Mi experiencia de Ayahuasca, LA EXPERIENCIA DE LA VIDA
Hay mucha información en internet que mayoritariamente confunde al buscador. a veces un solo testimonio de cómo alguien lo ha experimentado, es todo lo que se necesita para saber qué es y para qué sirve.
Hay mucha información en internet que mayoritariamente confunde al buscador. a veces un solo testimonio de cómo alguien lo ha experimentado, es todo lo que se necesita para saber qué es y para qué sirve.
testimonio de un participante un Taller de Acercamiento a la Ayahuasca en Valencia:
….llevo unos minutos de meditación sobre una colchoneta, en los cuales no alcanzo el estado mental que quisiera, debido a mi ansiedad o expectación. “Oso”, el facilitador dice mi nombre: “Alejandro”.
Me levanto de la colchoneta y avanzo hacia él situándome delante. Me muestra un pequeño vaso con un líquido ambarino y mientras lo remueve con una cucharilla me sonríe y me dice “te he puesto demasiada agua”. “Mejor” le contesto yo, y ambos sonreímos.
“Salud y buena pinta” me dice Oso.
Cojo el vaso y le pregunto “¿Lo bebo de un trago?”.
“SI”.
Así que lo bebo, me vuelve a llenar el vaso de agua para aprovechar los posos y vuelvo a beber. Entonces me voy de vuelta a mi colchoneta y me siento en cuclillas.
Todos van desfilando a beber su vasito del oscuro brebaje y todos van de vuelta a su rincón. Quizás estoy sintiendo la silenciosa excitación alrededor, quizás es una sorda desesperación. Todos hemos venido a buscar respuestas a nuestras propias preguntas. Es un desfile de almas atormentadas.
Oso toma una cuchara de ayahuasca diluida para acompañarnos en la experiencia, y yendo directo a su colchoneta se tumba. Yo también me tumbo y siento como el resto de gente tímidamente también lo hace. En esos momentos pienso en el miedo “a qué dirán” está presente en todos nosotros, pero es un pensamiento fugaz porque permanezco atento a cualquier síntoma de que el viaje comienza.
Tras un tiempo en la oscuridad y el silencio que no puedo definir, empiezo a notar que mi mente se mueve. De forma literal. Por si misma. Así que sonrío y me digo a mí mismo “abróchate el cinturón que vamos a despegar”.
Entonces comienza la música.
Y el mundo se deforma en una indescriptible vorágine multicolor, psicodélica y estroboscópica. La música tiene forma y color, puedo hasta tocarla. Me río.
Por supuesto que he perdido el concepto del tiempo y de la realidad, aunque hay una parte en mí despierta a mí alrededor. La música va cambiando y también cambian los colores, hacia colores tenebrosos. Oigo gente gemir y llorar a mi alrededor y sé que son mis compañeros.
Creo que la música está para conducirnos hacia estados anímicos y me digo “Qué cabrones”. Y me pongo a reír. Me río en voz alta y alguien contesta a mi risa a mi lado. Y me río más.
Por ahora sigo esperando algo más espectacular. “¡Vamos!” me digo-. “¿Eso es todo, un colocón brutal y ya?”.
Por primera vez me oigo a mí mismo hablar “ríndete”, y todo se diluye. Estoy luchando contra mis miedos y me resisto a dejar que se apoderen las sustancias de mi organismo. A perder el control.
Pero todo se ha descontrolado. Oigo la gente vomitar. Me toco el estómago y no noto nauseas. Me enorgullezco de no vomitar y al momento pienso en la estupidez de ese pensamiento. Sigo.
Abro los ojos y veo que una compañera se ha levantado y está bailando ballet clásico. De alguna manera pienso que ella lo está haciendo mejor que yo, “¿por qué yo no estoy teniendo esa experiencia?”.
Por segunda vez oigo mi voz diciendo “ríndete”. Y me dejo llevar nuevamente.
Entonces recuerdo mis preguntas y quiero saber respuestas; ¿por qué he venido a esta vida?, la voz me dice “¿A qué has venido?”. “A trascender” - contesto, y me dejo llevar una vez más.
Es complicado en ese punto describir las sensaciones. Me río a menudo, mis manos se mueven delimitando formas imaginarias, bostezo a menudo y mi boca se desencaja, sonrío y las comisuras de mi boca se estiran alrededor de mi cara hasta juntarse en mitad de mi frente. Algo se ilumina donde debe estar el tercer ojo, es como un láser que sale entre mis ojos y se eleva hasta el infinito. La conversación con mi voz interior es vertiginosa; pregunto y me responde con más preguntas. Sigo oyendo a la gente a mí alrededor gemir, vomitar. Luchando cada uno con sus propios demonios. Estoy conectado a cada uno de ellos, les ayudo a expulsarlos. Me invade el amor. Veo…no, siento a mis compañeros como luces.
