El cuerpo afecta a la mente más de lo que sospechamos. En estatuas y manuales, la postura de meditación siempre tiene siete puntos. ¿El motivo? Fingirlo hasta lograrlo. Nos sentamos como el Buda para alcanzar su estado.
La postura, al microscopio
Parece de cajón, pero no lo es: el cuerpo afecta a la mente. La ciencia lo llama ‘corporeización’. Por ejemplo, ¿cómo te sentiríais si te dicen que has tenido éxito en una tarea difícil? Tu postura influye, según un estudio: cuanto más recto, más contento.
La cara no solo refleja las emociones. También las cambia. Atención al experimento. Te piden que sujetes un bolígrafo con la boca y veas un vídeo de bromas. O te colocan dos pegatinas en el entrecejo y te piden que las juntes mientras ves un vídeo dramático.
(¡Te están haciendo sonreír o fruncir el ceño sin que te des cuenta!)
¿Quién se lo pasa mejor?
Los que sonríen se divierten más con el humor y los ceñudos sufren más con la tragedia, comparados con personas sin mueca alguna.
El cuerpo cambia la mente… subliminalmente.
Cuerpo-Meditación, carretera de dos sentidos
La postura correcta apoya la meditación. Buscamos equilibrio interno, así que lo fomentamos adoptando su reflejo externo. Le llamamos “postura de Vairochana” por el Buda que representa la perfección de la forma.
A veces ocurre al revés. Si la calidad de la meditación aumenta, el cuerpo se mueve. Así, de repente. En mitad de la sesión, sin intención, el cuerpo hace microajustes: se endereza, se relaja y se siente más liviano. Ahora, es la mente la que afecta al cuerpo.
La ventaja más mundana de la postura es que evitamos lesiones físicas. Igual que los atletas saben cómo pisar cuando corren, nosotros tenemos que saber qué postura nos conviene. Es una cuestión de pensar a largo plazo (y de empatizar con nuestras rodillas).
Arquitectura corporal en 7 puntos
La postura sentada sobre un cojín es la más recomendada. Si no, es válida cualquier otra (en silla, de rodillas, tumbado). Lo importante es que favorezca la relajación, la interiorización y la quietud.
1. Columna
- CÓMO. Erguida, siguiendo la curvatura natural. Siente que creces, que las vértebras se separan entre sí.
- POR QUÉ. Favorece una mente despierta y receptiva.
- UN CONSEJO. Empieza ya. La mayoría de asientos son cómodos, no ergonómicos. Por eso, es normal tener molestias cuando le pedimos a la espalda que se sujete a sí misma (aunque sea su estado natural). El remedio es darnos tiempo, cariño y cuidar de la postura a lo largo del día.
2. Nuca y barbilla
- CÓMO. Estira la nuca y hunde la barbilla como si un hilo tirara de tu coronilla. Siente cómo estira la columna vertebral y abre el pecho. Tu mirada solo debería inclinarse unos pocos milímetros tras este ajuste.
- POR QUÉ. Favorece la interiorización, endereza la espalda y abre el pecho.
3. Piernas
- CÓMO. Idealmente, completamente cruzadas (“postura vajra” o “loto completo”). Pero como no todos tenemos ADN de chicle o llevamos años meditando, podemos hacer medio loto, el cruce birmano, de rodillas sobre un banquito o sentarnos en una silla.
- POR QUÉ. Favorece la interiorización y ancla el cuerpo.
4. Manos
- CÓMO. En el gesto de ecuanimidad. Orienta las palmas hacia arriba, coloca los dedos de la derecha sobre los de la izquierda y une los pulgares levemente. Apoya este gesto en el regazo, a cuatro dedos debajo del abdomen.
- POR QUÉ. Informa del estado mental. Si hay demasiadas distracciones, los dedos se separan, y si hay demasiado esfuerzo, se acoplan. Buscamos el punto medio.
- UN CONSEJO. Ayuda tener un mantón sobre las piernas para apoyar las manos. Si no, la antiestética arruga que forma la bragueta del pantalón también hace el apaño.
- UNA CURIOSIDAD. La mano izquierda representa la sabiduría y la derecha el método. En otras palabras, la sabiduría innata que reside en nosotros nos impulsa a meditar.
5. Torso y hombros
- CÓMO. Rota ligeramente los hombros hacia atrás y abre el pecho.
- POR QUÉ. Cultivamos una dignidad sana, evitando los extremos del autodesprecio (encorvados) y el orgullo (sacando pecho).
- UNA CURIOSIDAD. A largo plazo, se vuelve la postura natural durante el día.
6. Boca
- CÓMO. Apoya la lengua sobre el paladar, con la punta detrás de los dientes.
- POR QUÉ. Reduce la salivación.
7. Ojos
- CÓMO. Entreabiertos. Los párpados quedan completamente relajados, pero sin cubrir del todo los ojos. Dejan entrar un haz de luz, y no distinguimos colores, solo formas. La mirada, desenfocada y hacia el frente, sigue el ángulo de la nariz (¡pero no mira su punta!)
- POR QUÉ. Facilita integrar el estado meditativo con la vida diaria, previene el sopor, y facilita las visualizaciones.
- UN CONSEJO. Lo mejor es entrenarlo a lo largo del día, alternar sesiones de meditación con los ojos cerrados y abiertos y, sobre todo, perseverar. Miles de yoguis no pueden estar equivocados.
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