Los restaurantes más bonitos de Madrid para comer este mes
El escenario es ya tan importante como lo que ocurre en la mesa. Platos con el mejor telón de fondo posible
Estos días parece que importa tanto el nombre del interiorista o del estudio de arquitectura como el del chef que se afana a diario por conseguir la fidelidad de los clientes. Lo ideal es que vayan de la mano, que hablen el mismo lenguaje, que rimen, para estar entre los mejores restaurantes de Madrid. Iluminación, mobiliario, vajilla... o unas vistas espectaculares. Todo suma para que la experiencia gastronómica sea lo más placentera posible. ¿Cuáles son los restaurantes más chulos de la capital? Sea un mexicano, un japonés o un italiano, y sin que parezca un chiste, te recomendamos algunos de los restaurantes más bonitos de la ciudad, rincones donde parece fácil quedarse a vivir o alargar la sobremesa.
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Un mexicano a lo grande. Tanto que sus tacos se distribuyen a lo largo de las dos plantas en el corazón mismo del barrio de Salamanca. El Grupo Kazhira, propietario de locales tan llamativos como Udaipur o El Hombre Pez, vuelve a sorprender con un local impresionante, con aforo para alrededor de 170 personas en sus 450 metros cuadrados. En Maison Jaguar, que cuenta con tres espacios (terraza retranqueada, salón principal y cueva), no falta de nada para botanear: tacos, enchiladas, quesadillas, ceviches y hasta un guiño español, la croqueta pibil. Hay cócteles, micheladas y mucho tequila y mezcal. Y, como sello de la casa, todo servido en una vajilla exclusiva y personalizada con platos pintados a mano con animales salvajes y vegetación...
De los ideólogos de Charrúa, al que no puede negar asimilarse en lo estético, y de El Viajero, el icónico bar de La Latina en ese esquinazo con vistas a San Francisco el Grande desde su azotea, surge el nuevo local de moda en Madrid en el que ya hay tortas para conseguir un hueco a pesar de su escasa promoción. Esta suerte de grupo de reyes Midas de la hostelería es lo que tiene, que todo lo que toca lo convierte en oro. Los 33 no va a ser menos. Del primer negocio, otro de los 'greatest hits' de la villa y corte que basa su oferta en cortes de carne uruguayos e internacionales con epicentro en las brasas, toma prestada la íntima y cálida atmósfera. Del segundo, la concurrida parroquia y el buen rollo más canalla. Los 33 es, como Charrúa, bonito hasta decir basta sin necesidad de excesos.
Es el último vegetariano de moda en Madrid y, probablemente, el que más vaya a estarlo durante mucho tiempo. Zíngara acaba de abrir sus puertas y ya acapara todas las miradas de quienes pasan por su puerta en la Plaza de las Salesas. Tiene todos los ingredientes de 'place to be' muy estudiados por la consultora gastronómica Ansón & Bonet, detrás de algún otro tan sonado como Fayer. Este, por cierto, también tira de raíces argentinas: las de sus propietarios Mercedes Caamaño y Agustín Patrizio; las del chef que ha diseñado la oferta gastronómica, Maximiliano Rossi, uno de los pioneros de la restauración vegana en su país; y las de la diseñadora Eme Carranza, muy reconocida al otro lado del Atlántico, en su primer proyecto en Europa.
Seguramente no exista un restaurante así en toda la ciudad. De brasas hay muchos y buenos pero no con el humo como columna vertebral de todo su menú degustación, de su Fire Omakase. El concepto que ha diseñado Dani García para menos de una veintena de comensales por servicio es único. Ya no digamos si escoges (porque también dispone de un par de mesas contiguas) uno de los seis/siete asientos elevados en primera línea de acción, frente a frente con los cocineros. Alta gastronomía y showcooking en un espacio separado de Leña pero igualmente dentro del hotel Hyatt Regency Hesperia. Todo tiene, más o menos sutil, una nota ahumada. Cada pescado y marisco, cada carne y verdura. Puede arrancar con una mantequilla de levadura con aguacate a la brasa con pan tostado a la brasa e incluir desde un bogavante a la brasa a la nueva y sorprendente versión del tomate nitro acompañado de su mousse con sabor a anguila ahumada en casa. Además de la excelencia en la propuesta culinaria, el interiorismo del local ha sido premiado y ya forma parte de los restaurantes más bonitos del mundo.
Un restaurante que quiere ser el mexicano más cool de la ciudad. Y como viene precedido del éxito que este mismo sello ha cosechado en Miami (en uno de los barrios más chic de la urbe estadounidense), no podían buscar sino una ubicación privilegiada en el callejero de la ciudad, un esquinazo ilustre para congregar a su público.
