Las almas buenas se alimentan de cosas positivas, y es justo ese el porqué las buenas almas no sospechan casi de las malas almas, porque invierten su tiempo en conseguir corazones igual de nobles que los suyos. La maldad se ve reflejada en cosas negativas, igual que la bondad se ve reflejada en las cosas buenas de la vida.
Existe una ley de espejos en el universo que es la encargada de explicar este tema del reflejo de lo bueno y lo malo. Para verlo de manera más sencilla, todos recibimos en la misma medida, justa y necesaria, lo que ofrecemos. De tal modo, el karma, destino, Dios y casi cualquier cosa que intente explicar esta ley, termina siendo lo mismo.
Las personas bondadosas son capaces de ver con el corazón, y por ello, la vista de ellos alcanza a las cosas menos evidentes y rescatan las virtudes y cualidades de las almas ajenas. Desde la maldad, esta cualidad de reconocer lo bueno en el otro, desaparece, pues la maldad se alimenta del odio y este, a su vez, ciega.
Por último, la mayor de las virtudes de las almas bondadosas, es la de colocarse en los zapatos ajenos. Esta capacidad ayuda a reconocer las virtudes y defectos ajenos de una mejor manera, porque no solo sabe cuales son, sino el por qué de ellas. Las almas bondadosas escasean, porque la línea entre lo bueno y lo malo se vuelve más difusa y la gran mayoría de las buenas y malas almas, están saltando de un lado a otro.
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