Levanto mis brazos y noto mi pelo completamente erizado. Lo toco con la punta de los dedos y la energía que se transmite entre el cabello y mis manos. Mi cuerpo se desintegra en átomos. Sólo soy energía.
No. Soy algo más.
“A qué has venido” -me dice la voz. “A trascender” contesto.
Aparece los miedos: Al qué dirán, a no ser aceptado, al fracaso, a no ser amado, a no encontrar la felicidad... tienen una apariencia monstruosa, se mueven y amenazan arraigados en mi pecho; pero no puedo evitar reírme, y los miedos menguan y comienzan a desaparecer. Pero en vez de expulsarlos siento la necesidad de cogerlos con mi brazo izquierdo, se hacen una bola bajo mi cobijo, y los acepto. Veo entonces la vida como una dualidad. El yin y el yang. En mi brazo izquierdo mis miedos, en el derecho aparecen mis alegrías y ambas cosas son buenas. El contraste es la vida.
“A qué has venido” -me dice la voz.
“A trascender”- contesto. “¿Pero…cual es el sentido de mi vida? ¿Cuál es mi leiv motif, mi dharma, mi vocación, mi propósito?”
“Vivirla”- dice mi propia voz. Y noto como sonríe. En ese momento sé que la voz es mi propio ser interior. Estoy teniendo una conversación con mi alma.
Y entiendo. Entonces eso es la vida, un camino. El buda bajo el árbol encuentra el vacío y le llueven flores. Pero no estamos aquí por ese motivo, eso es regresar a la fuente; nuestro verdadero ser se encarna en la tierra para experimentar: Dolor, placer, alegrías y tristezas. La vida, la iluminación, no son destinos, son caminos.
“He venido a trascender”- digo. Y acepto todo. Llevo mis cargas bajo cada brazo, miedos y alegrías y no son ni buenas ni malas. Simplemente SON. Y las amo.
No siento más que amor, comienzan a desfilar ante mí los seres que quiero en mi vida y sufren. Veo mi madre, sufriendo por negarse a envejecer y la abrazo y siento inmenso amor fluyendo de mí hacia ella. Y la entiendo, no quiero cambiarla ni quitarle su sufrimiento porque esa es su experiencia en esta vida. La dejo tranquila.
Veo a toda la gente como parte de una misma aventura, somos todos compañeros en esta realidad. Somos un mismo universo experimentándose individualmente.
Abrazo a toda la gente que me ha hecho daño y a la que he hecho daño y entiendo que todo era el proceso necesario de aprendizaje. Les doy las gracias por formar parte de mi camino. Y sigo.
En ese punto estoy más consciente de mi cuerpo y de la realidad y abro los ojos. Noto como los efectos de la ayahuasca se disipan. Quiero llamar para que me den más, pero no lo hago; ya tengo lo que venía a buscar. Un facilitador se acerca sonriente y me pregunta cómo estoy.
“Bien”- le sonrío.
“¿Quieres profundizar?”- me dice. Entiendo que quiere que le cuente mi experiencia.
“Vine con preguntas y en vez de respuestas me encontré con muchas más preguntas…sin embargo he descubierto que da igual conocer las respuestas. No tiene importancia. También me he enfrentado a mis miedos y los he aceptado como parte de mi experiencia en la vida”. Quisiera decirle mucho más pero en ese momento no encuentro palabras, todavía estoy sintiéndolo.
Veo que reflexiona mirándome a los ojos sobre lo que le he dicho, sonríe ampliamente y me dice “Qué bueno”. Y se va.
Me tumbo de costado y finalmente dejo que me venza el sueño. “Ríndete”. Y lo hago.
Al día siguiente me despierto reflexionando, algo ha cambiado. Mi perspectiva de la vida es diferente.
Todos compartimos brevemente nuestras experiencias y veo que cada uno ha tenido su propio descubrimiento. Alguien lo ve todo mucho más claro, otro ha sentido amor inmenso y vocación de enseñar y compartir, uno notó expulsar sus demonios con el vómito…varios sentimos a nuestros compañeros en su lucha interna y sentimos amor y solidaridad.
Cuando comparto mi experiencia con la aceptación de mis miedos como parte de la balanza de la Vida , Oso me dice: “Trascender la dualidad para percibir la unidad”. Y entiendo perfectamente lo que quiere decir. La dualidad es parte de mí y de la vida; los contrastes buenos y malos, son el tesoro de mi experiencia.
Finalmente me despido y me marcho caminando, observando la luz de la mañana. No noto efectos secundarios desagradables.
