Un museo poco convencional ubicado en Londres despierta la curiosidad y desafía las especies de seres vivos clasificadas por la ciencia.
Restos conservados de hadas, duendes, dragones, licántropos y otras criaturas son parte de esta inusual colección que se exhibe en Londres con el nombre Cryptid Colección Merrylin.
Las piezas de la colección son las más increíbles jamás conocidas. Alex CF- gran admirador del legado del profesor Thomas Theodore Merrylin- es el que ocupa de dirigir y mantener el museo, por lo que algunos lo han llamado “oportunista” y “estafador”, aunque él desestima estas afirmaciones.
Según relata la página web del museo, en 2006 se creó un fideicomiso para analizar y cotejar un gran número de cajas de madera que se encontraron selladas en el sótano de una casa londinense antes de su demolición.
Aparentemente intactas desde la década de 1940, las cajas contenían más de 5.000 ejemplares de flora y fauna, recogidos, disecados y conservados por muchos olvidados científicos, profesores y exploradores de otras culturas o especies alternativas, negadas por la ciencia contemporánea.
La colección también albergaba muchos artefactos de origen curioso, como por ejemplo una supuesta máquina para detener el envejecimiento.
Sobre Thomas Theodore Merrylin
De acuerdo a la página web de museo, el profesor Merrylin nació en 1782 en Hellingshire- al norte de Inglaterra- en el seno de una rica familia aristocrática.
Su madre murió durante el parto y fue criado por su padre Edward, un general del ejército.
Una vez retirado, su padre se enamoró de la historia natural esotérica y dedicó el resto de su vida a viajar por el mundo en busca de artefactos ilusorios y especies ocultas que residían en los continentes olvidados o lugares oscuros, lejos de miradas indiscretas.
Viajaron juntos por muchos años hasta que sus padre encontró una muerte súbita. Desde entonces Thomas encontró consuelo en su trabajo y en continuar la colección que había iniciado junto a su padre.
En 1899 tomó una pequeña parte de sus especímenes para salir de gira a través de América, pero no tuvo éxito ya que por las actitudes conservadoras de los estudiosos de esa época, muchos los consideraron como “blasfemia” de acuerdo a la web del museo.
En los años siguientes, Merrylin amplió la colección de manera exponencial y viajó a los cuatro rincones de la Tierra, captando adeptos e investigadores que unieron nuevas piezas a su colecciónA TAMBIÉN
El sótano del orfanato
En la primavera de 1942- según relata la web del museo- una persona que pretendía ser Thomas Theodore Merrylin se contactó con el Orfanato para varones Tunbridge.
El supuesto Merrylin –que ya para esa altura tendría que tener alrededor de 160 años pero aparentaba tener 40- deseaba donar una importante casa de Londres al orfanato para su usufructo.
Las únicas condiciones eran que la casa nunca debería venderse y que el sótano nunca debería abrirse.
El hombre que decía ser Thomas desapareció rápidamente, sin dejar rastro. La finca Merrylin también fue vendida y el dinero entregado a caridad.
El orfanato mantuvo su promesa respecto al sótano, hasta que la propiedad necesitó demolerse para dar paso a un nuevo barrio residencial.
Así fue como los trabajadores encontraron el sótano por causalidad, antes de la demolición de la mansión y al ingresar en él se encontraron con miles de misteriosas cajas de madera selladas firmemente.
Mientras algunos especímenes son claramente producto del ingenio humano, hay otros que intrigan incluso al más escéptico.
Bocetos e ilustraciones revelan que se ha realizado un análisis exhaustivo de las supuestas criaturas míticas, pero también puede significar un posible modelo que sirvió de base para la creación de las piezas.
Cualquiera que sea el caso, la inédita colección seguramente planteará numerosas preguntas.
¿Falsificación? ¿Creación artística? Sin embargo, si se demuestra que las piezas son auténticas, sería un cambio de paradigma para la ciencia y la historia que nos contaron.
Si los “cuentos de hadas” y las criaturas fantásticas realmente existieran, esto desafiaría nuestros conocimientos sobre la naturaleza y a la vez alimentaría la pregunta: ¿por qué ocultarlo?
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