Yong Wu Nagahira se pone al frente de su segundo y más democrático proyecto en un espacio asombroso, una sala, con barra de sushi y reservado, llena de rincones atractivos. Aquí la creatividad, ese plato que reta al cliente, no está presente en el día a día como en su local junto a Gran Vía (Flor baja, 5), pero la carta sorprenderá a quienes no conozcan su sello ("hago lo que no se espera la gente"), su original despliegue de nigiris, la gyoza de gamba y papada o el temaki de toro y oreja, al tiempo que presenta unas líneas más reconocibles, más populares en todo restaurante nipón (usuzukuris, makis, tartares, tempuras, sashimi…) pero con una vuelta personal. No os vayáis sin postre, el magnífico soufflé de sésamo.
Se ha inaugurado este año, tras casi tres de obras, y lo ha hecho por todo lo alto, reverdeciendo sus laureles de la mano, gastronómicamente hablando, del triestrellado chef Quique Dacosta. Hay para todos los momentos, bolsillos y gustos. Son tres nuevos restaurantes -Deessa, Palm Court y El Jardín del Ritz (estará abierto todo el año)- y dos bares -Pictura y Champagne Bar- los que componen la flamante oferta culinaria del esperadísimo y muy anunciado regreso de este centenario e icónico hotel. En este soberbio regreso, Deessa es la mejor y mayor apuesta culinaria de la casa. Dos menús degustación, un salón privado y una mesa del chef. Ricard Tobella es quien oficia la magia a diario.
Picoteo de relumbrón en las alturas, viaje al Perú más contemporáneo y cosmopolita, cócteles de autor y mucho mucho pisco. Esto es parte de todo lo que ofrece Oroya, la propuesta del chef Diego Muñoz, que acaba de aterrizar en el centro de Madrid, en el rooftop del hotel The Madrid Edition, con una zona exterior espectacular (más orientada al tapeo) y un comedor bajo techo igual de colorista (donde disfrutar de las creaciones con más peso del local. Y como Perú es una amalgama de influencias también lo es la carta de presentación de este nuevo restaurante. Ceviche de corvina con ají limo, leche de tigre y calamar, ha-kao de parihuela, el arroz de sepia con chalaca y cilantro.. son algunos de los platos de este sugerente oasis en mitad del bullicio del centro de la ciudad. "En el antiguo dialecto peruano, Oroya significa conectar dos lugares divididos por el agua. España y Perú están intrínsecamente unidos y el menú de Oroya se inspira en las técnicas culinarias clásicas de ambas regiones, uniéndolas en una experiencia gastronómica divertida y colorida", nos ha comentado el chef.
9. Papagena
El biestrellado chef Ramón Freixa comanda lo que sale de cocina en esta espectacular apertura frente al Palacio Real. El nombre del restaurante está inspirado en uno de los personajes de ópera 'La Flauta Mágica' de Mozart y lo encontraréis en la sexta planta del no menos icónico y majestuoso Teatro Real. No os asustéis por el ticket medio... ronda los 35 euros. Platos cosmopolitas, vistosos, creativos, con marcada querencia internacional, se mueven en una monumental sala decorada por Luis García Fraile, que también se ha encargado de imprimir un brillo especial a esa barra dedicada a la coctelería y el copeo de altura. Empanadillas de pollo al curry con hoisin de pisto morrón, burrata Caprese inyectada de albahaca y tartar de tomate, quesadilla de cochinillo confitado y mole poblano aparecen en los entrantes mientras los platos principales: langostinos Robuchon y mayonesa cítrica, tartar de ternera gallega reposada con toques picantes, lomo de bacalao confitado gratinado con una muselina de ajo o canelón asado de tres carnes con salsa de boletus, foie y trufa.
Este restaurante sí que es único: la primera jaima de la capital, rodeada de vegetación, cascadas de agua y una terraza en la que se respira (además del humo de las sishas) un ambiente nómada muy chulo. Bajo el interiorismo de una auténtica jaima de lujo a la que no le falta detalle (luces y sombras, tonos terracota y maravillosos apliques), se puede degustar una cocina de raíces árabes con cruces mediterráneos y mucha inspiración andalusí.
