En una escena de The Professor and the Madman (es decir, “El profesor y el loco”, que en algunos países han titulado Entre la razón y la locura), el personaje interpretado por Sean Penn, al que encierran en un hospital psiquiátrico tras matar a un hombre por error, dice lo siguiente: Puedo salir de este lugar volando en el reverso de los libros […] Cuando leo… nadie me persigue. Cuando leo, soy yo el que está persiguiendo. Persiguiendo a Dios. Y lo dice en el buen sentido, como fórmula para abrirse a las preguntas, a las búsquedas, a la libertad mental y espiritual.
La suya, y la del filme, es una historia real que ha dirigido Farhad Safinia, el guionista de Apocalypto junto a Mel Gibson. Aunque Safinia ha firmado la película con el pseudónimo de P.B. Sherman por problemas y desacuerdos en la postproducción entre Gibson/Safinia y la productora del proyecto.
The Professor and the Madman es la historia de dos hombres unidos por la palabra, obsesionados por la protección del lenguaje y la riqueza del idioma. Por un lado, tenemos a James Murray (Mel Gibson), filólogo y lexicógrafo autodidacta que se obstina en una tarea descomunal, que a muchos les parece imposible: reunir todas las palabras conocidas del inglés en el Oxford English Dictionary, no sólo con sus significados, sino con citas literarias que las avalen y con notas acerca de su uso a través de los siglos. La tarea es tan ingente que piden ayuda a los ciudadanos: que lean libros y que recojan las citas de las palabras requeridas y las envíen al domicilio de Murray.
Las peticiones de ayuda se introducen en los libros a la venta en las librerías y una de ellas llega a manos de William Chester Minor (Sean Penn), un doctor que arrastra algunos trastornos psíquicos y que permanece en un sanatorio acusado de locura. Cuando consigue que acarreen su biblioteca particular a la celda, y le sigan proporcionando libros, se convierte en el voluntario más trabajador y efectivo del Diccionario.
Su contribución es tan vasta, tan exhaustiva, que el propio Murray va a visitarlo y consolidan su amistad, cuyos pilares los puso la correspondencia entre ambos. Murray llega a considerar que se trata de un salvador enviado por Dios, dado que él y su equipo encontraban numerosas dificultades para cumplir los plazos de tiempo.
Paralelamente a la amistad y al trabajo de esos dos hombres, tenemos a dos mujeres, cuyos papeles no son menos importantes. Ada (Jennifer Ehle) es la esposa de Murray, la que le mantendrá en su sitio para que no olvide que su papel fundamental es ser un miembro de la familia, y la que le defenderá ante sus superiores cuando las cosas se pongan feas.
Eliza (Natalie Dormer) es la viuda del hombre que Minor mató por error, al confundirlo con otra persona que (según él) le asediaba para asesinarlo. La viuda acaba perdonando a Minor y visitándole en el hospital, donde ella le proporciona algunos libros y él le enseña a leer y escribir, además de destinar todo su dinero a la manutención de sus hijos, como pago de su crimen y castigo auto-infligido.
Fue el propio Gibson quien, durante años, estuvo obsesionado con este proyecto y se hizo con los derechos del libro de Simon Winchester en el que se inspira, en cuyo guión también ha colaborado el cineasta John Boorman. Fue uno de sus proyectos como director, y recordemos que en su filmografía detrás de las cámaras siempre encontramos historias que antes no se habían contado (Braveheart, Hasta el último hombre, Apocalypto) o que se narran como nadie las había contado (La Pasión de Cristo).
Aunque le cedió las riendas a Safinia, el resultado es un filme honesto, discreto, y que llega a emocionar en algunos tramos por tres valores: el de la culpa y redención del personaje de Sean Penn; el de la obsesión por el lenguaje del personaje de Mel Gibson; y el de la amistad entre ambos. Los dos actores hacen un trabajo comedido y solvente, casi ocultos por largas y grises barbas, y además están acompañados por secundarios de lujo: a las citadas Ehle y Dormer se suman Eddie Marsan, Steve Coogan y Stephen Dillane.
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