Cuando maduren tus nueces,
en otoño ya mediado,
buscaré alguna especial
con sus rasgos bien marcados:
la cáscara tres costuras
ha de tener, mejor cuatro.
Voy
a decirte el porqué:
Porque en tiempos ya lejanos
el
dolor se nos curaba
con remedios ordinarios:
curaba dolores varios,
desde el de muelas y oídos,
hasta el de tripas y estómago,
los
dolores de cabeza,
y
el de piernas y costados…
Todo
eso lo arreglaba
la buena nuez de tres cantos,
es
decir, de tres costuras,
y mejor si era de cuatro.
Las locuras infantiles
o
loqueras de niñatos
las
curaba la psicóloga
con la alpargata en la mano…
Era su posología
“meta
la nuez en el bolso
y guárdela con cuidado”.
Al cabo de un rato, o tiempo,
los
dolores van marchando
sin
necesidad de médicos
ni
acudir al boticario.
¡Dizque la psicología
puede
hacer hasta milagros…!
Otra
creencia extendida,
sobre
todo por el campo,
era
que las buenas nueces
que
por algo es el su fruto
cerebriforme copiado.
¡Seguro, algunos mayores
de niño no las probaron!
Al
recordar estas cosas
me quedo yo repensando:
“─Si somos cual niños grandes
los que llegamos a ancianos,
el dolor de nuestra artrosis
¿no podrá quizá curarlo
más rara, una de cuatro?”
─Produce, nogal, tus nueces
de
tres costuras o cuatro,
porque
quiero comprobar
si las que son de ese grado
pueden curarme el dolor,
o
aquello fue solo engaño.
José Luis Rodríguez I.
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