viernes, 26 de agosto de 2016

EL PODER DE LA MENTE SOBRE EL CUERPO ES ILIMITADO

Cuándo empezó a tomarse en serio las enfermedades psicosomáticas?
La primera vez que tratas a un paciente con una enfermedad física para cuyos síntomas no existe explicación médica lo despachas sin más, eso no va contigo, ni siquiera lo estudiamos durante la carrera.
¿Y el paciente se va a casa sin saber qué le pasa?
Sí, lo cual es muy angustioso. El día que conocí a Brenda cambió todo. La ingresaron en urgencias por ataques epilépticos recurrentes, nada los detenía, así que le indujeron un coma.
Eso suena muy grave.
Intubada, con la respiración asistida..., cada vez que se le intentaba retirar la sedación volvía a tener ataques epilépticos. Al quinto día la jefa de neurología le retiró la sedación y nos retuvo sin intervenir ante un espantoso ataque. “Esto no es epilepsia”, dijo, y la mandó a casa.
Vaya.
Durante veinte años han llegado a mis manos pacientes con síntomas físicos neurológicos pero cuyo origen era psicológico. Desde que soy jefa de departamento he intentado ayudarlos trabajando conjuntamente con psiquiatras y psicólogos en lugar de quitármelos de encima.
Deberíamos juzgar menos a los demás y a nosotros mismos
SUZANNE O’SULLIVAN
Neuróloga
¿Por qué?
Desde que conocí a Brenda he tratado a personas con una tristeza tan sobrecogedora e intolerable que contra toda lógica su subconsciente escogía dejarlas confinadas en una silla de ruedas o paralizadas con convulsiones antes que sufrir la angustia que experimentaban.
Abrumador.
Sí, el grado de incapacidad que puede generar una enfermedad psicosomática es tan grave que resulta difícil creer que la causa es el subconsciente, y son el 30% de mis pacientes.
¿Inmóviles en una silla de ruedas pero sin lesión en la columna vertebral?
Efectivamente, y pacientes con varios ataques epilépticos al día, no uno ni dos sino diez, que tienen que estar hospitalizados pero que en realidad no tienen enfermedad cerebral.
¿Qué se hace normalmente con esos pacientes?
Nada, abandonarlos; por eso decidí incorporar a mi equipo psiquiatras y psicólogos y tratarlos de manera interdisciplinar.
¿No los toman en serio?
No, ni los médicos ni la sociedad. En el caso de la epilepsia el 70% de los pacientes que la sufren no tienen ataques cuando toman la medicación, pero a ese 30% de pacientes psicosomáticos la medicación no les hace efecto; y mientras en el caso de la epilepsia de base neuro­lógica los ataques duran minutos, en su caso pueden durar horas.
¿Estamos hablando de enfermedades imaginarias?
No. Los efectos son reales, pero es la mente la que produce esta idea de enfermedad.
¿Qué ha descubierto?
Que es mucho peor que una discapacidad física porque no puedes aplicar ningún tratamiento para paliarla. Hay que hacer un estudio muy profundo de esa persona.
¿Cuáles suelen ser las causas?
Hay cientos de causas, pero en muchos de los casos más extremos –ataques de tipo epilépticos y parálisis– el origen son los abusos sexuales o físicos, pérdidas traumáticas o mucha enfermedad en la familia. Los casos más leves se deben al estrés general de la vida: problemas financieros, con la pareja, con los hijos...
¿Y cuáles son los síntomas?
Los más comunes son el dolor de cabeza, de estómago, de espalda, y la fatiga. La mente es capaz de reproducir cualquier tipo de síntoma. Pueden aparecer a cualquier edad, pero la tendencia es a edad temprana o entre los 20 y 30 años. En niños, el dolor de estómago está ligado al acoso escolar y problemas familiares.
¿Cómo protegernos de nuestra mente?
Siendo resilientes y aceptando la ambigüedad.
¿Qué ha averiguado?
Que el poder de la mente sobre el cuerpo es ilimitado: podemos imaginar cualquier tipo de síntoma médico y producirlo, y que es muy grave subestimarlo.
Si nuestra mente puede enfermarnos, ¿también puede curarnos?
No, pero sí influir en la enfermedad. Hay una interacción muy clara entre mente y cuerpo.

Red de conexiones en el cerebro humano (Emily Finn / Universidad de Yale)
¿Cómo reaccionan los casos más graves al tratamiento psicológico?
Depende de lo rápido que se haga el diagnóstico, pero personas con parálisis son capaces de volver a caminar con normalidad, y en muchos casos no es gracias a un tratamiento psicológico, sino a un fisioterapeuta.
La mente humana es sorprendente.
Sí, y he comprendido algo esencial: deberíamos juzgar menos a los demás y a nosotros mismos. Los pacientes que sufren enfermedades psicosomáticas se sienten culpables, pero la realidad es que no pueden controlar los síntomas, nunca se hace expresamente.
¿Qué caso la ha conmovido más o ha sido más revelador?
Pacientes que a los 15 años empezaron a tener problemas sin diagnóstico y cuyos síntomas fueron mutando a distintas partes del cuerpo: el intestino, el corazón..., y quince años después llegan a mí con problemas neurológicos. Que la medicina haya dejado a una persona aban­donada durante quince años sin poner freno al proceso dice muy poco de la medicina.

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