Algo ha cambiado. No mi vida, sino la perspectiva de mi vida. Y descubro que no quiero cambiar mi vida, que la vida no se puede cambiar. Sólo vivirla.
Siento paz. Sonrío y camino.
Me levanto de la colchoneta y avanzo hacia él situándome delante. Me muestra un pequeño vaso con un líquido ambarino y mientras lo remueve con una cucharilla me sonríe y me dice “te he puesto demasiada agua”. “Mejor” le contesto yo, y ambos sonreímos.
“Salud y buena pinta” me dice Oso.
Cojo el vaso y le pregunto “¿Lo bebo de un trago?”.
“SI”.
Así que lo bebo, me vuelve a llenar el vaso de agua para aprovechar los posos y vuelvo a beber. Entonces me voy de vuelta a mi colchoneta y me siento en cuclillas.
Todos van desfilando a beber su vasito del oscuro brebaje y todos van de vuelta a su rincón. Quizás estoy sintiendo la silenciosa excitación alrededor, quizás es una sorda desesperación. Todos hemos venido a buscar respuestas a nuestras propias preguntas. Es un desfile de almas atormentadas.
Oso toma una cuchara de ayahuasca diluida para acompañarnos en la experiencia, y yendo directo a su colchoneta se tumba. Yo también me tumbo y siento como el resto de gente tímidamente también lo hace. En esos momentos pienso en el miedo “a qué dirán” está presente en todos nosotros, pero es un pensamiento fugaz porque permanezco atento a cualquier síntoma de que el viaje comienza.
Tras un tiempo en la oscuridad y el silencio que no puedo definir, empiezo a notar que mi mente se mueve. De forma literal. Por si misma. Así que sonrío y me digo a mí mismo “abróchate el cinturón que vamos a despegar”.
Entonces comienza la música.
Y el mundo se deforma en una indescriptible vorágine multicolor, psicodélica y estroboscópica. La música tiene forma y color, puedo hasta tocarla. Me río.
Por supuesto que he perdido el concepto del tiempo y de la realidad, aunque hay una parte en mí despierta a mí alrededor. La música va cambiando y también cambian los colores, hacia colores tenebrosos. Oigo gente gemir y llorar a mi alrededor y sé que son mis compañeros.
Creo que la música está para conducirnos hacia estados anímicos y me digo “Qué cabrones”. Y me pongo a reír. Me río en voz alta y alguien contesta a mi risa a mi lado. Y me río más.
Por ahora sigo esperando algo más espectacular. “¡Vamos!” me digo-. “¿Eso es todo, un colocón brutal y ya?”.
Por primera vez me oigo a mí mismo hablar “ríndete”, y todo se diluye. Estoy luchando contra mis miedos y me resisto a dejar que se apoderen las sustancias de mi organismo. A perder el control.
Pero todo se ha descontrolado. Oigo la gente vomitar. Me toco el estómago y no noto nauseas. Me enorgullezco de no vomitar y al momento pienso en la estupidez de ese pensamiento. Sigo.
Abro los ojos y veo que una compañera se ha levantado y está bailando ballet clásico. De alguna manera pienso que ella lo está haciendo mejor que yo, “¿por qué yo no estoy teniendo esa experiencia?”.
Por segunda vez oigo mi voz diciendo “ríndete”. Y me dejo llevar nuevamente.
Entonces recuerdo mis preguntas y quiero saber respuestas; ¿por qué he venido a esta vida?, la voz me dice “¿A qué has venido?”. “A trascender” - contesto, y me dejo llevar una vez más.
Es complicado en ese punto describir las sensaciones. Me río a menudo, mis manos se mueven delimitando formas imaginarias, bostezo a menudo y mi boca se desencaja, sonrío y las comisuras de mi boca se estiran alrededor de mi cara hasta juntarse en mitad de mi frente. Algo se ilumina donde debe estar el tercer ojo, es como un láser que sale entre mis ojos y se eleva hasta el infinito. La conversación con mi voz interior es vertiginosa; pregunto y me responde con más preguntas. Sigo oyendo a la gente a mí alrededor gemir, vomitar. Luchando cada uno con sus propios demonios. Estoy conectado a cada uno de ellos, les ayudo a expulsarlos. Me invade el amor. Veo…no, siento a mis compañeros como luces.
Levanto mis brazos y noto mi pelo completamente erizado. Lo toco con la punta de los dedos y la energía que se transmite entre el cabello y mis manos. Mi cuerpo se desintegra en átomos. Sólo soy energía.
No. Soy algo más.
“A qué has venido” -me dice la voz. “A trascender” contesto.
