cambios cerebrales que nos llevan a buscar líquido. Entendemos claramente que cuando tenemos hambre, debe haber cambios cerebrales que nos llevan a buscar alimentos. Pero tenemos que entender que cuando nos sentimos solos, aislados socialmente, el cerebro también entra en autopreservación. O sea, que estoy planteando que estar conectado con otro vínculo humano es tan necesario como comer o beber. Y esto no lo resuelve 100 amigos en Facebook. El vínculo humano es irreemplazable. Nosotros, repito, somos seres sociales.
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Parte de nuestro cerebro, parte de la complejidad de nuestro cerebro es, en parte, la complejidad que adquirió nuestra especie para vivir en grupos grandes y complejos. Hoy hay datos que muestran que el aislamiento social crónico no es un tema menor. En Estados Unidos, el 40% de la sociedad se siente sola en forma crónica en algún momento de la vida. Inglaterra acaba de crear un Ministerio de la Soledad. Porque esto tiene… No porque sean amantes de la neurociencia los el gobierno inglés, sino porque saben, tienen datos, tienen evidencia científica de que la soledad es muy frecuente y que produce problemas de salud que tienen un costo enorme para la sociedad. Y repito, países como Estados Unidos, o incluso China, que está industrializándose, tienen problemas de soledad crónica en la gente. Y el aislamiento social crónico es un factor de mortalidad más importante que la polución ambiental, que el alcoholismo y la obesidad. Así que tener vínculos humanos profundos es una de las cosas que nos da más bienestar. Y no solo vínculos humanos profundos, que es, por ejemplo, a quién contarle una enfermedad, a quién contarle un sueño, a quién pedirle dinero si uno lo necesita urgente, sino también vínculos diarios, disfrutar del cara a cara, hablar con la gente que uno se encuentra diariamente en el trabajo, en la calle, tener contacto humano es muy importante. No solo el vínculo humano profundo, sino también el vínculo que uno tiene diariamente con la gente y disfrutar del contacto cara a cara. Cuando uno… Si yo te estoy mirando a vos y vos me estás mirando a mí, hay una liberación de mensajeros químicos que tienen que ver con la confianza, la oxitocina, o mensajeros químicos que tienen que ver con el placer, con la dopamina. Y esto no ocurre vía la tecnología. Si nosotros nos comunicáramos sin estar en persona a persona, nuestra composición de liberación química sería diferente.
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Otra cosa que nos da bienestar es tener un propósito en la vida. Yo tenía un propósito. ¿Se acuerdan? Cuando les conté mi historia de educarme para conocer el mundo, para tener una voz en la ciencia, para contribuir a mi país, a mi sociedad. Tener un propósito que exceda a uno es muy importante para la felicidad, para el bienestar. Tener un propósito en la vida. Encuentren su propósito. Tengan un propósito, es muy importante. Además, posiblemente, se les cumpla. Otra cosa que nos da bienestar, además del contacto humano, además de tener un propósito, es concentrarnos en el presente. Esto no es fácil porque vivimos rumiando. Los seres humanos nos diferenciamos de otras especies porque podemos imaginar escenarios futuros y revisar escenarios pasados. Entonces, estamos acá y ustedes dicen: «¿Cuándo terminara de hablar este argentino? Así me voy a hacer otra cosa». Yo estoy acá hablando de esto y digo… Siempre estamos pensando en la próxima tarea o revisando el pasado: ¿Estuve bien o estuve mal? Yo salgo de acá: «Uy, me olvidé de decir esto». Y nos olvidamos de estar enfocados en el presente. Un cerebro atento es un cerebro más productivo y más feliz porque nos saca el circuito de ansiedad, evita que entremos en un circuito de ansiedad revisando el pasado e imaginando escenarios futuros. Así que estén atentos, disfruten el presente. Otra cosa que nos da bienestar es entrar en un estado de flow. Cuando uno hace una cosa que le gusta mucho, a veces, si estamos pintando, si estamos cocinando o si estamos, en mi caso, escribiendo. A veces no tengo ganas de terminar un artículo pero tengo que terminarlo, y estoy con el café, o en Argentina con el mate, y, en algún momento, estoy ansioso, pero en un momento me concentro y el mundo desaparece, y disfruto, tengo una plenitud enorme. Ese estado de flow, que además aumenta la creatividad, nos da mucho bienestar. El altruismo.
