Muchas veces podemos preguntarnos cómo es que estamos envueltos en una determinada relación o qué fue exactamente lo que vimos en alguien para someternos a un vínculo que nos afecta de una forma particular.
Hay personas en nuestras vidas, de las cuales no nos es posible desligarnos con facilidad, aun cuando hagamos muchos intentos… Inclusive puede pasar que rompamos relaciones con alguien que posee un perfil particular, para vernos a futuro enfrentados a una situación similar con otra persona, es decir, se nos presenta la misma película con diferentes actores.
Esto es sencillo de asimilar cuando vemos un poco más allá y entendemos que todas las relaciones que tenemos a lo largo de nuestra vida tienen un propósito, que cuando conocemos a alguien y algo en esa persona nos llama la atención, estamos teniendo la oportunidad de reflejarnos en el otro, bien sea por identificación o por rechazo.
Las relaciones son la manera más práctica de indagar en nosotros, de ver en el otro lo que somos y lo que se nos proyecta para traer a la luz aquello que por nuestros propios quizás no nos resulta tan sencillo.
Evidentemente que la respuesta natural ante lo que vemos y nos hace sentir incómodos, no es: “voy a revisar en mí el origen de esta sensación y a aceptar en mí aquello que rechazo en el otro”, por lo general optamos por criticar y juzgar. Pero si identificáramos la utilidad que tiene todo lo que llama nuestra atención en la otra persona, podríamos aprovechar la experiencia al máximo y nuestro crecimiento estaría garantizado.
Por allí se dice que la vida es tan buena maestra, que en caso de que no aprendamos una lección, se encarga de repetírnosla. Si llevamos esto a nuestras relaciones, podemos dejar de pensar que es casualidad que nos veamos rodeados de personas de cierto tipo, que todos los finales de nuestras relaciones se asemejan o que todos las personas que se acercan terminan haciéndolo con un propósito determinado, que quizás no nos agrade tanto… y podemos pasar a pensar que ese nexo que hemos venido estableciendo tiene un porqué y si sanamos, aceptamos, perdonamos y soltamos lo que no necesitemos, probablemente dejemos de repetir ciclos y de revivir historias.
Honremos cada presencia en nuestras vidas, porque todas las personas que atraemos a nuestras vidas, nos tocan con un fin, tienen algo que enseñarnos, nos dan herramientas, nos ayudan a evolucionar, así como nosotros a ellas. Antes de criticar, contemplémonos… Y probablemente tengamos algo que resolver con aquello que no aceptamos y si admiramos algo en alguien más, contemplémonos… Y probablemente encontremos más de aquello en nosotros mismos.
Que todas tus relaciones sanen.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
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