Tras dar varias vueltas por el mundo asesorando a otros, el chef madrileño Andrés Madrigal se pone al frente de este despliegue culinario que han llamado cocina mexiterránea y con el que el grupo de restauración boutique La Única aterriza en Madrid. La brasa y los productos mediterráneos se entrelazan con bocados y maneras de la gastronomía regional del norte y de la costa oeste del país azteca. Una personal interpretación que llega a la mesa en forma de aguachile rojo de lubina, crema de maíz caliente en texturas, infladitas con tartar de res, solomillo al tequila con mantequilla de morillas o rodaballo salvaje en abodo de chapulín, entre otras bondades de la carta. Interiorismo firmado por el estudio de Alejandra Pombo, abierto de lunes a domingo y materia prima de altura para una nueva mirada contemporánea al vastísimo recetario (tacos incluidos) mexicano.
Apenas ronda la treintena el restaurador, Ignacio Sánchez, que se estrena con este local tras estudiar en el Basque Culinary Center y curtirse en el grupo santanderino Deluz y Compañía (El súper de los pastores o La Carmencita, entre otros proyectos). Un espacio, abierto todos los dias, donde ganan los detalles, el material que entra en juego, sea una pared de adobe o un destilado. Todo quiere rezumar artesanía (el menaje está hecho a mano y en exclusiva para el restaurante) y naturaleza primaria (hay una cascada de agua en la pared frontal del reservado, con capacidad de hasta 17 personas).
Es el japonés cosmopolita que más suena en las principales capitales del mundo. Desde que Rainer Becker, cocinero apasionado de Japón, y Arjun Waney, empresario indio, lo abrieran en 2002 en Londres, cuenta con sedes en Hong Kong, Dubai, Nueva York o Roma. El concepto es similar en todas: una izakaya, comandada en la capital española por Javier Blanco, con una visión contemporánea, elegante y sofisticada, ambiente internacional y "cool" a rabiar. Uno de esos lugares repletos de gente guapa, uno de esos "place to be".
En pleno centro de Madrid, en una privilegiada y sorprendente ubicación a un paso de la plaza Mayor, acaba de estrenarse Caluana. Y, con la Navidad a la vuelta de la esquina, seguro que será el place to be para muchos, madrileños y turistas, en fechas venideras. Vienen con toda la artillería para pasárselo y hacérnoslo pasar bien. Cocina italo-española, espectáculo a pie de mesa y una veintena de cócteles.
Atravesada ya la puerta del Four Seasons (porque Dani Brasserie tiene entrada propia), además de los atractivos culinarios que ofrece el espléndido hall, se encuentra esta seductora propuesta donde todo gira alrededor de una coctelería de marcada inspiración asiática. Todo incluido la breve carta (bocados fusión como los nigiris de salmón acevichado, la zanahoria escabechada y caviar de trucha o el bao de chipirones en su tinta y alioli de ajo asado dorado que vienen de la mano de Joheny Setjo exStreetXO) para acompañar cada trago. Tenéis que subir a la primera planta del hotel para ver todas las posibilidades (nocturnas fundamentalmente; abren a partir de las 19.00 horas) que ofrece este espacio de espacios, que ha firmado el estudio neoyorquino AvroKo.
Hacia el final de la velada, cuando uno de los camareros se acerca a la mesa y abre un maletín con más de una decena de cuchillos para elegir el utensilio que consideres más atractivo para la carne, convirtiendo así el momento en una escena propia de Tarantino, se resume buena parte del carácter de este steakhouse que Dani García se ha traído de su Marbella natal, donde ya es una referencia.
Ambicioso y coherente con su filosofía y recogiendo toda la experiencia de años pasados. Pescaderías Coruñesas siempre ha sido garantía de un pescado excepcional y para ratificarlo una vez más presentan en su nueva apuesta un menú que cambia cada día según el mercado y la temporada. Esta es la carta de presentación, la puerta de entrada al fabuloso Desde 1911, el cuidado (al milímetro), noble y tentador restaurante que acaba de abrir sus puertas en un barrio no precisamente gastronómico (Vivero, 5).
Fanáticos del atún, apuntad en rojo el desembarco de Hugo Ruiz (y todos los elogios cosechados por su restaurante ceutí). Salvo en los postres, las recetas y los cortes del túnido vertebran toda la carta. Magnífica la versión marina de su cachopo, la tosta de tarantelo o el atún encebollado. Cuenta con dos ambientes bien diferenciados (también en carta), de epatante interiorismo y cómodo mobiliario. Vais a disfrutar ambos por igual. Solo depende del plan y el bolsillo. Moluscos de temporada y apuntes de cerdo ibérico sellan el círculo.