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Ser altruista con lo que vemos y lo que no vemos, que es algo propio de los humanos, como hablamos, nos da mucho placer. El altruismo activa los circuitos de recompensa del cerebro. Ser altruista activa los mismos cerebros que la cocaína. Con mucho menos efectos adversos. Otra cosa que nos da felicidad son cuestiones más hedonistas, como el ejercicio o una buena comida, el sexo, una copa con amigos, disfrutar de algo que nos da placer. También nos da felicidad pensar en el otro. Esto lo sabe la gente por sentido común. Lo novedoso es que hay evidencia científica de cosas que nos dan felicidad y bienestar. La relación con el dinero es difícil de estudiar. Hay algunos datos que, después de cierto nivel económico, el dinero no impacta dramáticamente en el bienestar, en la felicidad. Lamentablemente, la gente que vive en la pobreza, que es vulnerable, tiene un impacto en el bienestar. Pero después de cierto nivel donde uno puede cumplir las cosas básicas, tener mucho más dinero no impactaría en el bienestar. La edad es otro factor difícil de estudiar, pero hay algunos datos. Algunos hablan de la «U» de la felicidad a lo largo de la vida y muestran que hasta la segunda o segunda década y media, no importa si uno crece en Madrid, en Buenos Aires, en Bangladesh, en Nigeria… Uno tiende a ser feliz. Después, entre los 25 y 60 años, en la mitad de la vida, en la edad adulta, uno tiene muchos frentes: la familia, los hijos, que son maravillosos, yo tengo dos hijos, son lo más importante de mi vida, pero también es una fuente de estrés, de preocupaciones, el estatus social, el estatus económico, enfermedades… Y entre los 25 y 60 años, uno tiene un impacto en el bienestar, y después, de los 60 años, uno ya no quiere ser Messi, no quiere cambiar mucho el mundo. Aunque debería, uno tiene que estar activo mentalmente hasta el último día. Habría otra vez un aumento del bienestar, en general, esto es en promedio. Hay un efecto estudiado de la edad en la felicidad a lo largo de diferentes países y sociedades. Así que, si bien eso es un constructo complejo, el bienestar y la felicidad, hoy tenemos datos que muestran cierta evidencia científica de las cosas que nos dan más bienestar, que nos hacen felices.
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Jesús. Me gustaría saber qué sabe la neurociencia de la creatividad.
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Facundo Manes. Lo que voy a contar explica que, en términos de creatividad, la inspiración es para ‘amateurs’. No sé si les pasó a ustedes, pero yo, antes de estudiar el cerebro, tenía 20 años, todavía no me había recibido de médico, pensaba que en algún momento de mi vida iba a tener suerte porque era yo e iba a tener una idea genial. No sé si pensaron lo mismo, pero no le va a pasar. A no ser que cumplan ciertos procesos, que aumenten las chances de que aparezca el momento «eureka», el momento «ajá». El primer proceso es preparación. Puede requerir años. En un área o en varias áreas, relacionadas con lo que va a ser luego el momento «eureka», «ajá», el momento creativo, entendiendo esto como algo novedoso con significado, con sentido. Preparación es el primer proceso y requiere años, mucho tiempo. La preparación es suficiente para que aumenten las chances de que aparezca el momento «eureka». Es necesaria la preparación, pero no suficiente. Luego tiene que haber un segundo proceso: de incubación, de pensar obsesivamente un dilema. Esto no quiere decir tener trastorno obsesivo-compulsivo, quiere decir que los pensamientos obsesivos sobre un tema refrescan las ideas. En el segundo proceso, para que aumenten las chances del pensamiento «eureka», «ajá», o creativo, es incubación. La preparación y la incubación son necesarios pero no suficientes. Luego, otro proceso es poner el cerebro en off, apagado. Cuando no hacemos nada, el cerebro procesa información en forma organizada. Hay una red cerebral que se llama ‘diffused network’ o red en reposo, en castellano, que procesa información que aprendimos previamente. Cuando estamos en el colectivo, en el bus, en el taxi, en el avión, cuando estamos durmiendo o entredormidos, cuando estamos en el sofá, en la cama, pensando en nada, el cerebro trabaja. Por eso es importante aburrirse, por eso es importante, a veces, no hacer nada, porque el cerebro sigue procesando información. No tenemos que estar todo el tiempo conectados.
