Tenzin Negi
Tengo 55 años. Nací en una pequeña aldea,
Kinnaur, en el Himalaya, y vivo en Atlanta, en Estados Unidos. Soy
profesor de Religión en la Universidad de Emory, donde fundé y
dirijo el monasterio de Drepung Loseling. Estoy casado. Creo en la
aspiración esencial de todos de ser felices y dejar de sufrir
La habilidad de cuidarnos los unos a los otros es según la ciencia lo que nos define como especie, y lógicamente tiene efectos positivos no sólo para el que es cuidado, sobre todo para el que cuida y para la sociedad en su conjunto. Somos un panal.
También forman parte del ser humano la maldad y el egoísmo.
Diversos experimentos de ciencia evolutiva demuestran que bebés de tres a seis meses escogen la interacción, la cooperación y el altruismo de forma instintiva.
Fuera del laboratorio parecen ganar los más fuertes, agresivos y ambiciosos.
Eso es una creencia que los estudios científicos refutan: todos consensúan que es la cooperación y no la competencia el gen de la evolución.
El hombre jamás ha vivido en paz.
Ese es un asunto de enfoque, algo muy importante: dónde ponemos la atención.
Se enfrentó a varios casos de suicidio en la Universidad de Emory (2003-2004).
Sí, entre la comunidad universitaria, una alumna me pidió ayuda y creé con el biólogo Charles Raison un programa para promover la salud mental de los alumnos: Entrenamiento en Compasión de Base Cognitiva (CBCT).
Cuénteme.
He llegado a la conclusión de que en este mundo tan complejo, lleno de estresantes psicosociales, lo que más necesitan las personas, y más las angustiadas y deprimidas, son maneras más sanas de forjar relaciones con quienes las rodean. Sobrevaloramos las amenazas.
No es algo nuevo...
Yo vengo de una cultura que cree que cada ser humano tiene un tremendo potencial, somos altamente resilientes, tenemos la capacidad de mantener el optimismo, de no desfallecer, pero para ello lo primero que debemos integrar es que todos los seres de este planeta tenemos una aspiración común: todos queremos ser felices.
¿De qué nos sirve comprender eso?
Nos hace ser conscientes de la interdependencia, comprender hasta qué punto estamos conectados con los demás.
¿Hasta qué punto?
Mis comodidades, la comida, la ropa que visto… no se deben sólo a mi esfuerzo, sino a la suma de esfuerzos de muchos. Incluso los elementos más simples que necesitamos para sobrevivir nos conectan con muchas otras personas.
Somos una gran comunidad.
Ser conscientes de esa interconexión nos hace acercarnos a las personas con un mayor grado de afecto, cercanía y ternura, de manera que nos relacionamos con el mundo de una manera más saludable.
Lleva más de una década aplicando su programa en colectivos muy extensos.
Sí, y gracias a los estudios de Charles Raison y su equipo hemos comprobado que entrenar a las personas en ver el mundo con mayor sensación de conexión social disminuye las respuestas inflamatorias al estrés.
Hábleme de esos estudios.
Se realizó uno con los alumnos de primer año de la Universidad de Emory en el que se midió su reacción fisiológica ante distintos estresores sociales, la inflamación de los órganos, un tema muy vinculado a enfermedades como el alzheimer, el cáncer y la depresión.
¿Y?
Se dividió a los alumnos en dos grupos: uno meditaba más de 90 minutos a la semana sobre esa reciprocidad y la necesaria compasión, y el otro lo hacía menos de 90 minutos. En seis semanas vimos que el primer grupo se recuperaba antes del estrés y reaccionaba menos a él.
Ya nadie discute el poder de la meditación en la salud...
Hicimos muchos otros estudios similares. Enseñamos CBCT a grupos de niños de entre 5 y 8 años y entrenamos en atención plena a otros grupos. Los que habían sido entrenados en la compasión tenían más del doble de amigos, habían roto la división entre amigos y compañeros y tenían más amigos del sexo opuesto.
Difícil de asumir de manera individual, deberían enseñarlo en colegios, empresas...
Sí, porque en las sociedades desarrolladas nuestro mayor sufrimiento es mental: se trata de conflictos con los demás. Somos sociedades avariciosas, y no queda otra opción que disminuir esa avaricia para mantener este planeta vivo y nuestra mente sana.
La gran mayoría andamos atrapados en “ganarnos la vida”.
Desarrollar ciertas habilidades es algo muy pragmático. Por ejemplo: para aprender a controlar nuestros impulsos y conseguir mayor bienestar bastan diez minutos al día atendiendo a nuestra respiración. Hay muchos estudios que lo demuestran.
Cuénteme uno.
Niños de 4 años a los que se enseñó a controlar sus impulsos, diez años más tarde mantenían el control y tenían mayor rendimiento escolar que sus compañeros, y 30 años después, mejor salud, ingresos económicos y relaciones.
Parece absurdo tener que aprender a ser una buena persona...
La felicidad y la infelicidad depende de cuán realistas mantengamos nuestras expectativas, ya que nuestra infelicidad se fundamenta en expectativas poco realistas
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