Nací en Grenoble, en los Alpes franceses, y vivo en un pueblecito de montaña a 900 metros de altitud, en el sur de los Alpes. Tengo una hija. Me gustaría decir que soy socialista, pero hoy el socialismo no existe ni tampoco una política ecologista. No creo en dogmas, pero sí en que hay un mundo invisible
El abrazo del oso
“Llevaba 15 años trabajando sobre animismo y la relación de los humanos con diferentes animales, en la caza o en los sueños, estudiando cómo las fronteras entre especies se difuminan. Y al final ese encuentro me pasó a mí”. Tras años en Alaska, Martin se aventuró a tierras más extremas, vivió durante años con el pueblo eveno en Kamchatka, nómadas pastores de renos y cazadores, hasta que los sedentarizaron a la fuerza: “Luego decidieron volver a su hábitat. No solo habían conservado su vida espiritual, sino que la reinventaron”. Fue entonces cuando Nastassja empezó a soñar con un oso, una forma de comunicación de los evenos con su entorno, hasta que se topó con él y la atacó. Su vida cambió para siempre, lo cuenta en un libro hipnótico, Creer en las fieras (Errata Naturae). “Hay otras maneras de estar y percibir el mundo.”
Es usted miedka , mitad mujer mitad oso.
Así me bautizaron los evenos, los pobladores de los bosques de Kamchatka, por haber sobrevivido al ataque de un oso.
¿Qué hacía usted allí?
Estudio la cosmovisión de las poblaciones nativas del Gran Norte. Tras vivir con los indígenas de Alaska, me fui siete años con los even, a un lugar cuyo acceso está prohibido por el ejército ruso.
Antes de miedka tuvo otro nombre.
Me llamaban matukha , que significa osa. Es interesante: uno cree que va a observar, pero son los otros los que te observan a ti. A mí me gustaba caminar sola por el bosque, subir a los árboles, comer bayas.
Costumbres de oso.
Lo más increíble es que empecé a soñar cada noche con un oso. Los evenos decían que los osos me habían elegido y cada mañana me hacían contarles mi sueño y discutían entre ellos sobre el significado. Fue entonces cuando me advirtieron del encuentro.
¿El encuentro con el oso de sus sueños?
Sí, nos topamos, el oso me mordió en la cara arrancándome la mandíbula, luego metió mi cabeza entre sus fauces quebrándome el cráneo, pero inopinadamente decidió soltarme y marcharse. Me dejó vivir. Para los evenos algo del espíritu del oso quedó en mí.
¿Y siente ese espíritu en usted?
Sí, y resulta muy difícil de explicar, y más para una antropóloga. Algo se abrió en mí. Como dicen los evenos, la frontera entre dos mundos se había borrado.
¿Los evenos son animistas?
Sí, creen que todos los seres tienen alma y que en ciertas condiciones se puede comunicar con ellos. Curiosamente, esa era mi investigación, averiguar si esos pueblos animistas que habían sido colonizados, al volver a la vida silvestre, podían recuperar su cultura ancestral.
¿Y?
Lo hacen, y el primer paso, dado que viven totalmente expuestos al medio, es la comunicación con los animales y con el bosque, y lo hacen a través de los sueños.
¿No son simples creencias?
Son modos de relación compartidos entre los humanos y los otros seres, y es real. He dedicado quince años a estudiar esta cosmovisión en el terreno y siempre con objetividad.
Entonces, ¿existe una conexión espiritual entre los humanos y los animales?
Podemos decir que sí. Para saber lo que va a pasar o cómo orientar sus acciones en cosas muy concretas, como dónde ir a cazar o qué cazar durante el día, los evenos se comunican con los animales, es un toma y daca.
Forman parte del mismo ecosistema.
Sí, y los animales tienen un sentido inmediato de las fluctuaciones del tiempo, saben si se va a levantarse el viento, si viene tormenta o el gran frío, comunicarse con ellos es básico.
¿Y lo hacen a través de los sueños?
La anciana Daría, con la que yo vivía, se levantaba y decía: “Esta noche me encontré con los salmones, están en tal recodo del río”, o “he volado con los gansos salvajes hacia el sur, nos tenemos que preparar porque ya llega el invierno”. Eran cosas muy prácticas.
¿Ha adoptado esas creencias animistas?
Después de lo que me ocurrió fui muy permeable a ellas. Mi modelo cultural se destruyó poco a poco y empecé a sentir el mundo como ellos. Soñar con el oso fue muy perturbador, creí que me estaba volviendo loca.
¿Qué ha aprendido de este viaje personal tan bestia?
Que la violencia humana no corresponde a nuestra parte animal. Ese oso no fue violento conmigo, fue lo que él es, un oso. No tiene nada que ver con la violencia generalizada que estamos viendo desde hace siglos entre humanos.
¿Qué más?
Y vi que hay cosas que pasan en el mundo invisible que se hacen reales. En el mundo moderno vemos los sueños como proyecciones de nuestro subconsciente, esas tribus salen de su cuerpo para encontrar otras almas, para entender un poco más el mundo. Para ellos los sueños son el centro del día.
¿El encuentro con el oso le cambió?
Cambió mi vida. Es difícil, me he sometido a cinco operaciones, pero no cambiaría nada de lo que pasó. La belleza de lo que me ha sucedido es que lo sé todo sin saber ya nada.
¿Qué debemos aprender de los evenos?
Que nuestra manera de ver el mundo no es la única por muy científica que la consideremos. Hay otras, y tienen sentido. Estamos metidos en una crisis total: sanitaria, política, ecológica; entender y practicar otras formas de relación con el mundo nos puede ayudar a dejar de tratarlo como un objeto insensible.
Quizá está en nuestra naturaleza.
La manera en que interactuamos con el mundo es muy reciente, antes los humanos lo hacían con una apertura que todavía está en nosotros. Debemos abrir la conciencia a otras formas de percibir la vida.
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