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Y suele, a veces, surgir el momento creativo luego del proceso de preparación, años, o de incubación, días, semanas, u horas, cuando no hacemos nada, cuando nos estamos bañando, cuando estamos durmiendo, cuando estamos entredormidos… Esta es la resolución del problema o el momento creativo. Además, para crear, hay que estar un poco loco. No mucho, pero un poco. Y hay que estar preparado para equivocarse. Es muy importante equivocarse y estar preparado. Y este es un tema, porque la educación estigmatiza el error. «Uy, se equivocó o se va a equivocar». La familia estigmatiza el error. Las empresas, la sociedad estigmatiza el error. Hay que equivocarse. Steve Jobs se equivocó muchas veces antes de las creaciones que hizo. Galileo se equivocó acerca de la velocidad de la luz. Tenemos que equivocarnos. Nadie puede crear algo importante sin haberse equivocado mucho tiempo antes. Además, es importante el contexto. Vivir y crear un ambiente, un ecosistema positivo y creativo influye en nuestra creatividad. No es casualidad lo que pasó en el Renacimiento ni lo que pasa ahora en Silicon Valley. El contexto creativo influye en la creatividad personal. Paul McCartney escribió la melodía de Yesterday, según cuenta la leyenda, cuando estaba durmiendo, la soñó. Se levantó y la escribió. Pero él tenía preparación. Era músico, tenía años de músico, y en las últimas semanas o días estaba obsesivo con esa melodía que no salía. Puso el cerebro en off y apareció el momento «eureka», el momento «ajá», el momento creativo. Así que no sabemos bien… Hay algunos datos sobre qué pasa en el cerebro, qué áreas que previamente no están asociadas, se asocian, o conectadas, se conectan. Pero lo más importante es que tenemos bastante claro que hay ciertos procesos que aumentan las chances de que surja el momento «ajá», el momento «eureka», el momento de la creatividad. Otro aspecto importante es que todos tenemos el potencial de ser creativos. No es que… en la Antigua Grecia se pensaban que la creatividad provenía de las musas. Después, en otras épocas, se pensaba que la creatividad era un privilegio de algunos pocos. Hoy sabemos que todos tenemos el potencial creativo, pero necesitamos estos procesos previos para que aumenten las chances de que surja la maravilla. Muchas gracias.
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Guillermo. Hola, doctor.
Facundo Manes. Hola.
Guillermo. Gran parte de nuestra felicidad reside en nuestra toma de decisiones diarias. ¿Cómo puede ayudarnos la neurociencia a tomar grandes decisiones?
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Facundo Manes. Bueno… Primero, entendiendo cómo decidimos. Hace 30.000 años, un antepasado nuestro tenía el mismo cerebro que nosotros ahora. Y hace 30.000 años, un antepasado estaba caminando por un bosque, en la selva, y veía una sombra. Si se ponía a analizar si esa sombra pertenecía a un oso agresivo que lo podía matar o a una rama que daba sombra, si era un oso, no sobrevivía, porque lo comía. Nuestro antepasado lo que hacía era: disparaba. Tenía un proceso de toma de decisión rápido, no consciente, intuitivo, no racional, que le permitía sobrevivir. Un concepto que le quiero dejar: para nuestra especie es más importante sobrevivir que la verdad. Nuestro antepasado no quería saber la verdad, si se ponía a analizar si las características de la sombra era de una rama que daba sombra o de un oso. No le interesaba, disparaba. Otro aspecto más importante que la verdad para nuestra especie es pertenecer a una tribu, a un grupo social. Por eso, la evidencia no cambia lo que pensamos. Hace unos años, un artículo en la revista ‘Lancet’, una revista prestigiosa, médica, sostenía que las vacunas producían autismo. Hubo un pánico en el mundo porque los padres no querían vacunar a los chicos, los médicos nos querían vacunar. Luego se dieron cuenta que ese artículo fue un fraude. Eliminaron el trabajo de la revista, lo cual es algo inusual. Y hubo mucha evidencia, y hay mucha evidencia científica, de que las vacunas no producen autismo. De paso, lo dejamos claro: las vacunas no producen autismo. Sin embargo, en el mundo ha quedado mucha gente que piensa, irracionalmente, que las vacunas producen autismo. Si uno va a esta persona… ¿Cómo es tu nombre?
25:40
Iván. Iván.