En ocasiones, los sabores, texturas y aromas de un plato son capaces de transportarnos hasta otro continente. Por eso, BAAN (บ้าน, casa en tailandés), desde su ubicación privilegiada en el barrio de Recoletos, surge como un viaje a través de la cocina del sudeste asiático y sus elaboraciones más icónicas. Un suculento recorrido por Tailandia y Vietnam que también hace parada en India, Corea, Japón o China para brindar una experiencia única en un entorno sofisticado, convirtiéndose en el refugio perfecto donde disfrutar también de la copa de antes y después, perder el sentido del tiempo en su exclusivo reservado, seleccionar un vino entre las más de 125 referencias de su bodega o acompañar la velada con una selección de cócteles clásicos o de autor.
Junto al desembarco del triestrellado Jesús Sánchez (Cenador de Amós), el nuevo Rosewood Villa Magna ha estrenado un restaurante, que a la vez son tres espacios distintos (con distinto mobiliario y escenario de fondo), donde manda el fuego mediterráneo y dejan que el producto se exprese. No hay un chef renombrado al frente sino un equipo que busca y encuentra la solvencia. Y eso vale para la galería de tapas de nuestro recetario más popular (ensaladilla, calamares a la andaluza e incluso unas bravas) como para sus canónicos pescados y carne a la parrilla o al horno (de un rodaballo entero a un entrecot de ternera gallega), sus platos de pasta y algún plato de cuchara. Elaboran incluso un menú del día que cambia de lunes a viernes. Todo sale de una cocina vista espectacular a la que uno puede asomarse fácilmente.
Aquel querido pero malogrado Don Lay a un paso del puente de Segovia, ese comedor interminable de mesas con bandeja giratoria, reaparece, a los mandos de su gran valedora, Nieves Ye, convertido en un cisne. El mismo cisne que, magistralmente hojaldrado y servido a los postres, ejemplifica su vibrante, refinada y suculenta cocina cantonesa (con alguna mirada a Sichuan, que siempre encuentra uno entregados amantes del picante).
Un chef de mucho recorrido internacional (desde su Módena natal a Londres, Nueva York o Barcelona) está al frente de uno de los restaurantes que más revuelo ha levantado entre las nuevas aperturas gastronómicas del otoño. Se trata de Hermosilla, una agradable 'modern eatery' y tan pronto te sirven unas pizzas recién salidas de su horno de leña como elaboran un ceviche, una hamburguesa o un pulpo al Josper. Y abre todos los días desde el desayuno.
Nada está improvisado en esta versión sofisticada de nuestro idiosincrático bar de tapas. El ya exitoso local, autoproclamado bar boutique, es pequeño y cada detalle –y hay muchos entre el servicio y la iluminación– cuenta. Mira al pasado (cuando eran nobles todos los materiales en esta categoría de local) con un pie en el presente (estrenan una línea de bocatas brioche). Liderado, ideado y pertrechado por Carlos Bosch, el proyecto aterriza en una de las zonas más codiciadas y con mayor movimiento de la ciudad mientras su espacio homónimo en Alicante continúa cerrado por las restricciones. Llega, y quizás vengan más, para pulir, encerar y dilatar el perfil más informal, popular e internacionalmente reconocido de nuestra cultura gastronómica, ese espacio donde se encuentran croquetas, gambas, ensaladilla, canelones (receta casera de la madre del propio Carlos)... Un elegante y cinematográfico rincón de rincones donde gastarte 30 pero también 300 euros (custodian la carta de Dom Pérignon más nutrida del país). La excelencia se refleja en sus vitrinas. La diferencia y la singularidad vienen de la mano de productos con el sello Manero, encargos a medida que remata su proveedor de confianza sea una bodega o una conservera. “No se viene tanto por saciar el hambre sino el apetito de pasar un buen rato, un momento especial. Que el cliente quiera volver es nuestro objetivo”. Lo consiguen con creces.
Javier Múñoz-Calero en su mejor y más ponderada expresión, fruto de incontables experiencias y muchos viajes (Francia, Suiza, Tailandia o País Vasco). Un proyecto, sin duda, profundamente personal en el que es chef y propietario ha volcado todo lo que lleva dentro. "Me he quitado todos esos miedos con los que he vivido profesionalmente y he querido caminar al filo del abismo, sin recetas". La sorpresa es parte de la comanda, de su filosofía, de su actitud presente. Ha escogido el local, supervisado la arquitectura, concebido la carta y seleccionado los vinos.
Nada igual por estos lares. El sueño hecho realidad de García Marinelli lo hilvana con elegancia, criterio y rigor Stephane del Río. Sobre la excelsa partitura que ofrece la cocina francesa –estos meses transitan por sabores provenzales–, sus interpretaciones del onglet o la mítica bullabesa dejan poso. Cuando reinen las aves en su despensa, saldréis cantando La marsellesa abráis o no una botella de champán. Imprescindible la sección dulce.
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