Aparece los miedos: Al qué dirán, a no ser aceptado, al fracaso, a no ser amado, a no encontrar la felicidad... tienen una apariencia monstruosa, se mueven y amenazan arraigados en mi pecho; pero no puedo evitar reírme, y los miedos menguan y comienzan a desaparecer. Pero en vez de expulsarlos siento la necesidad de cogerlos con mi brazo izquierdo, se hacen una bola bajo mi cobijo, y los acepto. Veo entonces la vida como una dualidad. El yin y el yang. En mi brazo izquierdo mis miedos, en el derecho aparecen mis alegrías y ambas cosas son buenas. El contraste es la vida.
“A qué has venido” -me dice la voz.
“A trascender”- contesto. “¿Pero…cual es el sentido de mi vida? ¿Cuál es mi leiv motif, mi dharma, mi vocación, mi propósito?”
“Vivirla”- dice mi propia voz. Y noto como sonríe. En ese momento sé que la voz es mi propio ser interior. Estoy teniendo una conversación con mi alma.
Y entiendo. Entonces eso es la vida, un camino. El buda bajo el árbol encuentra el vacío y le llueven flores. Pero no estamos aquí por ese motivo, eso es regresar a la fuente; nuestro verdadero ser se encarna en la tierra para experimentar: Dolor, placer, alegrías y tristezas. La vida, la iluminación, no son destinos, son caminos.
“He venido a trascender”- digo. Y acepto todo. Llevo mis cargas bajo cada brazo, miedos y alegrías y no son ni buenas ni malas. Simplemente SON. Y las amo.
No siento más que amor, comienzan a desfilar ante mí los seres que quiero en mi vida y sufren. Veo mi madre, sufriendo por negarse a envejecer y la abrazo y siento inmenso amor fluyendo de mí hacia ella. Y la entiendo, no quiero cambiarla ni quitarle su sufrimiento porque esa es su experiencia en esta vida. La dejo tranquila.
Veo a toda la gente como parte de una misma aventura, somos todos compañeros en esta realidad. Somos un mismo universo experimentándose individualmente.
Abrazo a toda la gente que me ha hecho daño y a la que he hecho daño y entiendo que todo era el proceso necesario de aprendizaje. Les doy las gracias por formar parte de mi camino. Y sigo.
En ese punto estoy más consciente de mi cuerpo y de la realidad y abro los ojos. Noto como los efectos de la ayahuasca se disipan. Quiero llamar para que me den más, pero no lo hago; ya tengo lo que venía a buscar. Un facilitador se acerca sonriente y me pregunta cómo estoy.
“Bien”- le sonrío.
“¿Quieres profundizar?”- me dice. Entiendo que quiere que le cuente mi experiencia.
“Vine con preguntas y en vez de respuestas me encontré con muchas más preguntas…sin embargo he descubierto que da igual conocer las respuestas. No tiene importancia. También me he enfrentado a mis miedos y los he aceptado como parte de mi experiencia en la vida”. Quisiera decirle mucho más pero en ese momento no encuentro palabras, todavía estoy sintiéndolo.
Veo que reflexiona mirándome a los ojos sobre lo que le he dicho, sonríe ampliamente y me dice “Qué bueno”. Y se va.
Me tumbo de costado y finalmente dejo que me venza el sueño. “Ríndete”. Y lo hago.
Al día siguiente me despierto reflexionando, algo ha cambiado. Mi perspectiva de la vida es diferente.
Todos compartimos brevemente nuestras experiencias y veo que cada uno ha tenido su propio descubrimiento. Alguien lo ve todo mucho más claro, otro ha sentido amor inmenso y vocación de enseñar y compartir, uno notó expulsar sus demonios con el vómito…varios sentimos a nuestros compañeros en su lucha interna y sentimos amor y solidaridad.
Cuando comparto mi experiencia con la aceptación de mis miedos como parte de la balanza de la Vida , Oso me dice: “Trascender la dualidad para percibir la unidad”. Y entiendo perfectamente lo que quiere decir. La dualidad es parte de mí y de la vida; los contrastes buenos y malos, son el tesoro de mi experiencia.
Finalmente me despido y me marcho caminando, observando la luz de la mañana. No noto efectos secundarios desagradables.
Algo ha cambiado. No mi vida, sino la perspectiva de mi vida. Y descubro que no quiero cambiar mi vida, que la vida no se puede cambiar. Sólo vivirla.
Siento paz. Sonrío y camino.
El facilitador no dijo: “trascender la dualidad para percibir la unidad” sino: “Trascender la dualidad, comprendiendo la unidad. Él participante cambió la palabra comprender por percibir, que en el fondo son dos caras de la misma moneda. La percepción es de la consciencia y la comprensión del corazón.
ayahuasca.asesor@Yahoo.es
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