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Facundo Manes. Iván. Si Iván es una de estas personas que está convencida, por algún motivo irracional, que él sabrá, que las vacunas producen autismo, y yo voy con la evidencia científica y le digo: «Mirá, Iván, lo que pensás fue producto de un artículo que fue un fraude y hay mucha evidencia científica que dice que las vacunas no producen autismo». ¿Iván qué va a hacer? Va a ignorar la evidencia que yo le doy y va a buscar a otra persona que piense como él. Otra cosa más importante que la verdad para nuestra especie, además de sobrevivir, es pertenecer a una tribu o a un grupo social. Somos, en el fondo, tribales. Entonces, hay dos sistemas de toma de decisiones claros. Uno racional, lógico, deliberado, analítico. Pero eso requiere energía mental, requiere recursos cognitivos. Siete por cinco dividido entre cuatro, ¿cuánto es? Bueno, podemos hacer esa cuenta, pero tenemos que gastar energía. Dos más dos, ¿cuánto es? Bueno, al principio, cuando éramos niños, aprendimos que eran cuatro. O cinco más cinco, diez. Pero, desde entonces, no gastamos energía. Cinco más cinco es diez, no gastamos energía. Y este sistema automático, no consciente, guiado por la emoción, por emociones previas, por la emoción del momento y por emociones previas, por aprendizajes previos, por experiencias previas, en un contexto que cambia, es el sistema de toma decisiones que más usamos. O sea, que vivimos en piloto automático. Y desde que somos chicos, generamos esquemas mentales con las experiencias que vivimos, cómo interpretamos esas experiencias, y generamos estos sesgos, estos esquemas mentales, que son como anteojos, y vamos por la vida en un mundo ambiguo. Yo no sé quién es cada uno de ustedes. Es un mundo ambiguo para mí el que estoy viendo acá. Y vamos por la vida con estos anteojeras, con estos esquemas mentales y con estos sesgos ignorando todo lo que no coincide con lo que pensamos y tomando todo lo que coincide con lo que pensamos. Incluso recordamos mejor las cosas que coinciden con lo que pensamos que las cosas que no coinciden con lo que pensamos. Las cosas que no coinciden las olvidamos más rápido. Así que tenemos dos sistemas de toma decisiones: uno automático, no consciente, intuitivo, guiado por la emoción del momento, por emociones previas, experiencias previas, aprendizajes previos, en un contexto que cambia permanentemente. Y esto no requiere gasto energético. Cinco más cinco, diez. Y así vivimos la mayor parte del día, en forma automática. A veces, usamos el sistema lógico o racional, deliberado, analítico, pero eso requiere energía mental, recursos cognitivos. Y los recursos cognitivos nuestros son limitados, así que no podríamos vivir en el modo racional. Lo que quiero decir es que el sistema automático nos permite sobrevivir. En un mundo ambiguo e impreciso, usamos un sistema automático. Como nuestro antepasado hace 30.000 años, cuando veía una sombra, usaba el sistema automático para disparar, si no, no sobrevivía. Además de este sistema automático no consciente de toma decisiones, existe el sistema racional, analítico, lógico, que requiere costo cognitivo. También la gente que nos rodea… Somos seres sociales y la gente que nos rodea, los compañeros de trabajo, de estudio, la familia, los amigos, los diarios que leemos, los canales de televisión que miramos… El contexto influye en la manera en que actuamos y decidimos. La otra pregunta de la neurociencia es si existe el libre albedrío. ¿Quién decide? Muchos científicos piensan que somos máquinas biológicas que respondemos al contexto. Otros piensan que somos racionales. Y otros pensamos que, a veces, tenemos libre albedrío, pero, muchas veces, vivimos en un sistema automático. Así que, inclusive, la contribución de la neurociencia es a temas que, desde siempre, la civilización estuvo preocupada. El libre albedrío siempre fue un tema que la civilización quiso discernir. Antes, esto estaba restringido a filósofos o a líderes religiosos, o a científicos aislados en su oficina pensando este tema. Hoy, la neurociencia no viene a reemplazar nada, viene a dar aportes sobre temas fundamentales. Por ejemplo, si tenemos libre albedrío o no. Muchas veces, el contexto decide por nosotros. Hay varios ejemplos de esto y hay, en los últimos años, varios Premios Nobel, dos, por lo menos, de Economía, que estudian la conducta y que muestran que, muchas veces, el contexto decide por nosotros, y nosotros pensamos que decidimos racionalmente pero, en realidad, la decisión fue facilitada por el contexto.
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